"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 18 de octubre de 2019
JULIAN PRZYBOŚ
La catedral en Losana
Para recuperar la inspiración
capaz de confesar el oculto
amor, remoto, a punto de desaparecer,
se necesitaba una catedral. La estoy mirando:
tus ojos la habían llenado de luz,
detenida en sus arcos.
Así se creó el espacio. Lo ha bordeado la piedra
inmovilizándolo.
El tiempo pesaba como una roca.
Lo levanté en vilo, estoy de nuevo aquí,
resucité por un instante y otra vez estoy
como había estado, ocurro en lo antes ocurrido.
Veo: el espacio luminoso
se vino abajo, quebrándose,
con mis pasos resuenan las piedras,
otras y otras más,
la nave regresa a la roca.
La misma y no la idéntica catedral,
la de cuya luz se apoderó el muro
está aquí
y ya no es más que real.
Aplastado por las piedras contemplo la nada.
Es tan palpablemente inconcebible
la catedral
como el peso de la montaña sobre el pecho,
como la derrota.
La contemplo hasta que el arco más alto
se arrodille ante mi tristeza.
El corazón de una campana tembló,
empezando a latir, rítmicamente.
ALFONSO CORTÉS
Página blanca
Junto a los lirios y bajo las palmas,
pasan amándose místicas almas,
ardiendo al fuego de internos delirios;
—(Bajo las palmas y junto a los lirios)—
Y en esta página, blanca como una
hoja de luz de la flor de la luna,
pone mi verso su música franca,
—(En esta página blanca, tan blanca.)
¡Y óyese el canto de abril en su cuna!
Junto a los lirios y bajo las palmas,
pasan amándose místicas almas,
ardiendo al fuego de internos delirios;
—(Bajo las palmas y junto a los lirios)—
Y en esta página, blanca como una
hoja de luz de la flor de la luna,
pone mi verso su música franca,
—(En esta página blanca, tan blanca.)
¡Y óyese el canto de abril en su cuna!
ANA LILIA FÉLIX PICHARDO
Moras en la cordillera III
Noches
en guerra
colibríes
que vuelan
frío
constante.
MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ
XXII
Comes
directamente del folio.
Te
introduces en él.
Porque
hay más.
Más
está dentro.
Solo
el grafito-bisturí es hilo.
La
boca está cerrada, la herida
insatisfecha,
el
ritmo de Mahler se desliza con fluidez
y
las paredes bailan,
una
sombra formidable y espantosa
tira
de ti.
Solo
el grafito-bisturí es hilo.
Yo
escribo para los pájaros.
YEMIRA MAGUIÑA
Tra il cigarette e la mie pelle
Y
el sol de hoy se asemeja a las canciones depresivas
que
nos llevaron a desnudarnos distraídos
entre
el humo del cigarro y la ilusión de la inmortalidad.
Somos
un desorden admitido para ser libres,
para
mirarnos cualquier otra mañana en una juguería,
para
reírnos de nuestros cursis episodios sin nosotros con otros.
Y
ahí estamos,
cuando
termina la rutina del trabajo sudoroso
al
que nos acomodamos desde hace años
para
pagar las cuentas, porque crece la familia.
Una
vez estuve enamorado, dijiste,
acariciando
con ternura mis veintitantos años.
Hace
mucho que burlamos las convenciones morales
que
nos amputan la paz.
Y
nos reímos, ahí, entre el humo, por tanta libertad desparramada,
por
tanto que no se había gritado hasta entonces en ningún otro lecho ajeno.
No
nos sentimos dueños ni esclavos en el destello del placer,
nos
lanzamos al vacío o al todo del universo
y
nada nos prohíbe mofarnos de esa caída inevitable.
ANA AJMÁTOVA
Me retorcía las manos
Me
retorcía las manos bajo mi oscuro velo.
—¿Por
qué estás pálida, qué te intranquiliza?
—Porque
hice de mi amado un borracho
con
una recóndita tristeza.
Nunca
lo olvidaré. Salió tambaleándose:
su
boca torcida, desolada...
Corrí
por las escaleras, sin tocar los barandales.
tras
él, hasta la puerta.
Y
le grité, conmocionada: —Todo lo decía
en
broma, no me dejes, o moriré de pena.
Me
sonrió, terriblemente despacio
y
exclamó: —¿Por qué no te quitas de la lluvia?
(Kiev, 1911)
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