viernes, 18 de octubre de 2019

ANA AJMÁTOVA





Me retorcía las manos



Me retorcía las manos bajo mi oscuro velo.
—¿Por qué estás pálida, qué te intranquiliza?
—Porque hice de mi amado un borracho
con una recóndita tristeza.

Nunca lo olvidaré. Salió tambaleándose:
su boca torcida, desolada...
Corrí por las escaleras, sin tocar los barandales.
tras él, hasta la puerta.

Y le grité, conmocionada: —Todo lo decía
en broma, no me dejes, o moriré de pena.
Me sonrió, terriblemente despacio
y exclamó: —¿Por qué no te quitas de la lluvia?


(Kiev, 1911)

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