jueves, 10 de noviembre de 2022


 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS

 


 

Pueblo

 

 

El perro
y el buey
no tienen
dueño

el mirlo
escarba
en la basura

aquí fue
la matanza

 

TINO VILLANUEVA

 

  

Así habló Penélope

 

 

He aquí el palacio donde he aprendido a sobrevivir;
donde hace dos años abracé a Odiseo,
fornido hijo de Laertes, por última vez—
un largo abrazo que bastó
para aunar nuestros latidos antes de su partida a Troya.

He aquí el palacio donde deambulo
por los pasillos, un mundo de piedra y madera que es el mío.
He aquí la estancia donde trabajo la lana,
y me hablo en alto;
donde aún despierta doy vueltas y vueltas,
donde en medio de la noche voy y vengo,
mientras una vez más me convenzo
de que la terrena idea del amor sigue siendo la sangre viva que
                    [me ronda el cuerpo.

He aquí el palacio donde porto la corona de la fidelidad;
donde el sonido del mar es aquél con que pienso.
Por tanto, si de pie, junto a la ventana, ver siempre deseo
la silueta de un barco que a mí viene,
qué ha de ser sino mi amor,
y la pasión por Odiseo que acrecienta el tiempo,
por mi astuto marido que piensa lo mismo, y a quien espero.

Así habló Penélope al despertar esta mañana,
cuando el dorado paño del alba ascendía
desde el mar.

 

Versión de Nuria Brufau Alvira.

 

ETHEL KRAUZE

 

 

57

 

 

¿Qué más podemos prometerte?

Ramos de crisantemos

ramos de gladiolas

ramos de siemprevivas y de azáleas y de adelfas

ramos de belenes y de nubes y de acacias.

Nada va a sorprenderte.

Basta tu nombre para que todos los ramos de la tierra

        florezcan al instante en una danza impecable

mientras nosotros trabajamos ajándonos

hundidos en el polvo que somos.

 

De: “Un nombre con olor a almizcle y a gardenias”

 

ENRIQUE MOYA

 

  

Nature Morte



I
El cadáver de mi padre
en el escenario de la morgue
Toco la piel de su frente
con la palma de mi mano

 

Un difunto no parece
quien alguna vez en vida fue
Su cuerpo es un eco impregnado de figuras
que han perdido su color

 

II
Los ojos de mi padre
aún están abiertos
El enfermero se los cierra
antes de anudarle la corbata

 

Su mirada al fin se pierde bajo los párpados
Esta vez no era pesadilla
en la cual se soñara a sí mismo
muerto en una sala de autopsias

 

La eternidad le había llegado
Quizá él (tendido sobre
una placa de metal) no lo sabía

 

III
El muerto en su ataúd
desesperado busca
aferrarse a una familia

 

Entonces digo

“No te aflijas
Soy yo, tu hijo
he venido a darte sepultura”

 

Nadie puede asegurar
que luego de morir
se terminan las angustias

 

IV
El forense pregunta qué hacer
con el reloj y los anteojos del difunto

 

Sus anteojos, sin ojos
brillan como estrellas de cristal

Su reloj, sin muñeca
puntual marca la hora


De: “Café Kafka”

 

ALDA MERINI

  

 

A Héctor

 


He sentido miedo de la muerte,
miedo de tus paraísos.
Tú eras mi abeja,
te apoyabas sobre mí
con tu benevolencia
y chupabas la flor de mis rimas
todo el tibio coraje.
Tú eras mi hermano
y eras también poeta...
Pero perderte así,
por banal alegría,
por la muerte burlona,
oh compañero de sueños,
¡qué no habría hecho!
No soy mujer de llorar las estelas
ni los silencios de los cementerios;
yo soy mujer de amor,
y tú lo sabes bien
qué no habría hecho.
Te habría perseguido en los sueños,
lo sé, y luego lentamente
habría resbalado en el sueño,
en el sueño de la locura
y allí, amándote siempre,
yo habría muerto de amor.





YOLANDA PANTIN

 


 

La línea



Nada me hacía pensar
en la felicidad, ni en
los ángeles,
viendo pasar a los
motorizados.

Sentí la extrañeza
de ser huérfana
de mi propia sangre,

de haber sido expulsada
del paraíso: voces,
música, de la estridencia
viva, fluidos
que desembocan
en el casco urbano.

Volví a mi pasividad doliente,
donde no hay ruido. Pero atiendo,
en la frontera cada una de las letras
de ese salmo: la tal vez
alegría.