lunes, 1 de agosto de 2016


ALI CHUMACERO




Entre mis manos vives...



Entre mis manos vives
en confusión de nacimiento y corazón herido,
como desvanecerse o contemplar
un alto simulacro de ruinas;
sobre mis dedos mueres,
materia pensativa que se abate
bajo el murmullo de mi tacto,
y eres tristeza en mí,
suave como la forma de la nieve,
como cerrar la puerta
o mirar la inocencia de una pluma.

Nacida para mi caricia,
con un perdón que olvida y un comienzo
de éxtasis y aromas,
me acerco hacia tu aliento,
tu oído con mis labios toco y digo
que nuestro amor es agonía,
que escuches mi temor y mi palabra de humo
y que yo, como tú, de noche oigo
cómo se pierde el pensamiento,
confuso entre mi carne y tu recuerdo.

Mas retiro mi rostro de tus ojos
porque ya no podré pensar una palabra
que no habite tu nombre,
y porque surges hasta del silencio
como enemiga que desdeña el arma
y de improviso nace entre las sombras,
cuando sin ti yo no sería
sino un olvido abandonado
entre las ruinas de mi pensamiento.



HEBERTO PADILLA



  
Que siempre exista tu cabeza...



Que siempre exista tu cabeza
                                              a poca altura de la mía
Una ciudad soltando pájaros
                                                           bodas
                                                                       en fin
gaviotas en la espuma
                                  Que haya un tonel de vino negro
      como tus ojos
                                  y naves altas y limpias
como la noche
Y tú en medio de todo
juntando lo inconexo.


De: "El hombre junto al mar"



ELSA LÓPEZ





Cuando tu lengua escarba mi cuerpo lacerado
que fue tan sólo tuyo durante un tiempo espeso,
inmortal y perfecto.

Entonces tú terminas y yo comienzo a amarte.

Cuando he rugido cóncava debajo de tus piernas,
y has dejado un reguero de sal y hierbabuena
sobre mi piel reseca.

Entonces tú terminas y yo comienzo a amarte.

Cuando la luz se apaga y tu cuerpo se queda
tendido y olvidado entre blandas semillas.

Entonces tú terminas y yo comienzo a amarte.


De: "Del amor imperfecto"1987:


JOSÉ LANDA



  
La noche en la mirada de una sola mujer 



Tal vez porque los días transcurren desiguales
     y una rama no copia a la otra,
tal vez,
ningún aliento se despereza en el jardín de la viuda,
ningún sonido ajeno al de las aves que ya de por sí rondan
      el almendro solitario. 

Lo que otros dicen del placer hace zumbar los oídos
       de la viuda, serpentear como la ese del deseo por sus manos.
Su amante es el silencio de ciertas noches húmedas  de calor.
No hay nada que temer, es inocente a falsos
      testimonios  de dulceras hostiles
 y vaqueros ansiosos por tocarla,
 no romperá el candado de su fidelidad al más allá. 

Entra un “norte” en el pueblo y la gente se persigna,
el ventarrón golpea ventanas, puertas,
       corazones mudos de soledad,
invade los dominios de la calma en un afán por
         transformarlo  todo.
“Es el muerto –dicen– que viene a proteger a la viuda” 

Ni gorrión usurpador de horizontes,
ni chuparrosas compañero de las miradas vacías,
ni muchacho buscador de vírgenes a la sombra de los
       guásamos en el campo.
Es el deseo.
La fiebre humedece el pubis de la viuda, se asoma
      al jardín y luego reza padresnuestros,
 avesmarías con las manos abrasadas.
El ventarrón se cuela por la ventana abierta, desordena
      sus sentidos,
pero también se marcha. 

Tal vez porque no hay fuego sin orillas, ni gemir sin eco
      en una habitación oscura,
el silencio hará crecer un musgo todavía primaveral
      en la entrepierna de la viuda.  



VICENTE NÚÑEZ



  
La Despedida



Al volver de las rocas, donde sopla la brisa
y estrella el mar el agrio navío de su aroma,
la prolongada queja de un tren lejano abate
mi corazón rendido de pañuelos y adioses.
Y si amo el instante que de ti me separa
y cedo a la delicia de su ingrata hermosura,
que expirará mañana entre humo y abrazos;
si de nuevo renuncio a quedarme contigo
en la vida que oprimen con su broche los días
y convierte al amor en una estatuilla
de sal que se derrumba en un jardín estéril;
si elijo el gallardete de la pena, y el mundo
continúa lo mismo de bello porque es triste
con sus nubes sombrías y sus húmedos bosques,
es sólo porque debo perderme totalmente
y arrojar la amargura tan dentro de mí mismo
que por ella, algún día, sepa al fin que he vivido.


De "Los días terrestres"



DIONISIO RIDRUEJO



  
A una estatua de mujer desnuda



Desnuda y vertical, pero ceñida,
la línea de la tierra a la pereza
de una carne que cede, cuando empieza
la perfección del sueño, su medida.

Materia sin amor, pero encendida
por el número fiel de la pureza
donde la fría carne se adereza
sin el gusto del tiempo y de la vida.

¡Oh, dócil a los ojos y apartada
del fuego de la sangre, muda gloria
en éxtasis de tierra levantada!

Antigua juventud fresca y gastada
que aflige la pasión de su memoria
en esta eternidad tan sosegada.