"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 6 de octubre de 2019
JULIAN PRZYBOŚ
Notre Dame
¡Y el espacio brotó
de un millón de dedos unidos para rezar!
Pero el terror puntiagudo me hundió
en su Entraña.
Escarnecido y despreciado por las quimeras
con su boca abierta por la lluvia
me pregunto: ¿Quién soy yo vivo
al pie de los pilares?
Estos muros desprendidos de la roca
se levantan del sarcófago, sus quijadas
se alzan por encima de mí.
¿Quién estremeció las tinieblas?
¿Quién las plegó? ¿Quién las abrazó?
Ya sé. Las cruces sujetadas
a sus Cristos
hay que convertirlas en andamios
verticales con sus peldaños,
igualar la voluntad con el azul
más hondo del cielo,
y a la propia muerte
hay que clavarla con el rayo
del gótico—
—arriba en la piedra angular
palpita el vuelo atrapado de las flechas—
Perduro bajo el trueno de las piedras
que suben siempre, implacablemente,
hasta que de repente el vértigo
las haga precipitarse en el fondo
de dos torres — dos honduras detenidas.
¿Quién concibió ese abismo?
¿Quién lo expulsó hacia arriba?
ALFONSO CORTÉS
Almas sucias
Abro para el silencio la inercia de la fluida
distancia, que no vemos, entre una y otra vida
y tras la cual las cosas que miramos, observan…
Yo elevaré las vastas esencias que conservan
su secreto de sueños dentro del pecho enorme,
que dentro de mí tienen una idea conforme,
y uniré los detalles de Forma, Luz y Acento
que unifica la pálida lejanía del viento;
porque bajo, entre y sobre los cielos, la distancia
de que os hablo, es la Idea que pone la fragancia
de unidas relaciones sutiles, como losas,
un silencio, ¡una inercia del alma de las cosas!
Abro para el silencio la inercia de la fluida
distancia, que no vemos, entre una y otra vida
y tras la cual las cosas que miramos, observan…
Yo elevaré las vastas esencias que conservan
su secreto de sueños dentro del pecho enorme,
que dentro de mí tienen una idea conforme,
y uniré los detalles de Forma, Luz y Acento
que unifica la pálida lejanía del viento;
porque bajo, entre y sobre los cielos, la distancia
de que os hablo, es la Idea que pone la fragancia
de unidas relaciones sutiles, como losas,
un silencio, ¡una inercia del alma de las cosas!
ANA LILIA FÉLIX PICHARDO
Moras en la cordillera I
Danta
perdida
se
desarman los valles
lluvia
en el páramo.
MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ
Miedos
Me
da miedo
el
ruido del acontecer.
Soy
el
que dice tal vez, el oscuro,
el
del collar de gotas de agua (decía).
Debo
añadir que me da miedo
la
luz sensible y sensitiva
de
los gatos callejeros. Me hace temblar.
Ahora
mismo.
La
luz cruda del día
(decía).
Y
entonces sin ti mengua la luz.
Y
entonces sin ti no acojo los colores.
Delegan
en ti en todo caso.
Y
entonces, ¿me entendéis?
No.
Solo a ratos. No me da miedo la palidez.
No
me da miedo la verborrea.
No
me da miedo mojarme y ser consciente.
No
me da miedo la nieve.
No
me da miedo Monelle leve en su ropa,
firme
en
su levedad,
así
por mucho tiempo.
No
tengo miedo a la des-esperación.
¿Qué
es vestirse?
¿Qué
es un vestido?
Pero,
¿por qué tú y no nosotros?
Tampoco
esto significa
que
los miedos estén
a
la puerta.
YEMIRA MAGUIÑA
Noche intransigente
Cuánto
tiempo he de contemplarla así
arrancándome
el corazón si arrepentimientos
asegurándome
con sus ojos dormidos que el tiempo no me alcanza ya
quisiera
que no durmiera ahora
para
escucharla una vez más para siempre
Me
resigné en un momento
a
su cualidad efímera
pero
no la quiero lejos de mis amuletos
qué
egoísta suena esto
qué
intransigente
manitas
inocentes que a veces castigo para no echarte a perder
qué
necesario tu aliento cuando la noche se me acerca
cuando
suena la última sonata
cuando
se me arrastra la vida por los pies y no puedo prender la luz para no
incomodarte.
ANA AJMÁTOVA
Esta época cruel me ha desviado
Esta
época cruel me ha desviado
como
a un río fuera de su curso.
Desviada
de las riberas familiares,
mi
cambiante vida fluyó
a
un canal hermano.
Cuántos
espectáculos me perdí:
el
telón alzándose sin mí
y
cayendo también. Cuántos amigos
que
nunca tuve oportunidad de conocer.
Aquí,
en la única ciudad que puedo llamar mía,
donde
caminaría dormida sin perderme,
cuántos
cielos extranjeros pude soñar
que
no rendirían testimonio a través de mis lágrimas.
¡Y
cuántos versos fui incapaz de escribir!
Sus
coros secretos me acechan
muy
de cerca. Un día, acaso,
me
estrangularán.
Sé
los comienzos y también los finales.
y
la vida-en-la-muerte y alguna otra cosa
que
mejor será no recordar ahora.
Cierta
mujer
ha
usurpado mi sitio
y
usa mi verdadero nombre,
dejándome
sólo un apodo
con
el que he procedido lo mejor que he podido.
La
tumba a la que vaya no será la mía.
Pero
si pudiera salir de mí misma,
y
contemplar a la persona que soy,
sabría,
por fin, qué es la envidia.
(Leningrado, 1944)
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