jueves, 25 de agosto de 2022


 

TERESA MELO

 

 

Después de la fiesta

 

 

Era el hijo de alguien el hermano el padre
El vecino cercano … el enemigo
El tipo de la esquina
El joven una vez … el abuelo de él
El de la compra diaria del periódico
la sal de las comidas … la carencia
El del parque contiguo mirando las baldosas
los gorriones clonados. las hojas del laurel
El del agua caliente para el baño
El que no podía haber sido ministro
ni cartero.

Demasiado tiempo para demasiadas cosas
Su cansancio antiguo como las formas de vivir
que le tocaron
como el hierro forjado que apretaba
como la felpa muda de su cuello
los buenos días … la desnudez del torso
las piernas levantadas sobre el borde
la inocencia caída … la culpable.

Para no ser más
el observado por la muchacha que fui
la dócil bebedora del ajenjo
la que cargaba su casa como un caracol escarmentado
la que ponía su foto en los carteles
y una solitaria bandera en la pared.

Después de la fiesta
no pudieron encontrarse:
el rodó hasta detenerse
contra la pared que guardaba los autos
ella no pudo verle desde el asiento
en que quedó clavada
ni creer que era posible bajar las escaleras
y partir
como si nada hubiera sucedido.

 

 

DORA ALONSO

 

  

La gata de María Ramos

 

 

Ahí viene la gata
de María Ramos,
que tira la piedra
y esconde la mano.

Tírale una
a la mata de tuna.
Tírale dos
al laurel cimarrón.

Ahí viene la gata
en traje de novia;
el velo se ciñe
con seis mariposas.

Se ha puesto collar
y un par de espejuelos.
La flor de limón
adorna su pecho.

Que tira la piedra
y esconde la mano
la gata barcina
de María Ramos.

 

 

JUANA BORRERO

 

  

Vespertino

Para la amable señorita Teresa Aritzti

 

 

Hacia el ocaso fúlgido titila
el temblador lucero vespertino,
y a lo lejos, se escucha del camino
el eco vago de lejana esquila.

Como escuadrón de caprichosa fila
nubecillas de tono purpurino
se desvellonan en celaje fino,
etérea gasa, que disuelta oscila.

El rayo débil que las nubes dora,
lentamente se extingue, agonizante,
sus fulgores lanzando postrimeros;

y la noche se apresta vencedora
a desceñir sobre el cenit triunfante
su soberbia diadema de luceros.

 

 

DOMINGO ALFONSO

 

  

Entre sombras me pudiera esconder

 


Tal vez

Entre sombras me pudiera esconder

(Alguien recordará que viví)

Mi paso incierto por repletas calles

Polvo de pueblo, como yo mismo fui

Nervioso; machacando

Hacia la puerta final:

(¿Almacén de eterna oscuridad?)

Pero esa luz

Más brillante que todas..:

Si alumbrase mi espíritu

Alguna vez.

 

 

 

JOAQUÍN CIFUENTES SEPÚLVEDA

 

  

Presentimiento

 

 

(y madura en mis labios una sonrisa amarga
el recuerdo angustioso de este presentimiento)

Esa mirada que persigo
huye de mí y no sé por qué…
tal vez los hombres la dijeron
que entre mis labios palpitaba
como una flor la maldición.

Seré un esclavo del perjuicio.
Nadie – mujer, hombre ni niño –
comprenderá mi pensamiento.

Celestinescos parlanchines
me harán el blanco de sus risas,
y esas dos manos que persigo
se alargaran con indolencia
para mostrar al hombre malo.

Nadie – mujer, hombre ni niño –
verá en mis ojos una lágrima
que trata en vano de entregarse.

Arrancaré del mundo ingrato
llevando en mi la maldición
de esa mirada que persigo;
tal vez allá en la lejanía
un andrajoso limosnero
de sus harapos me haga cama…

 

 

JOSÉ SANTOS CHOCANO

 

  

Amor muerto

 

 

Sin poderlo evitar, tal vez me quieres;
y mis pláticas dulces y armoniosas
te embriagan con las mieles de sus rosas;
ve lo que fuiste ayer, ve lo que hoy eres!

No quebrantes la ley de tus deberes:
dime sólo palabras amistosas;
que me conformo. El trato de las diosas
vale más que el amor de las mujeres…

Gózome sólo en contemplar tu huella,
como recuerdo de mi amor profundo,
borrándose en la arena del desierto…

Tal soñamos mirar lejana estrella,
por el rayo de luz, que a nuestro mundo
llega quizás cuando la estrella ha muerto.