martes, 26 de octubre de 2021


 

ISMAEL RAMOS

 


 

Fábula



Hubo un día en que mi padre me pidió que me pegase un tiro.
Esto no es un poema.
En casa de mis abuelos hay dos escopetas.
Hacía sol y decidí caminar cuesta abajo.

 

 

JUAN MARÍA PRIETO

 

 


 

Tratado de antropología caucásica para argumentar que la memoria es el hogar que nos queda: Ritos funerarios

 

 

Qué ingrato el ánimo desafecto de la sepultura pedimos a otras manos la delicadeza cuando no nos alcanza la suavidad unos padres hacen hueco a su hija que potrea en el lecho aunque no deja espacio suficiente la anatomía le ha nacido junto al labio un girasol menos mal que abarca una viudez contemporánea este hito y que habíamos sido previsores con la putrefacción astillamos al huérfano varón porque acucia la enmienda y nos esperan las mujeres para la ceremonia en este luto apremia la practicidad de las parcas también contiene un capitalismo feroz una despedida hay negocio en todos los misereres apenas si da una tregua para aprender la compostura de la formalidad que ya duele la adultez que un deceso es costoso hemos alboreado nuestro valor para la póliza alguien tenía que buscar al sepulturero y a pesar de la deferencia no ha mostrado apuro siquiera frente al primogénito no importa ya la confección a estas alturas de la carne rasguemos en retales el agasajo de la elegancia que el sastre ya no puede recordar la palabra aguja ni colocar un puño de su propia camisa quedan aún plegarias antes de cortar los crisantemos abre las puertas que el eccema no entiende más de amores que esta guardia macera tu gloria prieta y ya no llega el pellizco retozón sino la escara vi el fémur de mi abuelo salir de su sueño cálcico quebrarse en dos mitades a qué sonido cruel nos aboca el olvido mientras crecíamos su muslo soportó nuestra numeración trajo a mediodía la faltriquera el paloduz el tallado de la espadas de madera el medio del gallo en el corral custodió mi chapoteo de plástico chirriante cómo odiaba de pequeño las calles de lluvia esa carne sostuvo por vez última de cuerpo presente a su esposa a la que no conocí y fue benigna pues nos estrechó ahora apenas si mantiene la osamenta del arcángel no hay tacto que comunique dolor alguno no existe el nervio ni ese ego subcutáneo de la multiplicación apenas jirones de un tejido que nos erizó me he demorado porque hay una velocidad distinta en el ciprés en el asiento trasero de esos coches abandonados no hubo sorpresa fue sagaz la larva en los lustros de la descomposición la química que acabó con su tórax también nos dio la fotografía que luce en el salón qué paradoja nos regalan el progreso y sus esperanzas no temas un río muere por ti muere en el inicio de otro río en la orilla de un mar cuya arena será castillo de arena he visto el fémur de mi abuelo llegué tarde a las exequias abracé a mi padre crucé el paisaje donde nacerán otros ríos cuando quemen estos huesos en un descampado o en una sala con una vitrina perdurará el olor de los apellidos os he encontrado cabizbajos en el camposanto y hemos sonreído porque en cualquier caso nos alegra el fandango

 

 

LORINE NIEDECKER

 

 


Cuando el éxtasis es inconveniente

 

 

Finge una gran tranquilidad;
los traslados felices pronto acaban.
Canta: porque quién sabe
si el vuelo es el final o el vuelo es el principio
para una gaviota que descansa.
Corazón, tú, tranquilo.
Di que hay dinero aunque esté oxidado,
di que el tiempo lunar no es el propicio para escabullirse.
Es el color del cielo más abajo,
saturado en exceso,
o el viento que sopla en mi moño.
Conoce con asombro
qué tan frecuentemente una
hace locuras por su propia mano
y se las queda.

 

 

JAVIER TEMPRADO

 

 

 

Noche cerrada

  

 

Cuando tenía diez años, mi abuelo
se quedaba conmigo algunos días.
Salíamos al patio a mirar las lagartijas
descender por los muros y acercarse
a la luz y comer. Poco después
quedábamos varados en mitad
del silencio y la noche
y hundíamos la vista, como anclas de un navío,
en los mares de cal que se extendían
ante nosotros. Y seguíamos
sin distracciones, mientras la humedad
y los minutos iban congregando los sueños,
centinelas de nuestra soledad.

Dormidos como estábamos,
la noche nos llevaba a territorios
confusos, parcos en imágenes
pero tan placenteros al recuerdo.
Y apenas al abrir los ojos, todavía
pesados, nos sabíamos felices,
porque si la memoria es faro que permanece,
y un barco que navega al mismo tiempo,
también ser joven es saber
que existe alguien que espera
en otro lado.

 

SANTIAGO GALÁN

 

 


 

Al retirar el escarabajo
la arena fina de las dunas
estampa contra ellas su cuerpo,
su entero ser.

Es de esta forma todo él
huella
traducción de su camino en surcos

Rastro involuntario de sí
que en su inmediato perecer
lo encierra, nos encierra.

  

De: “La lucidez del dromedario”

 

 

EMILIA PARDO BAZÁN

 

 

 

Soneto

Al señor don Salustiano Olózaga

 

 

Mientras gime la patria destrozada
y por el mundo entero escarnecida
introduciendo en la cruel herida
sus propios hijos la sangrienta espada;


mientras ve la ambición desenfrenada,
la generosa libertad perdida,
la virtud sin motivo perseguida,
y la justicia sin pudor hollada;


guardar a ti tan solo te fue dado
de libertad la idea bienhechora
que siempre fue tu lábaro sagrado


por eso la doliente patria ahora
llanto vertiendo por tu triste estado
ancora en ti contempla salvadora.

 

De: “Gota perdida en el inmenso mar”