"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 22 de diciembre de 2019
VIRGILIO DÁVILA
No des tu tierra al extraño
Dios,
el mundo concluido,
tiróle
un beso al azar;
y
el beso cayó en el mar,
y
es la tierra en que has nacido.
En
ella formas tu nido,
de
amor rendido al amaño;
ella
un año y otro año
te
brinda con su tesoro;
ella
vale más que el oro.
¡No
des tu tierra al extraño!
Mira
sus campos. Arriba
es
ornato de la loma
la
breve y fragante poma
del
café, púrpura viva.
Fruto
que la mente aviva
y
es del criollo sostén al
par
que orgullo. Si hay quien,
extraño
quiera tu suelo,
que
no se colme su anhelo
por
más que te pague bien.
De
sus llanos la grandeza
admira
la gente extraña.
En
ellos canta la caña
la
canción de la riqueza.
Como
una enorme turquesa
allá
el tabacal se extiende.
¡La
imaginación se enciende
ante
ese cuadro admirable!
¡Qué
bajo y qué miserable
el
que su terruño vende!
En
la playa el cocotero,
con
su penacho elegante,
es
asombro al navegante
y
tentación al logrero.
No
des por ningún dinero
tu
pedazo de verjel,
que
eres tú patriota fiel
y
de legítimo cuño,
y
el que vende su terruño
vende la patria con él.
HANS MAGNUS ENZENSBERGER
poema sobre el futuro
aparecen dos hombres en un tractor
(chou en-lai está en moscú)
dos hombres en monos grises
(los premios nobel en frac)
dos hombres con varas finas
(medallas de oro en tokio)
en la cuneta entre hojas amarillas
(los guerrilleros muertos de viet nam)
entre hojas amarillentas
dos hombres en monos grises
levantan varas finas
una a la izquierda y otra a la derecha
cada cincuenta pasos
varas oscuras en la luz de noviembre
(chou en-lai está en moscú)
dos hombres en monos grises
en la luz sesga de noviembre
huelen la nieve que cubrirá
hojas y hombres
y borrará el camino
hasta que no se vea más nada
menos cada cincuenta pasos
una vara a la izquierda y otra a la derecha
para que el quitanieves
encuentre su camino
allí donde el camino es invisible
1964
aparecen dos hombres en un tractor
(chou en-lai está en moscú)
dos hombres en monos grises
(los premios nobel en frac)
dos hombres con varas finas
(medallas de oro en tokio)
en la cuneta entre hojas amarillas
(los guerrilleros muertos de viet nam)
entre hojas amarillentas
dos hombres en monos grises
levantan varas finas
una a la izquierda y otra a la derecha
cada cincuenta pasos
varas oscuras en la luz de noviembre
(chou en-lai está en moscú)
dos hombres en monos grises
en la luz sesga de noviembre
huelen la nieve que cubrirá
hojas y hombres
y borrará el camino
hasta que no se vea más nada
menos cada cincuenta pasos
una vara a la izquierda y otra a la derecha
para que el quitanieves
encuentre su camino
allí donde el camino es invisible
1964
De: "Poesías para los
que no leen poesías"
Versión de Heberto Padilla
Versión de Heberto Padilla
NIZAR QABBANI
Con ella en París
Ni
la poesía satisface mis deseos, ni la canción.
En
nombre de la poesía, pido perdón a tus ojos.
Intenté
describirte y no pude.
Oh
tú a cuyos pies se humillan las imágenes.
Divulgan
noticias que no creo:
¿es
verdad que entre tus pechos habita la luna?
¡Qué
difícil es describirte y deletrearte!
Cuando
te toco, lloran en mis manos las piedras.
¿Quién
eres? ¿Quién serás?: Me fallan los nombres,
no
me bastan el ingenio y la vista.
Con
mi amor pintaba tus pechos
y
fracasé: no soy más que un hombre.
Oh
nube de música que me da sombra.
Así
llovizna sobre el paraíso.
La
letra, desde tus ojos emprende su viaje.
Sin
ellos, todos los lenguajes se desmoronan.
Oh
tú, por la que deseo que se me torne la sangre
vino
con fuego de amor fermentado.
El
amor viaja cual espada por mi cuerpo,
y
yo no estaba preparado... ¡cosas del destino!
Mis
derrotas en el amor parecen perfumadas:
en
tu amor soy vencedor y perdedor.
Atrás
dejé mis victorias... y héme
orgulloso
de tu pelo hasta la cintura.
¿Qué
es el amor sino aventura?
Y
de ti, lo mejor del amor es el peligro.
Oh
tú, por la que deseo hasta que se torne mi boca
en
jardines con agua y fruta...
Las
islas de kohol en tus ojos maravillan.
¿Qué
hacer, si el viaje me reclama?
Morena:
los campos de tabaco están iluminados
y
las perlas del mar son transparentes y originales.
¿Te
acordarás de nuestro vagar por París?
Caminabas
perseguida por árboles.
Tus
pasos por la plaza Vendôme eran una melodía
con
el kohol de tus ojos extendiéndose por la Madeleine.
Amiga
del restaurante chino: nuestro asiento
aún
espera en nuestro rincón poético.
Todas
las estatuas de París nos conocen,
y
las floristas, los kioscos y la lluvia.
Hasta
las fuentes de la Concorde nos recuerdan:
no
sabía que el agua tuviera memoria.
El
Burdeos que saboreo me vence
y
tu cálida voz no deja piedra sobre piedra.
Mientras
sigas siendo mía, son mi reino las fronteras del sol,
la
tierra firme, la mar, las playas y las islas.
Si
tu amor me otorga su manto,
¿cómo
no voy a conquistar el mundo y triunfar?
Me
echaré a la mar, loco y suicida:
el
verdadero enamorado vive cuando se suicida.
(1986)
De: “El amor no se detiene
ante la luz roja”
GEORG TRAKL
Una canción vespertina
Por
la tarde, cuando caminamos por sendas oscuras,
Aparecen
ante nosotros nuestras pálidas formas.
Cuando
tenemos sed,
Bebemos
las blancas aguas del estanque,
La
dulzura de nuestra triste infancia.
Extintos,
descansamos bajo la espesura del saúco,
Observando
el color gris de las gaviotas.
Nubes
primaverales se alzan sobre la oscura ciudad
Que
silencia un monje de viejos tiempos.
Cuando
tomé tus delgadas manos,
Abriste
ligeramente los ojos redondos.
Cuánto
ha de todo esto.
Y
sin embargo, cuando una oscura armonía aflige al alma,
Apareces
tú, blanca, en el paisaje otoñal del amigo.
JOSÉ MANUEL CABALLERO
Llega
el momento de decir la palabra
y se la deja fluir, se la ayuda
a resbalar entre los labios,
anclada ya en sus límites de tiempo.
La palabra se funda a ella misma, suena
allá en el corazón del que la habla
y trepa poco a poco hasta nacer
y antes es nada y sólo una verdad
la hace constancia de algo irrepetible.
Súbitamente esa palabra aumenta
el hallazgo caudal de la memoria,
boga sobre los hombres que la escuchan,
gira anhelante entre vislumbres
y se alza más y más y se perfila, pule
sus bordes balbucidos, se nivela entre sueños.
Después inicia su holocausto.
Función de amor o de vileza,
la palabra se gasta en los oídos,
puebla sus márgenes de brozas,
se torna vana, amago de un aliento,
oscuridad final y sin sentido.
Está cayendo ya hecha pedazos.
Rescoldos sumergidos, restos
de rescates sin fondo, flota y flota
sobre las intenciones proferidas,
entre el silencio de las conjeturas.
Es nada la palabra que se dijo
(no importa que se escriba para
querer salvarla), es nada y lo fue todo:
la música del mundo y su apariencia.
De: "Memorias de poco tiempo"
y se la deja fluir, se la ayuda
a resbalar entre los labios,
anclada ya en sus límites de tiempo.
La palabra se funda a ella misma, suena
allá en el corazón del que la habla
y trepa poco a poco hasta nacer
y antes es nada y sólo una verdad
la hace constancia de algo irrepetible.
Súbitamente esa palabra aumenta
el hallazgo caudal de la memoria,
boga sobre los hombres que la escuchan,
gira anhelante entre vislumbres
y se alza más y más y se perfila, pule
sus bordes balbucidos, se nivela entre sueños.
Después inicia su holocausto.
Función de amor o de vileza,
la palabra se gasta en los oídos,
puebla sus márgenes de brozas,
se torna vana, amago de un aliento,
oscuridad final y sin sentido.
Está cayendo ya hecha pedazos.
Rescoldos sumergidos, restos
de rescates sin fondo, flota y flota
sobre las intenciones proferidas,
entre el silencio de las conjeturas.
Es nada la palabra que se dijo
(no importa que se escriba para
querer salvarla), es nada y lo fue todo:
la música del mundo y su apariencia.
De: "Memorias de poco tiempo"
CARLES RIBA
8
Qué enfurecidas
oigo correr las aguas
de nuestro amor,
si a ti voy por el débil
puente de una caricia!
De: “Tankas de las cuatro
estaciones”
Versión de José Agustín
Goytisolo
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