Una canción vespertina
Por
la tarde, cuando caminamos por sendas oscuras,
Aparecen
ante nosotros nuestras pálidas formas.
Cuando
tenemos sed,
Bebemos
las blancas aguas del estanque,
La
dulzura de nuestra triste infancia.
Extintos,
descansamos bajo la espesura del saúco,
Observando
el color gris de las gaviotas.
Nubes
primaverales se alzan sobre la oscura ciudad
Que
silencia un monje de viejos tiempos.
Cuando
tomé tus delgadas manos,
Abriste
ligeramente los ojos redondos.
Cuánto
ha de todo esto.
Y
sin embargo, cuando una oscura armonía aflige al alma,
Apareces
tú, blanca, en el paisaje otoñal del amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario