jueves, 5 de mayo de 2016


ANGELAMARÍA DÁVILA MALAVÉ




acabo de morir,
y que mi muerte
sirva de grito hondo a mi garganta,
y que me arda la sal de tanto tiempo
prendida y afuegada.
acabo de morir, y que mi muerte
se empuje ronca y fuerte por mis manos,
que la piel de mis venas se haga arterias,
que se encrespe naciéndome en mi sangre.
la muerte me llegó, así, de golpe
revoleándome pieles ya gastadas,
naciéndome en  las ansias de anuevarme.
pobre en mí, por mis surcos
me levanta una aurora tambaleante;
por mis pasos perdidos,
por mi huella ingastable,
se me encauza la muerte a garrotazos
volcándome la vida.
¡vida yo!       
con la aurora latiéndome en los pasos.
hoy me llego hasta mí,
caída en esta sal de no sé donde
ni cuando, ni por que
toda de heridas.
me repta hasta mi siempre, entre todos
mis siempres,
esta oscuridad rara,
tan extraña y vacía,
tan ajena de mí, tan hondamente
mía;
enamorándome.
vengo a decir que soy
y no soy nada.
ya todo se ha cansado de mí:
el odio se ha cansado desde siempre,
el amor se ha cansado desde ahora.
ya se cansó la brisa largamente,
ya se cansó la entrega,
ya se canso mi cruz y mi cintura.
todo es cansancio y nada.
la oscuridad extraña desde todas
mis venas, ajenamente mía...
enamorándome.

 Homenaje al ombligo, 1966 , José María Lima y Ángela María Dávila


RAINER MARIA RILKE




Día de otoño



Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.


Versión de Jaime Ferreiro


JUAN DE DIOS PEZA





El cuento de Margot



Vamos, Margot, repíteme esa historia
que estabas refiriéndole a María,
ya vi que te la sabes de memoria
y debes enseñármela, hija mía.

-La sé porque yo misma la compuse.
-¿Y así no me la dices? Anda, ingrata.
-¡Tengo compuestas diez! -¡Cómo! repuse,
¿Te has vuelto a los seis años literata?

-¡No, literata no! pero hago cuentos...
-No temas que tal gusto te reproche.
-Al ver a mis hermanos tan contentos
yo les compongo un cuento en cada noche.

-¿Y cómo dice el que contando estabas?
-Es muy triste, papá, ¿qué no lo oíste?
-Sólo oí que lloraban y llorabas.
-¡Ah! sí, todos lloramos; ¡es muy triste!

Imagínate un niño abandonado
de grandes ojos de viveza llenos,
rubio, risueño, gordo y colorado
-Como mi hermano Juan, ni más ni menos.

Figúrate una noche larga y fría,
de muda soledad, sin luz alguna,
y ese niño muriendo, en agonía,
encima de la acera, no en la cuna.

-¿En las heladas lozas? -Sí, en la acera.
Es decir, en la calle... ¡Qué amargura!
-Hubo alguien que pasando lo creyera
un olvidado cesto de basura.

Yo pasaba, lo vi, bajé mis brazos
queriendo darle maternal abrigo
y envuelto en un pañal hecho pedazos
lo alcé a mi pecho y lo llevé conmigo.

Lloraba tanto y tanto el angelito
que ya estaban sus párpados muy rojos...
y a cada nueva queja, a cada grito
el alma me sacaba por los ojos.

Me lo llevé a mi cama: entre plumones
lo hice dormir caliente y sosegado...
¡Cómo hubo en este mundo corazones
capaces de dejarlo abandonado!

¡Ay! yo sé por mi libro de lectura
que estudio en mis mayores regocijos,
que ni los tigres en la selva oscura
dejan abandonados a sus hijos.

¡Pobrecito! yo sé su mal profundo,
le curo como madre toda pena;
parece que este niño en este mundo
no es hijo de mujer sino de hiena.

De mi colchón en el caliente hueco
duerme para que en lágrimas no estalle;
y llorando Margot, mostró el muñeco
que en cierta noche se encontró en la calle.



ESDRAS PARRA




Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza...



Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza
si mi canto emana del torrente de las piedras
si los puños me atan las manos
y ya no puedo reconocer el fuego que cae del cielo
si alimento mi espinazo con carbones
y lo empujo en una sola dirección
si dejo que mis pies pisoteen su sombra
y el polvo llore a lágrima viva
ay si el silencio calla y la noche abre
una herida oscura en mi costado

dedos os he visto soñar.


FRIEDRICH HÖLDERLIN




Archipiélago
(fragmento)



¿Tornan de nuevo las grullas a ti, las naves el rumbo
tuercen, van de tus playas en pos? ¿ Serenas y ansiadas
brisas llegan al plácido mar, y al sol asomando
del abismo el delfín, luz nueva inunda su dorso?
¿Jonia brilla? ¿Tiempo es ya? Pues es primavera,
y ha tornado a nacer la vida en todos los seres,
y hay en los hombres amor, y tiempos áureos se evocan;
¡vengo en tu paz a ti, oh poderoso, a loarte!

¡Oh venerable!, descansas aún viviendo a la sombra
de tus montes; aún tus brazos jóvenes ciñen
amorosos tu tierra, y a tus hijas, ¡oh padre!
de tus islas radiantes aún ninguna perdiste.
Creta vive, y Salamis, que frescos laureles circundan.
Y alza, en medio de rayos, y a la hora del orto la testa
resplandeciente Delos, y Tenos y Kíos
frutas purpúreas guardan: y de embriagadas colinas
mana el vino de Chipre, y de Kalauria descienden
ríos de plata que van a las véteras aguas del padre.
Todas viven, las islas que un día engendraron los héroes.
Y año tras año irradian y si una vez, del abismo
liberado, el fulgor de la noche, la interna borrasca
a una de ellas sorprende y en tu seno a los hombres sepulta,
tú, tú en cambio pervives, deidad, pues sobre la oscura
sima, por ti mucho viose nacer y mucho morir.(...)

(...)Entonces, ¡oh amigos de Atenas, oh gestas de Esparta,
cara primavera de los griegos! Si llega
a nuestro otoño, tornad y mirad, espíritus todos
del mundo que fue, ¡pues el fin de los años se acerca!
¡La fiesta también celebrad, oh días de antaño!
A la Hélade miran los pueblos, llorando y cantando
del día orgulloso del triunfo los suaves recuerdos.

¡Floreced entre tanto, mientras los frutos maduran,
oh jardines de Jonia! ¡Floreced en las ruinas de Atenas!
¡Ocultad a los días futuros el duelo!
¡Coronad con eterno verdor, oh laureles, los túmulos
de los muertos, allá en Maratón, donde tantos
victoriosos soldados cayeron, o allá en Keronea,
cuyos campos los últimos atenienses sin armas
huir vieron del día fatal de la afrenta, allá donde
de la cima hasta el valle trenos se escuchan, y el canto
del destino las aguas vagabundas entonan!

Mas, oh tú, de los mares señor inmortal, aunque el canto
de de los griegos no más, como antaño, en tus olas te loe,
canta en mí más y más; que el espíritu impávido
de los mares, al modo de los nautas, disfrute
su solaz, y la lengua de los dioses distinga,
y el vaivén de las horas; y así, si el tiempo voraz
sobreviene a segar la miseria y los yerros
de mi vida mortal, y entre los muertos a hundirla,
que la paz en el fondo de tus abismos encuentre.
Versión de Otto de Greiff



LIZ BARRIO




Voy a sacudirle al diablo los ojos tristes



Voy a sacudirle al diablo los ojos tristes
y a rociar su voluntad con el verso sin protuberancias.

Hace siglos que está enfermo de tiempo
dicen que un día abrió un libro
que lo leyó con la atención desnuda
                                                       y no volvió jamás en sí mismo.

Le duelen ahora la prisa y las canas
las venas
las conclusiones de diario
                                       y termina siempre cansado
muy cansado.

Imperfecto y tardío
se le clava la nostalgia en las mañanas grises
y un sabor a desgracia parpadea en sus sienes.

Pobre diablo asustado
frío como el prohibido amor que le fue concedido
habrá que dejarlo descansar y no culparlo siempre.
Más imperfecto que nosotros araña su ruido fermentado
sin más opción
que la inmortalidad.