jueves, 5 de mayo de 2016

ANGELAMARÍA DÁVILA MALAVÉ




acabo de morir,
y que mi muerte
sirva de grito hondo a mi garganta,
y que me arda la sal de tanto tiempo
prendida y afuegada.
acabo de morir, y que mi muerte
se empuje ronca y fuerte por mis manos,
que la piel de mis venas se haga arterias,
que se encrespe naciéndome en mi sangre.
la muerte me llegó, así, de golpe
revoleándome pieles ya gastadas,
naciéndome en  las ansias de anuevarme.
pobre en mí, por mis surcos
me levanta una aurora tambaleante;
por mis pasos perdidos,
por mi huella ingastable,
se me encauza la muerte a garrotazos
volcándome la vida.
¡vida yo!       
con la aurora latiéndome en los pasos.
hoy me llego hasta mí,
caída en esta sal de no sé donde
ni cuando, ni por que
toda de heridas.
me repta hasta mi siempre, entre todos
mis siempres,
esta oscuridad rara,
tan extraña y vacía,
tan ajena de mí, tan hondamente
mía;
enamorándome.
vengo a decir que soy
y no soy nada.
ya todo se ha cansado de mí:
el odio se ha cansado desde siempre,
el amor se ha cansado desde ahora.
ya se cansó la brisa largamente,
ya se cansó la entrega,
ya se canso mi cruz y mi cintura.
todo es cansancio y nada.
la oscuridad extraña desde todas
mis venas, ajenamente mía...
enamorándome.

 Homenaje al ombligo, 1966 , José María Lima y Ángela María Dávila


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