lunes, 19 de octubre de 2020

ANA TORRES LICON

 

 

 

Edades

 

 


Cuando éramos niños,

corríamos cargando

ilusorios proyectos.

Florecíamos ante el expectante futuro,

en el juvenil transcurrir

de nuestras mocedades.

A pesar de los años

que nos persiguen con sigilo,

y la levedad de los días

que pasan sin sentirlo,

aún somos jóvenes.

La mortaja parece lejana,

la miramos con el rabillo del ojo,

asistimos a los funerales,

vemos la marcha de los que nos preceden.

El bullicio no deja darnos cuenta

que la vía láctea ciñe nuestra frente,

 

que el constante andar de las masas,

nos conduce por las veredas,

y olvidamos las dudas sobre el futuro

solo hasta que cae la noche.

Entonces en la soledad de mis pensamientos,

Me doy cuenta que yo soy un niño que brama de hambre;

el anciano que arrastra sus pies por las calles.

 

 

 

 

 

BERTOLT BRECHT

  


 


Cuatro canciones de amor

 

 


I

 

Cuando, más tarde, me alejé de ti

al hoy enorme

vi, cuando empecé a ver,

gente alegre y cabal.

 

Y desde aquella hora tardía,

tú sabes de cuál hablo,

tengo una boca más hermosa

y unas piernas más ágiles.

 

Más verde hay desde entonces

en árbol, ramo y prado

y es el agua más fresca

cuando me la echo encima.

 

 

II

 

Cuando me haces pasármelo

tan bien, a veces pienso:

si me muriera ahora

habría sido feliz

hasta el final.

 

Cuando tú seas vieja

y me recuerdes

piénsame como hoy

y tendrás un amor

que siga siendo joven.

 

 

III

 

Siete rosas tiene el ramo,

seis se lleva el viento,

una queda para que

me la encuentre yo.

 

Siete veces te llamé,

seis no respondiste,

a la séptima promete

que me dirás algo.

 

 

IV

 

Mi amada me dio una rama

con hojas amarillas.

Se está acabando el año

y comienza el amor.




LUIS MARRE

  


 

Juicio

 

 


He aquí que de pronto recuerdo,

y me digo: He vivido.

Aquí, en mí, tengo que decírselo

a alguien, a fin de que corrobore mi certeza.

Una y otra vez digo: He vivido.

Y el incrédulo desmiénteme, replica:

—Conozco cuanto sueñas,

niño mío. Ya

iremos a conocer la vida, a comprobar

los frutos:

quiero de ti un testigo lúcido.



ANNA VENTURA

  


 

Toda la hierba del mundo

 

 


Dispersar la nube que se ha

espesado durante años en mi cabeza

como pacientes creadores de grises

es una empresa que

no debe intentarse.

Pero para mí,

una hoja verde

con los bordes móviles de tres filos

sigue siendo

toda la hierba del mundo.

La naturaleza es la mosca

que camina

obstinadamente a lo largo de la costa del cuaderno en pequeños pasos,

luego da la vuelta al borde

y regresa,

la caminata se acabó.

 

 

SAMUEL BECKETT

  


  

El buitre

 

 


Arrastrando su hambre por el cielo

De mi cráneo casco de cielo y tierra.

Bajando a los postrados que pronto deberán

Tomar su vida y marcharse.

Burlado por un tejido que acaso no sirva

Hasta que hambre tierra y cielo sean carroña.

MANUEL MAGALLANES

  


 

La niña jadeante

 



Te llegas junto a mí, toda agitada

como tras de un divino y largo esfuerzo.

 

Es un cansancio alegre el que te inquieta,

como el cansancio alegre del que alcanza

con porfiada labor un regocijo.

 

Tus labios me sonríen entreabiertos

y por ellos se escapa el fuerte soplo

de tu respiración, y cuando luego

tus labios se reúnen, se dilatan

los nerviosos y finos agujeros

de tu nariz.

 

                      Con tu cansancio alegre.

con el ondear de tus redondos senos,

con el rodar de tus sedosas trenzas,

con el fuego de vida en que está envuelto

todo tu ser, pareces, niña ingenua,

una bacante de vestir moderno.

 

Seductora inconsciente, encantadora

que ignoras, castamente, los efectos

de tus vivos encantos, tus pupilas

miran con limpidez, sin ver que dentro

de las mías se yergue amenazante

una hambrienta manada de deseos.