lunes, 22 de abril de 2019


HÉCTOR MURENA





X



Y esas caras que veo
en los sueños,
la iguana del tiempo
que baila erguida
al claro de la luna,
las voces que susurran
al oído del hombre
tendido
en su estrecha cama:
mientras sea de día
haremos lo que debamos hacer
y mientras tengamos fuerzas
no cederemos ante el mal...
Mis magias. Mis magias.


VERONICA PORUMBACU





silencio 



Nunca me han visto 
Tu nunca sientes 
No tengo la voz clara del acelerador 
llamando al asalto de la ciudad. 
Solo soy el calor de la imagen 
lo que el soldado lleva en la espalda. 
No soy la orquesta rica en violeta, ni el órgano. 
Hago eco en la sala de conciertos 
después del último aplauso, y las luces 
raramente contando, regocijándose de su alegría. 
No llueve la primavera con monstruos extraños, 
el aire es respirado por la primera hierba 
y puesta de sol en la caída de la última hoja. 
No soy la pasión 
quien grita por un momento - 
Soy lo que queda del amor, 
la pequeña poesía sutil de lluvia pequeña y segura. 
No soy la gran cosa en mis manos 
perlas nacaradas. 
Hay silencio donde ladran en lo profundo 
las palabras todo.



CESÁR DÁVILA ANDRADE





Encuentros



Nuestros encuentros no tienen mundo.
     Se hacen
de pensamiento a pensamiento
     en el éter
o en la vivacidad de los sepulcros,
a mil insectos por centímetro.

Nuestros encuentros se sirven
de microorganismos
y partículas de cobre.

Podemos esperar mil años, y aún más.
Nuestros encuentros se realizan en el Iodo
o entre el rumor de herraduras y lienzos
que precede
a las grandes migraciones:

Nuestros encuentros se hacen
en el ser instantáneo
que pasta y muere,
-como pastor y bestia-
entre surcos y siglos paralelos.
Nuestros encuentros no tienen
número ni punto.


ANTONIA POZZI


  


Límites



Cuánto me acuerdo
de mi cartera escolar,
manoseada, gris,
que toda yo estrechaba con mis libros
en un único abrazo
seguro.
No conocía entonces
este acezante trascender,
este desbordamiento estéril,
este perderse
que todavía no es morir.
Cuántas veces me apeno, pensando
en mi cartera escolar.


EDUARDO ANGUITA





Mi muchacha se va a casar



Como un espectro de duración indefinida
como el aliento del caballo que se ha quedado merodeando
en torno al hocico
como la desaparición engañosa del mundo
permaneces, rocío de senos blancos
rocío de risa sin miedo, pero profética
Mi niña que te vas a casar con un ser demasiado presente
mi nieve que en la noche se levanta
con ojos tan terribles que parecen
la mirada de alguien que ha naufragado bajo el té
mi fuego que te avecinas por los firmamentos de la memoria
Oh corazón que siempre desea una temperatura exagerada

Niña, mi nieve intranquila, mi fuego dominante
te vas a casar con una piedra segura
¿Qué va a ser del dulce vapor irreal de tu existencia?
Y tus piernas como sorpresas nacidas a medianoche
y tu vientre como sol guardado
¿Qué van a ser al golpe de esa piedra o ese hombre?

Me necesitas a mí que soy tu plumaje justo
tu arco por donde debes pasar zumbando al delirio
tu selva en donde debes extraviarte
tu mar de amenazas
tu continente flexible

Nadie ha olvidado tu fantasma
que parecía existir a ciertas horas de calor
ni tus palabras lanzadas para empañar las frutas y las frentes
pero que hacían un ruido que recuerdo
de escritura antigua sobre piedra de escritura seca
ni tu sangre hecha para servir de cortina al pensamiento

Te vas a casar con una decoración tenebrosa
con un hombre que es una decoración regulada
una decoración con una decoración adentro, como arterias
deshojándose, deshojándose

Pero me necesitas, hermoso humo de senos blancos
te hago falta, fosforescencia querida
deseo estar contigo para dudar de mí
porque el amor es una irrealidad
apta para comprobarnos


MANUEL SCORZA





Desengaños del mago
                                                           A Jorge Zalamea
                                                               in memoriam



1.

Yo vivía en una torre que custodiaban tardes
de susurrantes collares.

Yo acechaba a las caravanas que, al caer
los crepúsculos, entraban en los patios
polvorientas de azul.

Yo jamás dormí.

Tal vez dormí, tal vez soñé que un ruiseñor sediento
secaba los mares.

Tortugas sospechosas empezaron a seguirme.

Yo en las tardes miraba flotar en los estanques
ciudades de ojos magnéticos.

Cada noche la marea depositaba en los árboles
islas dormidas.

Lucy sollozaba por los elefantes enredados en mi
barba.
Lucy era una gaviota.
Yo era un cangrejo, un lirio, un árbol
relampagueante.


2.

Déborah: si alguna vez desciendes de los tejados,
si alguna vez emerges de los cementerios donde
vives, y cruzas (ave o demonio) por la Plaza del Oso,
me verás bajo la lluvia esperándote. Porque amé tu
calavera de conejo, amé hasta enloquecer tu rostro
dañino.

Déborah y yo cabalgamos sobre un escarabajo
de ojos penetrantes y en días de tristeza recorrimos
espejos, uniformados de azur.

Déborah se mataba las pulgas mientras yo recitaba
mis grandes cantos.

Sólo una vez me permitió besarla. Fue en los
jardines: la primavera silbaba su tonadilla.
Ella movía la cola, azorada.

Pero tan pronto la besé, sacudió el polen de su falda,
aulló a la luna y huyó por los desfiladeros.

Yo felizmente era un topo, dichosamente excavé
un túnel.

Yo estaba solo amancebado con la luna.
Bien lo sabes, Déborah, mi araña incomparable,

¡Oh mi alondra!
¡Oh mi cítara enlutada!


3.

Antaño fui un mago melancólico, panteras
invulnerables me seguían arropadas en sus sedas.

Poblé los cielos de bondadosos monstruos.

Yo tenía veinte años: el año empezaba.

La abominable tripulación puso proa al paraíso.

¡Proa al paraíso, charcos de maldad!

(" ¡Nunca te traicionaré! ¡No me rendiré mientras
chapoteen las sirenas! -mentíale a mi musa".)

Remonté ríos de erizados dientes.

Era el tiempo humeante de mi generación.

Todavía escucho gritar a los unicornios pisados
por la multitud.

El gentío himpla para que abdique.

Pero yo no cambio de plumaje: me niego a iluminar
con mi canto los fétidos establos de la noche.

No más embustes:
que el Poeta se quite el antifaz y muestre su pico
afilado.

Rabiosos ejércitos nos buscan.

Mas yo vuelo hacia el futuro, yo anido en el pasado.

Os prometo: una brisa de alondras refrescará
el infierno.


4.

Y llegó el tiempo del murciélago.

En los caminos colgaron a los elfos.

Pintarrajearon a las hadas antes de forzarlas.

Fracasaron mis magias.

Vagué por llanuras de trapo,

Me hinché de moscas como un verano gordo,

Estuve en Samarcanda, la de cabeza sumergida.

Sólo insectos poblaban tu urbe, desesperación.
¡Oh desolado, sólo tu pueblo ciego te miró envejece.
ante las murallas!

Atravesé salones enjoyados donde el tigre husmeaba
tigres gigantescos entre cuyas zarpas pasan ríos
despavoridos.

Huí de aquellas tribus.

Llegué a Nínive, la de ojos sangrantes.

La tarde era un pez de tetas fosfóricas: el río
arrastraba imperios de oro danzante:
yo mismo era una serpiente.

Tuve suerte: me amamantó una hembra cuya gordura
a los naturales aniquilaba.

Yo saludo a la que me llevaba muérdago y ratones
frescos a mi cubil, yo celebro a la que lamía mis
cabellos

Oh Nínive vestida con mi dicha.
Nínive de ojos inaccesibles.
Nínive de torres soñolientas.
Nínive donde queda mi corazón ardiendo.
Así empezaron los años de mis inolvidables
desgracias, aquel amor que fue mi ruina.



5.

Al salir me derribaron los coletazos del viento
enloquecido por los piojos.

Para vivir compuse canciones: la turba me arrojaba
oro entre los barrotes.

Ya era tarde.

Enfermé.

Agonicé en los bosques. Mi trono era la luna; mi cetro,
el aullido del lobo.

Peinábame el sol, adulábanme sus hipócritas vasallos.

Recliné la frente en las catedrales.

Caían las torres envenenadas

Sangraban los obeliscos.

El mar encaneció, las islas huyeron.


De "Desengaños del mago" 1961: