"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 20 de noviembre de 2019
FÉLIX MARÍA SAMANIEGO
8. La gata con cascabeles
Salió
cierta mañana
Zapaquilda
al tejado
Con
un collar de grana,
De
pelo y cascabeles adornado.
Al
ver tal maravilla,
Del
alto corredor y la guardilla
Van
saltando los gatos de uno en uno.
Congrégase
al instante
Tal
concurso gatuno
En
tomo de la dama rozagante,
Que
entre flexibles colas arboladas
Apenas
divisarla se podía.
Ella
con mil monadas
El
cascabel parlero sacudía;
Pero
cesando al fin el sonsonete,
Dijo
que por juguete
Quitó
el collar al perro su señora,
Y
se lo puso a ella.
Cierto
que Zapaquilda estaba bella.
A
todos enamora,
Tanto,
que en la gatesca compañía
Cuál
dice su atrevido pensamiento
Cuál
se encrespa celoso;
Riñen
éste y aquél con ardimiento,
Pues
con ansia quería
Cada
gato soltero ser su esposo.
Entre
los arañazos y maullidos
Levántase
Garraf gato prudente,
Y
a los enfurecidos
Les
grita: «Novel gente,
¡Gata
con cascabeles por esposa!
¿Quién
pretende tal cosa?
¿No
veis que el cascabel la caza ahuyenta
Y
que la dama hambrienta
Necesita
sin duda que el marido,
Ausente
y aburrido,
Busque
la provisión en los desvanes,
Mientras
ella, cercada de galanes,
Porque
el mundo la vea,
De
tejado en tejado se pasea?»
Marchóse
Zapaquilda convencida,
Y
lo mismo quedó la concurrencia.
¡Cuántos
chascos se llevan en la vida
Los
que no miran más que la apariencia!
EVARISTO CARRIEGO
La muerte del cisne
En un largo alarido de tristeza
los heraldos, sombríos, la anunciaron,
y las faunas errantes se aprontaron
a dejar el amor de la aspereza.
Con el Genio del bosque a la cabeza,
una noche y un día galoparon,
y cual corceles épicos llegaron
en un tropel de bárbara grandeza.
Y ahí están. Ya salvajes emociones,
rugen coros de líricos leones
cuando allá en los remansos de lo Inerte,
como surgiendo de una pesadilla,
¡Grazna un ganso alejado de la orilla
la bondad provechosa de la Muerte!
En un largo alarido de tristeza
los heraldos, sombríos, la anunciaron,
y las faunas errantes se aprontaron
a dejar el amor de la aspereza.
Con el Genio del bosque a la cabeza,
una noche y un día galoparon,
y cual corceles épicos llegaron
en un tropel de bárbara grandeza.
Y ahí están. Ya salvajes emociones,
rugen coros de líricos leones
cuando allá en los remansos de lo Inerte,
como surgiendo de una pesadilla,
¡Grazna un ganso alejado de la orilla
la bondad provechosa de la Muerte!
FRANCISCO VILLAESPESA
Mi
vida es el silencio de una espera...
Mi vida es el silencio de una espera...
Se escapa de mis ojos la mirada,
ansiando contemplar la sombra amada
que en otros tiempos a mi lado viera.
La mano palpa, cual si presintiera
negrear en la atmósfera callada
la seda tibia de su destrenzada,
profusa y olorosa cabellera.
Mi oído de impaciencia se estremece,
un olor a algo suyo el viento exhala...
-¿Estás ya aquí? -le digo, y me parece
que «Aquí estoy», dulcemente, me contesta
aquella voz que pasa como un ala
rozando fugitiva la floresta.
Mi vida es el silencio de una espera...
Se escapa de mis ojos la mirada,
ansiando contemplar la sombra amada
que en otros tiempos a mi lado viera.
La mano palpa, cual si presintiera
negrear en la atmósfera callada
la seda tibia de su destrenzada,
profusa y olorosa cabellera.
Mi oído de impaciencia se estremece,
un olor a algo suyo el viento exhala...
-¿Estás ya aquí? -le digo, y me parece
que «Aquí estoy», dulcemente, me contesta
aquella voz que pasa como un ala
rozando fugitiva la floresta.
JULIA PRILUTZKY
Yo
no sé todavía cómo existe...
Yo no sé todavía cómo existe,
cómo ha venido a mí y está creciendo
la indócil llamarada que no enciendo
y esta emoción que tiembla y que persiste.
No sé si estar alegre o estar triste,
ya no entiendo la voz sino el acento,
ya no busco ni espero ni presiento:
apenas sé que estoy. Que está. Qué existe.
Pero cómo saber si es sólo un juego:
neblina, soledad, engaño, fuego.
¿Es un juego? Pues bien, hay que jugarlo
con una dulce complacencia esquiva
o una total entrega fugitiva.
¿Y si fuera el amor? Hay que aceptarlo.
Yo no sé todavía cómo existe,
cómo ha venido a mí y está creciendo
la indócil llamarada que no enciendo
y esta emoción que tiembla y que persiste.
No sé si estar alegre o estar triste,
ya no entiendo la voz sino el acento,
ya no busco ni espero ni presiento:
apenas sé que estoy. Que está. Qué existe.
Pero cómo saber si es sólo un juego:
neblina, soledad, engaño, fuego.
¿Es un juego? Pues bien, hay que jugarlo
con una dulce complacencia esquiva
o una total entrega fugitiva.
¿Y si fuera el amor? Hay que aceptarlo.
GUILLAUME APOLLINAIRE
5. El cangrejo
Incertidumbre, iremos lejos
y alegres, sin volver jamás,
Así como van los cangrejos;
De para atrás... de para atrás...
Incertidumbre, iremos lejos
y alegres, sin volver jamás,
Así como van los cangrejos;
De para atrás... de para atrás...
De: “El bestiario o cortejo
de Orfeo”
CARLOS MONTEMAYOR
Una vez miramos
Una
vez miramos mis hermanas y yo durante horas
el
río que pasaba junto a la huerta de nuestra casa.
Sé
que ese río, ahora, a muchas ciudades de distancia, pasa en este momento por
sus almas,
sigue
pasando esta noche, diáfano, por sus ojos.
Y
va dejando un rumor de pueblos, de familias,
un
rumor de vetas de oro recorriendo la tierra,
un
sentimiento que insiste en volver,
en
amar, en desbordarse como desde otro luminoso río
que
aún ahora, a muchas vidas de distancia,
sigue
pasando por otras almas, llamándonos desde sus
luminosas
aguas.
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