miércoles, 29 de febrero de 2012


JULIA UCEDA



El silencio


Hay un vacío en el que no se oyen las zapatillas.
Y otro más profundo: el que disuelve nuestras manos.
Y nuestro cuerpo. Y sólo flotan unos ojos
que no lo parecen. Aunque daría lo mismo
porque ya no pensamos con palabras
que todo lo confunden.
                                                  Además
¿para qué edificar un templo de un grito?
Un grito que no suena en la expansión de las constelaciones.
Un grito que no oye el pastor de planetas.
Un grito que se llena, como un cubo, de huecos.
Un templo que visitan arenas y huracanes.
La boca ha gritado,
¿de qué huerto ha venido? ¿En qué lejana flor
se hará otra vez silencio,
historia no aprendida
y vida sin pregunta?
                                         ¿En qué agua de otro tiempo
se pulió la mandíbula y su origen?
¿En qué apagado sol
se removió su cero antes del cero?
Gritar: tan sólo un accidente, una arruga en el aire.
                                              Y un destrozo,
un harapo de algo; un desgarrón superfluo
desde el violento, desde el distraído
que empuja, pisa y habla alto. No grita.
                                             Alto, sólo, habla.
Se oye su voz pavorreal.
Y el grito se desenrosca desde su sima profunda:
un poquito de aire que, primero,
tropieza con la esquina del pulmón,
garganta arriba. Luego ulula, asalta
la pared que contiene su infinitud,
su triste desmesura,
arañando su cárcel, resuelto en templo,
ecos en frío crisopacio que se aleja,
en el tiempo, de la boca: su nido.
Y nada alrededor. La boca mueve
sus alas sin sonido, sin sentido,
entre el agua y el huerto,
entre hueso temprano y légamo futuro,
entre el cero y el cero.
Entre el cero y su carga.



DULCE MARIA LOYNAZ


Un amor indeciso


Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta...  
Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta. 

Yo le digo al amor: - ¿Qué te trae a mi casa?  
Y el amor no responde, no saluda, no pasa...  

Es un amor pequeño que perdió su camino:  
Venía ya la noche... Y con la noche vino.  

¡Qué amor tan pequeñito para andar con la sombra!...  
¿Que palabra no dice, qué nombre no me nombra?...  

¿Qué deja ir o separa? ¿Que paisaje apretado  
se le quedó en el fondo de los ojos cerrados?...  

Este amor nada dice... Este amor nada sabe:  
Es del color del viento, de la huella de un ave.  
(...) Extraño amor sin rumbo que me gana y me pierde,  
que huele las naranjas y que las rosas muerde...  

Que todo lo confunde, lo deja... ¡Y no lo deja!  
Que esconde estrellas nuevas en la ceniza vieja...  

Y no sabe morir ni vivir: Y no sabe  
que el mañana es tan solo el hoy muerto...  
El cadáver futuro de este hoy claro, de esta hora cierta...  
Un amor indeciso se ha dormido a mi puerta...  

DELMIRA AGUSTINI



Cuentas de fuego


Cerrar la puerta cómplice con rumor de caricia,
deshojar hacia el mal el lirio de una veste...
-La seda es un pecado, el desnudo es celeste;
y es un cuerpo mullido, un diván de delicia.-

Abrir brazos...así todo ser es alado;
o una cálida lira dulcemente rendida
de canto y de silencio...más tarde, en el helado
más allá de un espejo, como un lago inclinado
ver la olímpica bestia que elabora la vida...

Amor rojo, amor mío;
sangre de mundos y rumor de cielos...
¡Tú me los des, Dios mío!


ALFONSINA STORNI


Dolor


Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.


ROQUE DALTON



Desnuda


Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros,
como hace el agua
cuando entre sus paredes me sumerjo.

Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como a un niño perdido
que en ti dejara quieta su edad y sus preguntas.

Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que se nutre;
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a la sombras los deseos me ladran.

Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.
El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.

El día en que te mueras te enterraré desnuda,
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.