lunes, 23 de marzo de 2015

SILVINA OCAMPO


 

El sueño recurrente

 

Llego como llegué, solitaria, asustada,
a la puerta de calle de madera encerada.

Abro la puerta y entro, silenciosa, entre alfombras.
Los muros y los muebles me asustan con sus sombras.

Subo los escalones de mármol amarillo,
con reflejos rosados. Penetro en un pasillo.


No hay nadie, pero hay alguien escondido en las puertas.
Las persianas oscuras están todas abiertas.

Los cielos rasos altos en el día parecen
un cielo con estrellas apagadas que crecen.


El recuerdo conserva una antigua retórica,
se eleva como un árbol o una columna dórica,

habitualmente duerme dentro de nuestros sueños
y somos en secreto sus exclusivos dueños.

 

 

 

RUBÉN DARÍO



Palabras de la satiresa


Un día oí una risa bajo la fronda espesa,
Vi brotar de lo verde dos manzanas lozanas;
Erectos senos eran las lozanas manzanas
Del busto que bruñía de sol la satiresa:

Era una satiresa de mis fiestas paganas,
Que hace brotar clavel o rosa cuando besa;
Y furiosa y riente y que abrasa y que mesa,
Con los labios manchados por las moras tempranas.

"Tú que fuiste -me dijo- un antiguo argonauta,
Alma que el sol sonrosa y que la mar zafira,
Sabe que está el secreto de todo ritmo y pausa

En unir carne y alma a la esfera que gira,
Y amando a Pan y Apolo en la lira y la flauta,
Ser en la flauta Pan, como Apolo en la lira".



CARILDA OLIVER LABRA


  

Anoche

 

Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.

El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillito en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y en sábana
nunca pidió permiso.
Todavía su rayo lasser me traspasa.

Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.

Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.

 

LEOPOLDO LUGONES

 


Los doce gozos

 

Cabe una rama en flor busqué tu arrimo.
La dorada serpiente de mis males
circuló por tus púdicos cendales
con la invasora suavidad de un mimo.

Sutil vapor alzábase del limo
sulfurando las tintas otoñales
del Poniente, y brillaba en los parrales
la transparencia ustoria del racimo.

sintiendo que el azul nos impelía
algo de Dios, tu boca con la mía
se unieron en la tarde luminosa

bajo el caduco sátiro de yeso.
Y como de una cinta milagrosa
ascendí suspendido de tu beso.

 

JULIÁN DE CASAL


  

1. Flor de cieno

 

Yo soy como una choza solitaria
que el viento huracanado desmorona
y en cuyas piedras húmedas entona
hosco búho su endecha funeraria.

Por fuera sólo es urna cineraria
sin inscripción, ni fecha, ni corona;
mas dentro, donde el cieno se amontona,
abre sus hojas fresca pasionaria.

Huyen los hombres al oír el canto
del búho que en la atmósfera se pierde,
y, sin que sepan reprimir su espanto,

no ven que, como planta siempre verde,
entre el negro raudal de mi amargura
guarda mi corazón su esencia pura.
 

De "Nieve":

 

CARLOS EDMUNDO DE ORY


  

Cuadro de mi alma

 

Ata siempre que puedas la gran oscuridad
a esta pequeña luz de acuario. Y si resbala
moja tus labios de muriente oro
que un vasto astro cansa. ¿Qué más quieres
¡oh asomado! si medras entre manchas
hacia las gemas de los muertos?

¡Valgo más que en el limbo! Ladina luna,
sin excepción tu lumbre arde en mi espalda.
¿Qué otra mentira urde un fuego enhiesto
desde mis pies que lisonjea el mundo?
¿Y hasta dónde ese fuego amarillento?

Siga, siga la arena cansándome este vicio
de huir del instrumento de la mente.
No se detiene este sabor de antro.
¿Qué se han hecho los altos abuelos de la dicha?
Eternamente irradia un son de vida.

Me abandonan los hechos sobre el desierto pico
de una roca no exenta de materia. Felices
los sabios peces cerca de nosotros.

Sienta bien a mi alma el mar eterno.
¡Y tú no ves la actividad creciente de estas nube!
Entúrbianme los ojos las tristes lejanías.
Aquí estoy. Un vigoroso espíritu me invita.
La zozobra me impulsa a la quietud
y el orbe oscuro rehabilita mi ánimo.

¡Pasión, cruza los brazos! Está trtanquilo.
Los eminentes coros me rodean.
Un eje invicto mi presencia guía.
¡No te mueva ni aun la salvación!
 

De "Poemas"