martes, 12 de mayo de 2015

SERGIO GARCÍA


 

Callada boca

  

Me amaras callada boca
con tus húmedos manglares,
en tu piel atardecida
y tus enhiestas corolas

Me amaras cegados ojos
con la luz de tus auroras,
en tu vientos vespertinos
y tu salobre humus

Me amaras blanca rivera
con tu pasión de olas
en el estrecho de tus muslos
en la angostura de tu boca

Me amaras respiración comprometida
penumbra de luna menguante
amor de callada boca

Amor de callada boca
Crucifícame en tus arenas altas
santifícame en tu verso

 

 

LÍBER FALCAO


 

Fuera locura pero…

 

Fuera locura pero hoy lo haría:
Atar un moño azul en cada árbol.
Ir con mi corazón de calle a calle.
Decirle a todos que les quiero mucho.
Subir a los pretiles,
gritarles que les quiero.

Fuera locura,
pero hoy lo haría.

 

AMADO NERVO


 

Yo amaba lo azul con ardimiento...



Yo amaba lo azul con ardimiento:
las montañas excelsas, los sutiles
crespones de zafir del firmamento,
el piélago sin fin, cuyo lamento
arrulló mis ensueños juveniles.

Callaba mi laúd cuando despliega
cada estrella purisima su broche,
el universo en la quietud navega,
y la luna, hoz de plata, surge y siega
el haz de espesas sombras de la noche.

Cantaba, si la aurora descorría
en el Oriente sus rosados velos,
si el aljófar al campo descendía,
y el sol, urna de oro que se abría,
inundaba de luz todos los cielos.

Mas hoy amo la noche, la galana,
de dulce majestad, horas tranquilas
y solemnes, la nubia soberana,
la de espléndida pompa americana:
¡La noche tropical de tus pupilas!

Hoy esquivo del alba los sonrojos,
su saeta de oro me maltrata,
y el corazón, sin pena y sin enojos,
tan sólo ante lo negro de tus ojos
como el iris del buho se dilata.

¿Qué encanto hubiera semejante al tuyo,
oh, noche mía? ¡Tu beldad me asombra!
Yo, que esplendores matutinos huyo,
¡dejo el alma que agite, cual cocuyo,
sus alas coruscantes en tu sombra!

Si siempre he de sentir esa mirada
fija en mi rostro, poderosa y tierna,
¡adiós, por siempre adiós, rubia alborada!
doncella de la veste sonrosada:
¡que reine en mi redor la noche eterna!

¡Oh, noche! Ven a mi llena de encanto;
mientras con vuelo miesterioso avanzas,
nada más para ti será mi canto,
y en los brunos repliegues de tu manto,
su cáliz abrirán mis esperanzas!

 

ALFREDO VEIRAVÉ


 

Poema con color local

Pintan a tu aldea y serás universal.
Tolstoi (citado de oído)

 

Vivo en el Chaco en la ciudad de Resistencia y conozco
         el quebracho, el algodonal y el viento norte
         en las siestas del verano
sus templos sacramentales y las lluvias interminables
no obstante eso ojeo la enciclopedia que en fascículos
                              llega a los quioscos
y leo sobre “La infancia de la humanidad”
                 “La estructura de las máquinas”
Soy de la primera generación de Tarzán y el
   Tit-Bits fui Sobrino del Capitán y ahijado de Fantomas
          y no veré seguramente
la colonización del planeta Marte
          no obstante eso miro los lapachos florecidos
con cierta nostalgia becqueriana.

 

JOSÉ ASUNCIÓN SILVA


 

Edenia


Melancólica y dulce cual la huella
Que un sol poniente deja en el azul
Cuando baña a lo lejos los espacios
Con los últimos rayos de su luz
Mientras tiende la noche por los cielos
De la penumbra el misterioso tul.

Süave como el canto que el poeta
En un suspiro involuntario da,
Pura como las flores entreabiertas
De la selva en la agreste oscuridad
Do detenido en las musgosas ramas
No filtra un rayo de la luz solar.

Mujer, toda mujer ardiente, casta
Alumbrada con luz de lo ideal...
Radiante de virtud y de belleza
Como mi alma la llegó a soñar,
¿En sus sueños de cándida ternura
Así la encontrará?


 

Julio de 1882

 

 

ELIZABETH BISHOP




Sextina*

 

La lluvia de septiembre cae sobre la casa.
En la luz que declina, la vieja abuela
está sentada en la cocina con el niño
junto a la pequeña estufa
marca Maravilla, lee chistes en el almanaque,
charla y ríe para ocultar sus lágrimas.

Piensa que sus equinocciales lágrimas
y la lluvia que golpea el techo de la casa
fueron pronosticadas por el almanaque,
aunque esto sólo lo sabe una abuela.
La caldera de hierro canta sobre la estufa.
Ella corta algún pan y dice al niño:

ya es la hora del té; pero el niño
contempla la tetera y sus pequeñas, duras lágrimas
que bailan como locas sobre la ardiente, negra estufa,
como debe de bailar la lluvia sobre la casa.
Ordenada, la vieja abuela
cuelga el sabio almanaque

por su cordel. Como un pájaro, el almanaque
entreabierto se cierne sobre el niño,
se cierne sobre la vieja abuela
y su taza de té llena de oscuras lágrimas.
Ella tiembla de frío y dice: la casa
está helada, y echa más leña a la estufa.

Tenía que ser, dice la estufa
marca Maravilla. Sé lo que sé, dice el almanaque.
Con lápices de colores dibuja el niño una casa
tiesa y un camino ondulante, dibuja el niño
un hombre con botones como lágrimas
y orgulloso lo enseña a la abuela.

Pero en secreto, mientras la abuela
se afana en torno a la estufa,
pequeñas lunas caen como lágrimas
de entre las páginas del almanaque
en los tiestos de flores que el niño
colocó con cuidado al frente de la casa.

Tiempo de plantar lágrimas, dice el almanaque.
La abuela canta a la maravillosa estufa
y el niño dibuja otra inescrutable casa.

 

* Sextina: En inglés, poema rimado o no, de seis estrofas con seis versos y un terceto final, en que las mismas palabras se repiten en diferente orden al final de cada verso.