"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 22 de julio de 2017
ELEONORA FINKELSTEIN
1959
Partamos
por un close up
a esa
foto tuya
que
me habría encantado conservar
pero
que se nos perdió de vista
con
tantas mudanzas.
Era
el 59 y andabas por la vida
con
59 de cintura.
Y
usabas pantalones, claro
(aunque
no se alcance a ver).
Y
fumabas.
Ya sé
que te ibas a divorciar
(aunque
tampoco se alcance a ver).
Increíble,
súper rubia, sentada y mirando a la cámara
con
esos anteojos negros en forma de alas
Y
esa remera rayada tan op-art.
Esa
es mi madre, pero no era mi madre todavía.
La
cabeza apenas inclinada y echada hacia atrás.
Un
poco de Marilyn, otro poco de las chicas del Che.
Y el
tipo de atrás, con los ojos como platos
y la
frente enorme.
El
que no le saca la vista de encima,
ese,
es el músico cubano.
–habría
jurado que era Miles–.
Demasiada
luz, demasiado foco,
un
toque de revolución
contra
la multitud de fondo
(apenas
linda, algo fea)
desdibujada
de solo mirarte.
Y la
risa, la risa inolvidable.
Por
favor, no te burles de mí:
esa
única imagen entre todas
es un
lugar donde volver,
más
allá de los muros,
de
los idealistas a toda costa.
A
medio camino y está bien:
entre
el teatro y el partido.
Y más
allá de las idas y las vueltas.
Del
Sputnik , la máquina y el Beat.
Del
Bebop y de Engels y de Marx.
Del “opio
de los pueblos” y tanto libro
y la
Guerra Fría y Stanislavski y Elia Kazan.
Ahí
estás, fija y perfecta, en esa vida eterna,
entre
algunas referencias de aquel mundo
y un
solo de trompeta ahogado,
que
se va llevando la corriente
y nos
deja sin batallas.
A
medio camino y está bien.
Porque
últimamente nadie sabe
dónde
queda el horizonte y yo tampoco.
Aunque
Dios, aún después de muerto,
es la
fe de cada uno. Y está bien.
DIONICIO MORALES
Señales
VIII
Entreabriste tus ojos
de sol
enarenados
y la mañana
perezosa
abrió
sus
alas
Entreabriste tus ojos
de sol
enarenados
y la mañana
perezosa
abrió
sus
alas
De: “Inscripciones y señales”
VÍCTOR HUGO
¡Nunca
insultéis a la mujer caída!
Nadie sabe qué peso la agobió,
ni cuántas luchas soportó en la vida,
¡hasta que al fin cayó!
¿Quién no ha visto mujeres sin aliento
asirse con afán a la virtud,
y resistir del vicio el duro viento
con serena actitud?
Gota de agua pendiente de una rama
que el viento agita y hace estremecer;
¡perla que el cáliz de la flor derrama,
y que es lodo al caer!
Pero aún puede la gota peregrina
su perdida pureza recobrar,
y resurgir del polvo, cristalina,
y ante la luz brillar.
Dejad amar a la mujer caída,
dejad al polvo su vital calor,
porque todo recobra nueva vida
con la luz y el amor.
Nadie sabe qué peso la agobió,
ni cuántas luchas soportó en la vida,
¡hasta que al fin cayó!
¿Quién no ha visto mujeres sin aliento
asirse con afán a la virtud,
y resistir del vicio el duro viento
con serena actitud?
Gota de agua pendiente de una rama
que el viento agita y hace estremecer;
¡perla que el cáliz de la flor derrama,
y que es lodo al caer!
Pero aún puede la gota peregrina
su perdida pureza recobrar,
y resurgir del polvo, cristalina,
y ante la luz brillar.
Dejad amar a la mujer caída,
dejad al polvo su vital calor,
porque todo recobra nueva vida
con la luz y el amor.
JORGE GAITÁN DURÁN
Si mañana despierto
De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
Llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo
Que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día; he tenido el tiempo
En mi boca como un vino.
Suelo buscarme
En la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
A quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,
Todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo más temible que Dios,
El sueño que puedo ser si mañana despierto
Y sé que vivo.
Mas de súbito el alba
Me cae entre las manos como una naranja roja.
De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
Llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo
Que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día; he tenido el tiempo
En mi boca como un vino.
Suelo buscarme
En la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
A quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,
Todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo más temible que Dios,
El sueño que puedo ser si mañana despierto
Y sé que vivo.
Mas de súbito el alba
Me cae entre las manos como una naranja roja.
MARILINA RÉBORA
Con ojos de niña
Señor,
siempre te veo con los ojos de niña:
Primero en el pesebre, aureolado de ovejas;
En lo alto, la estrella, que sus reflejos guiña
Sobre el burro y el buey al mover las orejas.
Primero en el pesebre, aureolado de ovejas;
En lo alto, la estrella, que sus reflejos guiña
Sobre el burro y el buey al mover las orejas.
Hombre,
vas por montaña, y por valle y campiña,
Curando enfermos graves que bordan las callejas,
La triste multitud que al oírte se apiña,
Y encima de las aguas caminando te alejas.
Curando enfermos graves que bordan las callejas,
La triste multitud que al oírte se apiña,
Y encima de las aguas caminando te alejas.
Al
final, te imagino, arriba, entre las nubes,
Centro de los arcángeles con extendidas alas;
En macizo de flores —azucenas y calas—
Se abren las estrellas, por donde al Cielo subes.
Aunque me ves en casa, jugando sobre el piso
Y sonriendo desciendes hacia mí, de improviso.
Centro de los arcángeles con extendidas alas;
En macizo de flores —azucenas y calas—
Se abren las estrellas, por donde al Cielo subes.
Aunque me ves en casa, jugando sobre el piso
Y sonriendo desciendes hacia mí, de improviso.
MARUJA VIEIRA
Más que nunca
Porque
amarte es así de dulce y hondo
como esta fiel serenidad del agua
que corre por la acequia derramando
su amorosa ternura sobre el campo.
como esta fiel serenidad del agua
que corre por la acequia derramando
su amorosa ternura sobre el campo.
Te
amo en este sitio de campanas y árboles,
en esta brisa, en estos jazmines y estas dalias.
La vida y su belleza me llegan claramente
cuando pienso en tus ojos bajo este cielo pálido.
en esta brisa, en estos jazmines y estas dalias.
La vida y su belleza me llegan claramente
cuando pienso en tus ojos bajo este cielo pálido.
Sobre
la yerba limpia y húmeda mis pisadas
no se oyen, no interrumpen el canto de los pájaros.
Ya la niebla desciende con la luz de la tarde
y en tu ausencia y mi angustia más que nunca te amo.
no se oyen, no interrumpen el canto de los pájaros.
Ya la niebla desciende con la luz de la tarde
y en tu ausencia y mi angustia más que nunca te amo.
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