"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 10 de agosto de 2025
HAN DONG
Viaje
en el Tíbet
Hasta
donde la vista alcanza, vasta tierra
en
donde nunca puedes detenerte.
Si
te detienes, surgen los obstáculos
y te
quedas atrapado en un lugar.
La
hierba echa raíces en las praderas,
los
ratones hacen agujeros en los campos,
la
gente vive en pueblos de los que no llegan noticias.
Debes
ir a buena velocidad,
tener
un rumbo hacia delante y hacia atrás.
Mientras
vas cruzando aquel paisaje solemne,
los
montes imponentes se vuelven lejanos
y
los picos nevados fluyen como las nubes blancas.
Están
vacías las rejas de madera donde secan la cebada al sol.
Ya
es tarde para que nueva gente habite las casas antiguas.
La
vasta tierra sigue al infinito, partida por la carretera
Dos
ojos se abren por separado, a la izquierda y a la derecha.
Siempre
habrá quien no quiera detenerse,
como
el águila que ahora surca el cielo
y
parece una pluma a la deriva.
Del
ciclo V. Tiempo y viajes
AGOSSOU ALLANGBÉ
Mujer
A
menudo transparente
en
nuestras memorias narcisistas
este
ser con el bello color del ébano
siempre
ha sabido transformarse en una fuente para todos
nosotros
en
constante competencia con el alba
desprecia
su merecido descanso
para
ir a la fuente
mientras la
espesa sombra asedia los páramos
No
se detiene ante nada
pero
siempre
se
preocupa
por
los suyos
este
ser nunca deja de desafiar los senderos solitarios
y de galvanizar
sus piernas aún tímidas
De
vuelta al halo de las farolas dormidas
después
de tanto ir y venir agotador
canta
el vals de la preparación de los platos
y el
fregado de las ollas
Habiendo
terminado sus alegres platos en compañía del alba oscura
sin
esperar, fleta el navío
de
un
siempre tentador desayuno
matinal humeante
para
su
todavía somnoliento
hogar
Siempre
olvidado en la orilla de la vida
este
ser nunca ha olvidado su grandeza
a pesar
de las numerosas negaciones infames y el
desprecio
de
nosotros
los falócratas que respiramos amargura
Este
ser siempre innombrado
tanto
tiempo
invisibilizado,
cosificado
y sin
embargo, pilar de África
hoy quiero,
por
deber
de memoria, quiero nombrarla: mujer…
Poema
publicado en la antología Chœur
Métis (mayo 2020)
Versión
de Mariela Cordero
IMMA SCHIENA
El
abrigo
hacía
frío
aquel
invierno nevado.
estaban los
campos cubiertos de nieve
como
algodón de azúcar,
por los
ríos corría leche blanca,
helada.
guardada nen
el refrigerador
esperaba al
sol.
como el óxido sobre el hierro.
el
mundo ignaro de mí me cubría.
yo
me lo ponía como un abrigo frío,
largo
viaje de solo ida.
Versión
de Antonio Nazzaro y Elizabeth Uribe Pérez.
JUAN PABLO ROA
A
lado
y lado del arcén, como esparcidos,
los
deseos en el paisaje
cambiante
del automóvil que viaja,
–pero
el paisaje de adentro cambia aun más todavía–
se
lanzan, como desde una alta torre,
promesas
«de un día volveré».
Pasan
como rasguños por el aire en movimiento
desde
un automóvil que no registra la conciencia
pero
cuyo viaje aún perdura en ella.
Acolchada
la conciencia con la promesa
de
«mañana será,
volveré
por los esparcidos,
y de
seguro hablarán entonces también,
de
mí, de mi paisaje»,
como
si el viaje de regreso fuera un viaje aparte.
(como
detritos de un crucifijo salvado por las olas)
De: Cuaderno
del Sur
ELENA URUETA
Asuntos
de seres vivos
Volver
al origen, dicen.
Entonces
yo
me
acuesto en la hierba.
Viendo
al cielo,
como
el fruto con la mano.
Escucho
los pájaros,
reposo
bajo el sol,
me
cobijo en los árboles,
más
reales que cualquier sentimiento.
La
vida es sentir el aire en la cara,
como
un guardador de rebaños,
mirar
al mundo y quedar conforme.
CHRISTOPHE MANON
Morí en tres ocasiones.
Tres
veces mientras recorría
las
estrechas calles de Perugia
y
atravesaba la Puerta del Sol,
suspendiendo
un breve instante mi errancia
para
contemplar desde lo alto de las escaleras
en
la hora tranquila del crepúsculo el panorama
sobre
la ciudad y la campiña circundante,
quedé
deslumbrado por bellezas tales
que
mi conciencia se desvaneció
fuera
de ella misma
a tal
punto mi exaltación me
había vuelvo sensible
a la
gracia y a los esplendores del mundo.
Mi
deseo era tan ardiente, mi turbación tan grande,
que
tres veces tuve el espíritu quebrado
y
fui objeto de un súbito vértigo
que
me hizo perder conocimiento ante la vista del cielo
encendido
por vivos destellos que se enroscaban
en
un torbellino de colores resplandecientes.
Era
como si de repente el tiempo
y el
espacio ya no tuviesen medida.
Y
percibí entonces en mis oídos el eco
lejano
de un canto de una inefable dulzura.
Era
por así decirlo una lluvia
centelleante
de notas de luz parecidas
a
los astros que brillan en el firmamento.
De:
“Puerta del Sol”
Versión
de Mariano Rolando Andrade
