A
lado
y lado del arcén, como esparcidos,
los
deseos en el paisaje
cambiante
del automóvil que viaja,
–pero
el paisaje de adentro cambia aun más todavía–
se
lanzan, como desde una alta torre,
promesas
«de un día volveré».
Pasan
como rasguños por el aire en movimiento
desde
un automóvil que no registra la conciencia
pero
cuyo viaje aún perdura en ella.
Acolchada
la conciencia con la promesa
de
«mañana será,
volveré
por los esparcidos,
y de
seguro hablarán entonces también,
de
mí, de mi paisaje»,
como
si el viaje de regreso fuera un viaje aparte.
(como
detritos de un crucifijo salvado por las olas)
De: Cuaderno
del Sur
No hay comentarios:
Publicar un comentario