lunes, 30 de abril de 2012


JESÚS AGUADO




Lección de metafísica



Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has tocado ser adentro,
porque tú lo has tocado beso adentro
con la nerviosa lengua de la nada.

Me palpas con tus manos infinitas
(no son manos, lo sé, sino estallidos:
el tiempo que no llega nunca a tiempo,
un tiempo adelantado o retrasado
que acaba siendo mar o nebulosa)
y se borra mi cuerpo, y al borrarse
por fin se hace visible: un signo cero
suspendido en el aire entre nosotros.

Me piensas con tu boca y con tu sexo,
esos dos silogismos refutables,
esos dioses borrachos que han perdido
la pizarra o azar donde escribirme.

Y al pensarme me restas, me haces menos,
me deshaces, me viertes al vacío,
me entregas al no ser
y maniatado.

Parece que no existo por tu amor
porque tu amor me funda, es el origen,
ese punto o lugar donde está todo
(también lo que no está: tu ausencia: nada).

Tu cuerpo me hace náufrago, un islote
de repente ignorado por el cosmos,
meteorito tachado de los mapas,
nave sin un planeta al que volver
que fuera giro a giro di-sol-viéndose
en la luz cegadora del olvido.

Tu cuerpo hace que exista lo que existe:
tu cuerpo hace imposible lo que existe.

Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has dejado sin besar.

Parece que no existes porque tienes
unos labios carnosos y unos dedos
que dibujan el mundo.

Nada y todo
se abrazan en tus piernas cuando salen
a respirar del fondo de tu mente.

Me piensas con tu nuca y con tu ombligo,
me piensas con tus huesos y tus músculos,
me piensas con las sillas de tu casa,
me piensas con el agua y el jabón,
me piensas con los árboles del bosque,
me piensas con tus heces y tus gritos,
me piensas no pensándome y, pensándome.

Me piensas, no me piensas: es lo mismo.

Por ti me piensa el tiempo y el espacio.

Me piensan las paredes de este cuarto,
me piensan con la cal y con las manchas,
me piensan con la sombra de mi cuerpo.
Y al pensarme me borran, ya no estoy
y ya no queda nadie en este cuarto.

El amor es un cuarto que no existe
donde duerme a resguardo lo que existe.

Y el amor es un cuarto que sí existe
donde duerme a resguardo lo que no.

(Un poema es un plano que refleja
el justo itinerario hasta ese cuarto.)

Me piensas con el ser, con el no ser,
me piensas con los números caídos
del portal de la casa donde vives,
me piensan tus jadeos, tus dos gatos,
el barro de las ruedas de tu coche,

me piensan tus palabras cuando callan
y ya no son palabras sino cuerpo,

me piensas cuando pienso en ti y el aire
se adensa entre nosotros y parece
un huracán inmóvil y desnudo.

más allá de ti
nos piensa lo impensable
(y viene hacia nosotros
a la velocidad
de las arañas muertas
para hilarnos al no).

Busquemos el silencio para amarnos.




MIGUEL ARTECHE






Amargo amor



Teje tu tela, teje de nuevo tu tela;
deja que el mes de junio azote el invierno de mi patria;
teje la tela de acero y de cemento;
junta tus hilos uno a uno, oh hermoso tejedor;
forma tu tela con fuertes lazos,
con orgullosos rastros de sueño.

Toda la tierra está en las colas del amor;
en las ciénagas del amor podridas están las manzanas.
Cada día tiene un eco, un paso, un rastro, gemido;
cada día la estancia recibe la visita del cuerpo en el lecho;
cada día hay una mano que desnuda;
cada día descansa la ropa en las sillas brillantes por el polvo.
Teje tu tela, oh hermoso tejedor;
teje los restos de los cuerpos que se unieron.

Entre tus hondos pechos de relámpagos quietos,
entre tu vientre oculto de cesto dividido,
en la cálida ráfaga que viene de tu abrazo,
fui un día tu sombra, el "cuándo" entristecido,
el "adónde" que lleva hacia una muerte cierta.
Ya moriré algún día sin preguntar qué pasa,
qué pasa entre tus hombros, en el temblor de espiga
de tu escorzo de nieve,
qué viene por los ecos que acarician tu pelo,
qué flechas encendidas acumulan tus manos,
qué enamorado encuentro ha de tocar tu beso.

No es para volver, no es para cantar
sino tu verde corazón transfigurado,
la melodiosa sombra que duerme en tus pupilas,
el afán escondido que tenía tu ausencia.

Recógeme, amor mío, con tus cálidas plumas;
recógeme y húndeme tu ternura llagada;
colócame en tu olvido, recógeme cantando.
No es para que preguntes, no es para que indagues
el sitio donde puse mi corazón hundido;
recógeme, ahora, para estar en lo ausente,
sin preguntar qué ocurre, qué pasa, por qué vuelves
tu cabeza de ausente firmamento.

Cae ahora hacia mi lado; vuelve
a dividir tu cuerpo, a derramar tu furia,
hasta que te estremezca el nombre del combate
que a muerte libraremos, esa pasión a muerte
entre tú y yo: un huracán de manos
nos hallará apretados en los dones sin término
de una tierra total.



MANUEL DEL CABRAL




Ellos



Ellos no tienen lecho,
pero sus manos
son las que hicieron nuestras casas.

Ellos comen cuando pueden
pero por ellos comemos cuando queremos.

Ellos
son zapateros pero están descalzos.

Ellos nos visten pero están desnudos.

Ellos
son los dueños del aire cuando manejan alas,
mas son los limosneros del aire de la tierra.

Ellos no hablan,
tienen palabras vírgenes... Hacen nuevo lo viejo...

La mañana lo sabe y los espera...

SONIA TIRANTI




III


Silencio, no cubras mis ojos.
Un pétalo cae.
Se aquieta, en sus manos.

CÉSAR VALLEJO




Setiembre



Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás... y para eso,
yo no sé por qué fui triste... tan triste...!

Solo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios... y te fui dulce!

Y también fue una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.

domingo, 29 de abril de 2012


CÉSAR VALLEJO




Fresco




Llegué a confundirme con ella,
tanto...! Por sus recodos
espirituales, yo me iba
jugando entre tiernos fresales,
entre sus griegas manos matinales.

Ella me acomodaba después os lazos negros
y bohemios de la corbata.  y yo
volvía a ver la piedra
absorta, desairados los bancos, y el reloj
que nos iba envolviendo en su carrete,
al dar su inacabable milinete.

Buenas noches aquellas,
que hoy la dan por reír
de mi extraño morir,
de mi modo de andar meditabundo.
Alfeñiques de oro,
joyas de azúcar
que al fin se quiebran en
el mortero de losa de este mundo.

Pero para las lágrimas de amor,
los luceros son lindos pañuelitos
lilas,
naranjos,
verdes,
que empapa el corazón.
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico,
la mano azul, inédita de Dios!


SONIA TIRANTI




V


No importa quien sea el dueño del sueño.
Solo sé que él
vino a buscarme.
Mordió mis talones.
Me obligo a caminar
desnuda, sobre el desierto.
(Sólo yo seguía oliendo flores).

JULIA UCEDA




Raíces



Si ya soy una vela estremecida
colmada por tu viento. Si has llegado
al último escalón. Si me has tomado
por la raíz más honda y más henchida.

Si yo soy ya tu colmo y tu medida
y estás dentro de mí, secreto, hallado.
Si ya sobre la frente me has soplado
para hacerme vivir, ciega y ardida,

antes de irte rompe mis raíces.
Quiero que las arranques, que las trices
al alba con tu mano firme y fuerte.

De no hincarse en tu tierra poderosa
no quiere mi raíz ninguna cosa
si no es andar y andar hacia la muerte.

HUGO MUJICA





En plena noche



También en plena noche
la nieve
se derrite blanca

y la lluvia
cae
sin perder su transparencia.

Es ella, la noche,
la que nos libra de los reflejos,

la que nos expande
las pupilas.

Lo que busca con su bastón
                                 el ciego es la luz, no el camino.

LEOPOLDO MARECHAL




Canción para que una mujer madure



¡Fruto nuevo, amasijo de tierra y de agua!
Cristalizó en el gajo más curvado del mundo
la sal de tu ternura.

¡Afilando puñales de sed,
trenzando los cabellos de una esperanza niña,
desvaneciendo sombras he cuidado tu rama!

Pastor de grandes cosas que se mueven,
yo conduje el rebaño de los días piafantes;
he visto cien mañanas con los picos abiertos
devorar la migaja de la última estrella
y tembló entre mis manos toda noche
como una yegua renegrida y ágil...

Yo hilvané con mis ansias una canción de cuna
para que se durmieran los cachorros del viento;
y alcé un espantapájaros de odio
sobre el campo frutal de tu sueño sin lágrimas.
Con las hebras del sol
has torcido el cordaje de tu risa.

En las enredaderas de tus voces incuba
sus tres huevos azules un pájaro de gracia...
¡La vida en tus talones es un giro de baile!

Te aferras al abierto pavorreal de los días
y le robas la pluma;
sabes abrir tu noche como un libro de estampas.

Y no sé si deshojas
la flor menguante de las lunas;
y no sé si libertas los luceros cautivos;
¡o si el verano salta de tus ojos iguales
a una lluvia con sol!

Tengo los dientes rotos de morder imposibles:
para ti guardan lechos de martirio mis brazos.
En mis dedos retoñan zarzales de caricias,..

¡Todas las noches naufragaban
en esta costa de mi anhelo!

Grabé tu nombre en todas las arenas del aire:
tu nombre es el perfume que buscaban mis años.

Redoblan los tambores de mi fiebre
largos llamados al otoño.

Has de llorar tus frutas
redondas como lágrimas...

Ensartare en el hilo de mi plegaria sorda
las cuentas de cien días y de cien noches;
¡y haré un collar de tiempo que te ciña!

Conduciré el rebaño de mis voces
por caminos que duerman bajo el opio del alba.

He de atar mis dos ojos a carros de vigilia
¡y haré un collar de tiempo que te ciña!
para que sea manso tu caer en un día
con fragancias de alcoba;
y para que en la noche de tu llanto
las estrellas más altas fructifiquen
entre la mano de los niños.

De "Días como flechas" 1926

sábado, 28 de abril de 2012


ANA MARÍA IZA





Líricayleja



I


El Bolero de la Libertad
por mí cantado
en cantata Mayor líricayleja

Sin instrumentos de aire a la sordina
como canta el viajero que se aleja

Con qué Amor
pasión inusitada
Ronca Bronca Brava

Con qué agallas
con la emoción del ciego
De repente frente al mar sus ojos miran
y otro océano le crece aguas adentro

II

anto a la libertad sin policías
del lenguaje
que a la cárcel de la forma y del fondo
me envíen
-celdas de humo extrañas a mis células-

Resisto y aún resisto
las marejadas de la sal hirviente
Para llegar al fin canta que canta
la sémola del trigo de mis huesos

Mi canto a la libertad manera de evadirme
de tantos trece sietes.


JORGE LUIS BORGES




Góngora



Marte, la guerra. Febo, el sol. Neptuno,
el mar que ya no pueden ver mis ojos
porque lo borra el dios. Tales despojos
han desterrado a Dios, que es Tres y es Uno,
de mi despierto corazón. El hado
me impone esta curiosa idolatría.
Cercado estoy por la mitología.
Nada puedo. Virgilio me ha hechizado.
Virgilio y el latín. Hice que cada
estrofa fuera un arduo laberinto
de entretejidas voces, un recinto
vedado al vulgo, que es apenas, nada.
Veo en el tiempo que huye una saeta
rígida y un cristal en la corriente
y perlas en la lágrima doliente.
Tal es mi extraño oficio de poeta.
¿Qué me importan las befas o el renombre?
Troqué en oro el cabello, que está vivo.
¿Quién me dirá si en el secreto archivo
de Dios están las letras de mi nombre?

Quiero volver a las comunes cosas:
el agua, el pan, un cántaro, unas rosas...


SERGIO GARCÍA




Voy



Voy a dormir
soñando que estoy en sus brazos

Voy a levantarme
creyéndome envuelto
en la fragancia de tu cuerpo

Voy a transitar el día
con la sensación
de tus labios en mi piel

Voy a esperar la noche
asido a tus palabras

Y aunque estés ausente

Todo el universo
que ha sembrado en mi
florece siempre

De “Versos Marianos”

SONIA TIRANTI



XIII


Tristeza,
corre descalza.
en Noche
descalza.

descalzos pies corren
Infinita Tristeza.
profunda
corre descalza.


CÉSAR VALLEJO




Un hombre está mirando a una mujer...



Un hombre está mirando a una mujer,
está mirándola inmediatamente,
con su mal de tierra suntuosa
y la mira a dos manos
y la tumba a dos pechos
y la mueve a dos hombres.

Pregúntome entonces, oprimiéndome
la enorme, blanca, acérrima costilla:
Y este hombre
¿no tuvo a un niño por creciente padre?
¿Y esta mujer, a un niño
por constructor de su evidente sexo?

Puesto que un niño veo ahora,
niño ciempiés, apasionado, enérgico;
veo que no le ven
sonarse entre los dos, colear, vestirse;
puesto que los acepto,
a ella en condición aumentativa,
a él en la flexión del heno rubio.

Y exclamo entonces, sin cesar ni uno
de vivir, sin volver ni uno
a temblar en la justa que venero:
¡Felicidad seguida
tardíamente del Padre,
del Hijo y de la Madre!
¡Instante redondo,
familiar, que ya nadie siente ni ama!
¡De qué deslumbramiento áfono, tinto,
se ejecuta el cantar de los cantares!
¡De qué tronco, el florido carpintero!
¡De qué perfecta axila, el frágil remo!
¡De qué casco, ambos cascos delanteros!

viernes, 27 de abril de 2012


ANA MARIA IZA






Pamplinas

                                     A Greta Carbo V.

De pie
como la espina inextinguible
a pesar del insecticida del gusano
y esas larvas larvisísimas
con pestañas sonrisas y zapatos

Se perdona lo que no se olvida
Únicamente los muertos han olvidado

El olvido es un señor con lentes
de aumento aumentados

Como la rosa tiene derecho al día
la mujer ha devolver
lo que el hombre ha sembrado

AMALIA IGLESIAS




De luna acuática y ballenas


                                                A Unica Zürn
                                                y Luisa Castro


Noche profunda de luna acuática y ballenas.

Escuchas
cómo nutre a las piedras esta luz aturdida;
el viento tiembla
-tremor de lecho sobre el lomo del mar-
entre sus lentas fauces
otras voces rozan apenas tu pozo de ansiedad,
                                                                    leve murmullo.

Profunda luna de noche acuática y ballenas.

La claridad renace como una grieta en la penumbra,
tal vez desciende del otro lado
                                                     de unas manos abiertas para ti,
la densa irrealidad que tibia ondea
                                                       tu sueño más anónimo.

Y aún seguirás en la playa
a la hora en que se duerman los albatros,
predestinada a recoger eternamente la lujuria del agua
y un laberinto de algas ascendiendo a tus sienes
cuando toda la sed es muerte inaplazable.

Oyes tu desnudez,
oyes nadar más lejos su imperio ensimismado
-la luna está besando sus grandes ojos tristes-
y susurras un nombre: "Moby Dick"
con el agua en los labios,
ahora que todavía sabe a sal su piel de luna

más profunda de noche acuática y ballenas.

De "Memorial de Amauta" 1988

ANTONIO CARVAJAL





A ti, siempre alegría



Es el pagaros gloria tan subida
que cuanto más os pago, más os debo.


A ti, siempre alegría
si jazmín amanezcas
o canario en la jaula
de mi ventana seas.
Pero más si tu cuerpo
en mi amor se concreta,
de una herencia celeste
suavísimo albacea.

Mucho más cuando carne
de mi carne te entregas
y ante tus labios pálidas
son todas las anémonas,
si luna, porque clara;
si mar, porque serena;
si vegetal, por ser
prisión para la estrella.

Pues te debo alegría
y esperanza y certeza
y ser quien soy sin ti
no puede ser sin mengua,
tómame por rehenes
de mi amorosa deuda
y canario en la jaula
de tu ventana sea.

Y todavía, entonces,
¿cómo no te debiera
el alpiste y el agua
y la lechuga tierna?
Tenme como un jazmín
silvestre que, a tu vera,
se nutra de suspiros,
mi amor, mientras sesteas.

SONIA TIRANTI




XX



Quiebro las sombras.
En tus labios
                    soy
desnuda.

CÉSAR VALLEJO





Verano




Verano, ya me voy. Y me dan pena
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.

¡Verano! Y pasarás por mis balcones
con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.

Verano, ya me voy. Allá, en septiembre
tengo una rosa que te encargo mucho;
la regarás de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.

Si a fuerza de llorar el mausoleo,
con luz de fe su mármol aletea,
levanta en alto tu responso, y pide
a Dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.

¡Ya no llores, Verano!  En aquel surco
muere una rosa que renace mucho...

jueves, 26 de abril de 2012


NICOLÁS GUILLÉN





Palabras en el trópico



Trópico,
tu dura hoguera
tuesta las nubes altas
y el cielo profundo ceñido por el arco del Mediodía.
Tú secas en la piel de los árboles
la angustia del lagarto.
Tú engrasas las ruedas de los vientos
para asustar a las palmeras.
Tú atraviesas
con una gran flecha roja
el corazón de las selvas
y la carne de los ríos.
Te veo venir por los caminos ardorosos,
Trópico,
con tu cesta de mangos,
tus cañas limosneras
y tus caimitos, morados como el sexo de las negras.
Te veo las manos rudas
partir bárbaramente las semillas
y halar de ellas el árbol opulento,
árbol recién nacido, pero apto
para echar a correr por entre los bosques clamorosos.
Aquí,
en medio del mar,
retozando en las aguas con mis Antillas desnudas,
yo te saludo, Trópico.
Saludo deportivo,
primaveral,
que se me escapa del pulmón salado
a través de estas islas escandalosas hijas tuyas.
(Dice Jamaica
que ella está contenta de ser negra,
y Cuba ya sabe que es mulata.)
¡Ah,
qué ansia
la de aspirar el humo de tu incendio
y sentir en dos pozos amargos las axilas!
Las axilas, oh Trópico,
con sus vellos torcidos y retorcidos en tus llamas.
Puños los que me das
para rajar los cocos tal un pequeño dios colérico;
ojos los que me das
para alumbrar la sombra de mis tigres;
oído el que me das
para escuchar sobre la tierra las pezuñas lejanas.
Te debo el cuerpo oscuro,
las piernas ágiles y la cabeza crespa,
mi amor hacia las hembras elementales,
y esta sangre imborrable.
Te debo los días altos,
en cuya tela azul están pegados
soles redondos y risueños;
te debo los labios húmedos,
la cola del jaguar y la saliva de las culebras;
te debo el charco donde beben las fieras sedientas;
te debo, Trópico,
este entusiasmo niño
de correr en la pista
de tu profundo cinturón lleno de rosas amarillas,
riendo sobre las montañas y las nubes,
mientras un cielo marítimo
se destroza en interminables olas de estrellas a mis pies.


JAVIER BALDESSARI






De mareas
hecha
en vaivén
como un latido
la luz
(blanca)
en la siesta

ella
abre y niega
lumínicos ojos

al cerrarlos
yo los abro

nunca
podremos encontrarnos.

CRISTINO BOGADO





Diario del ojo



El vértigo de las cosas
vacilando
sobre la cuerda de una mirada.


SONIA TIRANTI




XVII



De la boca de un hombre
brota una llama azul. 

la llama se transforma en una mujercita desnuda

De sus manos brotan rosas
cuando trepa
a mis talones
que escapan
de la tierra
floja.

CÉSAR VALLEJO




Heces



Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. ¿Por qué no ha de ser?
Viste de gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su "¡No seas así!"

Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!


miércoles, 25 de abril de 2012


ANTONIO CARVAJAL






A veces el amor tiene caricias...



A veces el amor tiene caricias
frías, como navajas de barbero.
Cierras los ojos. Das tu cuello entero
a un peligroso filo de delicias.

Otras veces se clava como aguja
irisada de sedas en el raso
del bastidor: raso del lento ocaso
donde un cisne precoz se somorguja

En general, adopta una manera
belicosa, de horcas y cuchillos,
de lanza en ristre o de falcón en mano.

Pero es lo más frecuente que te hiera
con ojos tan serenos y sencillos
como un arroyo fresco en el verano

CARLOS BARRAL





Ternura de tigre



La lengua sobre todo, afectuosa,
áspera y cortesana en el saludo.

Las zarpas de abrazar, con qué cuidado,
o de impetrar afecto, o daño, a quien lo doma.

La caricia con uñas, el pecho boca arriba
para mostrar el corazón cautivo.

La piel toda entregada, la voz ronca
retozando en su jaula de colmillos,
y los ojos enormes, de algas, sonriendo
a la muerte inmediata
                               a que fue sentenciado.


ANA MARÍA IZA






Amor amor



El Mar
juega con la Botella
la desnuda
la enreda entre sus patas azules
le da vueltas

Trepa
las porosas rodillas de la playa
la mece
la ensucia
enrosca
-desenrosca-
salta al cuello
la bebe
El mar
brinda con la botella
le perturba
le entierra
desentierra
¡La Botella y el Mar!
Yo te recuerdo.

NICOLÁS GUILLÉN





Piedra de horno



La tarde abandonada gime deshecha en lluvia.
Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana.
Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas.
Lentamente va viniendo tu cuerpo.
Llegan tus manos en su órbita
de aguardiente de caña;
tus pies de lento azúcar quemados por la danza,
y tus muslos, tenazas del espasmo,
y tu boca, sustancia
comestible y tu cintura
de abierto caramelo.
Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios;
de pronto entran tus ojos traicionados;
tu piel tendida, preparada
para la siesta:
tu olor a selva repentina; tu garganta
gritando -no sé, me lo imagino-, gimiendo
-no sé, me lo figuro-, quemándose- no sé, supongo, creo;
tu garganta profunda
retorciendo palabras prohibidas.
Un río de promesas
desciende de tu pelo,
se demora en tus senos,
cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre,
viola tu carne firme de nocturno secreto.
Carbón ardiente y piedra de horno
en esta tarde fría de lluvia y de silencio.


ANA MERINO




Pequeña confesión



¿Si yo soy tu sueño
por qué me siento sola
cuando me sueñas?

Llego arrastrándome
a tu boca cuando duermes
y no sé cómo empezar
a contarte una historia
que se parezca a ti
para que nunca sepas
que yo vivo contigo.

Los sueños somos
como las sombras,
pertenecemos a un solo cuerpo
pero queremos ser
otra persona.

De "Compañera de celda" 2006