martes, 9 de octubre de 2018


MARÍA TERESA IRAZABA





Quirófano



No es por la madrugada este caer
son las arterias que se paralizan
cenizas sin ser parte
de mi madre sin mirada
rostro reducido por la muerte

Te expusieron con todos tus daños
no fueron parte del instrumental
tus objetos personales
difuntos que ya no envejecen
suturaron tu vientre
ya no fértil
a la luz del día

En la confusión de ese domingo
los silencios se arraigaron
la voz de mi padre ya no encuentra
lo que se dejaba encontrar

Mariposas atraviesan sus pupilas
tibio envenenamiento de los parpados
La mosca arropa su equipaje
es paciente en la espera



EVARISTO CARRIEGO





«Caperucita roja» que se nos fue



¡Ah, si volvieras!... ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
que todo lo sabías hacer con esas manos...!

El menor de los chicos, ¡pobrecito!, te llama
recordándote siempre lo que le prometieras,
para que le des algo... Y a veces -¡si lo oyeras!-
para que como entonces le prepares la cama.

¡Como entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
en la casita nuestra todo el mundo anda triste!
y temo que los viejos enfermen, ¡pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora
con el supersticioso temor de verte lejos...
Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?



IRENE SÁNCHEZ CARRÓN





Una mujer madura que contrata una cita

                                                                    "Ante la ficción del alma
                                                y la mentira de la emoción”
                                              F. Pessoa


Nos movemos con tanta soltura. Nuestra elegancia es tal.
Gira a mi alrededor para que yo, detenida en mi espacio, te contemple.
Ahora quieres quemarte y por eso te acercas.
Finjo que no te veo, juego a darte la espalda.
Te pregunto quién eres y, a la vez, pongo un dedo en tus labios.
"No. No quiero oír tu voz. No me digas tu nombre.
Eso fue lo acordado."
De noche, en el jardín, abro mi corazón entre la madreselva.
"Me gusta pasear apoyada en tu brazo,
pensar que te conozco desde siempre,
que llevamos largos años sin vernos."
Hablo de ideales perdidos,
de cómo fue la vida la que puso cada cosa en su sitio.

"Ay, la vida." Se me escapa un suspiro
y la vida me resulta muy breve.
Digo que siempre estuve en el lugar exacto en el momento exacto.
Siempre digo esas cosas.
Luego me abrazo a ti y te beso en los labios.
"Vámonos a mi casa"
Te dejo que conduzca y recuerdo la canción de Los Beatles
"baby you can drive my car and maybe I’ll love you..."
A través del espejo la llave gira y oigo
los siete abracadabras de los siete cerrojos.
Todo estaba previsto en el País de Nunca Jamás.
En un interruptor se encienden siete lámparas
que iluminan lugares muy concretos.
Ya no nos quedan vírgenes que mantengan las velas encendidas
aguardando la vuelta del amado,
ese que nunca vuelve, bien es cierto, porque nunca es el mismo.
"Me gustaría subir las escaleras desnudándome como sale en la tele"
digo y me río.
Espero por ver amanecer y así poder mirarte
para después no verte nunca más.
Eso fue lo acordado.

En el baño me quito el maquillaje.
Sobre el lavabo nievan algodones
rojos, negros y ocres.
Me detengo a mirar el verde de la sombra de ojos.
Pienso en las sombras y en la triste servidumbre de mis ojos
y pienso en el carmín que ya no se derrite entre los labios
y en tranvías lejanos cargados de deseo
y duele la claridad del día que me espera
y quisiera arruinarme como Gil de Biedma.




FÉLIX SUÁREZ




Ese día, amada,
sobre el umbroso Valle de Josafat,
no despertaremos tampoco juntos.

Ni volveré a mirar
como hoy, en otros días,
el primer rayo de luz sobre tu cara.

Nada
-está escrito-
nos volverá a la dicha.
(«El día de la resurrección»)


MIHAI EMINESCU





Melancolía



Es como si una puerta se abriera entre las nubes,
para que pase muerta la reina de la noche.
¡Oh, duerme, duerme en paz entre miles de antorchas,
bajo tu tumba azul y el sudario de plata,
en tu gran mausoleo, bóveda de los cielos,
tú, dulce y adorada soberana nocturna!
El mundo en su extensión yace bajo la escarcha,
que reviste de un velo de luz pueblos y campos;
el aire centellea y albos como la cal
brillan los edificios, las ruinas solitarias.
El cementerio, mudo, de cruces rotas, vela;
sobre una cruz, parada, hay, gris, una lechuza,
el campanario cruje, los pilares resuenan,
y el demonio, diáfano, atravesando el aire,
roza muy tenuemente el bronce con sus alas,
arrancando un gemido, una ola de dolor.
                                                               La iglesia desplomada
se mantiene piadosa y triste y muda y vieja,
y a través de sus vidrios rotos el viento silba;
se dijera un ensalmo del que se oyen palabras.
Dentro, sobre los muros antes llenos de iconos,
apenas los contornos de su sombra han quedado,
y como sacerdote, un grillo va tejiendo
su idea oscura mientras una polilla dobla.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
Fue la fe quien pintó de iconos las iglesias,
ella quien a mi alma llenó de cuentos mágicos,
pero la tempestad y el vaivén de la vida
apenas me dejaron huellas tristes y sombras.
En vano busco hoy mi mundo en mi cerebro
porque herrumbroso y viejo sólo en él canta un grillo;
bate mi corazón debajo de mi mano
igual que una carcoma mordiendo un ataúd.
Cuando pienso en mi vida, la veo que resbala
lentamente contada por labios extranjeros,
como si no fue mía, como si no he existido.
¿Quién es este que cuenta de memoria mi vida
tan bien que hasta lo escucho y río del dolor
como si fuese ajeno?... Hace tiempo estoy muerto.


Versión de Rafael Alberti y María Teresa León



JOSÉ SARAMAGO





Intimidad



En el corazón de la mina más secreta,
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,

En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,

En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.


De: "Poesía completa"

Versión de Ángel Campos Pámpano