viernes, 10 de junio de 2022


 

SUSANA SOCA

 

 

Árbol de junio

 

 

Soy el que duerme lejos sin figuras
soy el que apenas sueña que no sueña
y en el declive de las olas vagas
de una niebla que ignoran los caminos
de la memoria, espera
hasta encontrar una segura rosa
hija y madre del día
corona para la paciencia antigua
del que dormía en las abiertas rocas
por donde se despeñan incesantes
iguales formas sin llegar al sueño.

Rosa excesiva la del sueño
arde arde su piel de flor crepuscular
arde como la infancia de la rosa
y la primera rosa de mi infancia
la rosa de alto pie
entre tapias por ella defendidas
se mueve a la distancia como el agua.
Flor sostenida en una mano, vino
como si caminara paso a paso.

Busco la rosa en medio de las rosas
y la mano en mi mano.

Soy el que duerme lejos sin figuras
el que no mira y sin embargo ve
súbitamente la imprevista rosa
del color de sí misma, nada más
rosa de todos que es la rosa mía.
Entre la orilla clara de sus pétalos
y las moradas islas,
empiezan lentos ríos de colores.
Fulge la aguda la amarilla rosa,
la de clavadas puntas en el humo
que nubla los colores de la llama,
la que retiene el oro en la ceniza.
En este árbol encerrado y solo
entre la rama izquierda y la rama derecha
antes de tiempo empieza el áureo río
entre las hojas rápidas y las más lentas hojas
donde el verde ya espera
el oro singular que avecina la púrpura.
Y oculta en la embriaguez de la sustancia
graciosamente subirá la muerte.

En el árbol el árbol
y la cima y declive de un río sin espacio
donde el precoz otoño estrechará al fantasma
de las jóvenes hojas.

En el árbol el árbol.
El boscaje que aparta el chamuscado muro
en la tierra sin aire de la piedra ha crecido.

Junto al follaje nuevo el follaje quemado
no por el breve tiempo sino por la pasión,
el follaje quemado
no por las huellas sino por los pasos
de algún verano que deslumbra y sigue.

En el árbol el árbol.

 

  

WENCESLAO VARELA

 

  

Modestia aparte

 

 

Como vanguardia aguerrida

traigo mi poco saber,

aprendido al recorrer

los caminos de la vida.

De humilde cuna, mecida

bajo techo de humildá,

que aguantó la tempestá,

los años y la pobreza,

traigo: valor, entereza,

y amor a la libertá.

 

Y soy, de poncho y espuela

sobre cualquier redomón,

uno más de mi nación

con la vida por escuela,

el que a versos y vigüela

con nudos y disonancias

en poblados o en estancias

se cortó solo, a lo entero,

con modestia o altanero

asegún las circunstancias.

 

Cuando encuentro un reserváo

d’esos que ninguno ensilla,

es, pa’mi, cosa sencilla

dejarlo, a espuela, charquito.

Cuando topo un mal habláo

con fama de aguantador,

le hablo a solas “con amor”

qu’es bueno pa’dominar,

y, si no quiere aflojar,

lo sé llamar al rigor.

 

En rueda’e “monte”, prefiero

apuntar a la menor,

y si salgo ganador

rescato cuando yo quiero.

En la taba soy certero

y muy cebao a ganar,

durísimo de aguantar

cuando el güeso es de mi gusto.

De ver plata, no me asusto,

cuando me afirmo a “clavar”.

 

Jamás, con mi moro, arrollo

si d’entro en una carrera;

con “rastras” no armo cuadrera

porque teng’orgullo criollo.

Salir “de abajo” es un “bollo”,

cuando quiero corto luz,

“fiador”, “pescuezo”, “testuz”

los saco justo, pues no!

siempre que lo corra yo,

que me hago un ñudo en la cruz.

 

Y pialando a medio lazo

en un rodeo parao

soy seguro pa’l “volcáo”

y pa’l “revés” segurazo!

En elogios a mi brazo

se ha gastáo gente campera,

pues pa’guampiar campo ajuera

soy cosa que “ni d’encargo”,

aunque tengo un lazo largo

como legua brasilera.

 

En ruedas de pericón,

como en versos, no me achico;

echo, apenas abro el pico,

pa’mi láo un corazón.

La endulzo a conversación

porque mi labia no es poca,

y si una “taura” me toca,

d’esas que andan coqueteando,

me l’arrincono bailando

hasta que “le copo en boca”.

 

En amores, nunca dejo

que naides me pida cuenta;

que los “quince a los cuarenta”

me dio por remedio un viejo.

Voy ‘end’entonces parejo

sin faltar a mis deberes,

pues en cuestión de quereres,

da más la fama qu’el oro…

He dejáo “lunanco” el moro

de tanto cargar mujeres!

 

A todo el mundo respeto,

dende chico he respetáo,

pero cuando estoy mamáo

mejor que me dejen quieto.

Ande me apretan, aprieto,

y soy duro p’apretar.

Van a tener que aguantar,

y es maña vieja que tengo:

a malas ni voy ni vengo

ni me dejo “coroniar”.

 

Que se abra cancha el caudillo

con las púas como gallo

y los baguales con callo

Del bocáo sobr’el colmillo…

Le saco el cuerpo al cuchillo,

tranquilo paro el “hachazo”,

a las mujeres… a abrazos

–hijo de bárbara escuela-

a los baguales… a espuela,

y a los malos… a ponchazos!

 

 

TERESA MELO

 

 

Las altas horas

 

 

El día de mi padre me decía al oído:
Be careful, it´s my heart
Louis Armstrong dictaba en el oído
lo que nunca cantó.
Otro hombre perfecto fue su dueño.
Cantores, militares, ya no viven aquí.
Vive Daniela/
El eterno retorno de la canción que pide
cuida mi corazón de alturas y cemento.
Y por la suerte cuido.
Levísima es la suerte a la que doy memoria.

Hija mía. Sé libre
ama con esperanza/ con ingenuidad.

Una taza de té empecé a tomar hace años
y hace más tiempo removía la carne temblorosa
que tomaría el té… Desde ese temblor
escribí, escribí:
ahora cuento las palabras
que quedan sin contaminar.
Dentro de mí… el piso veintitrés… la escuela
el corazón que cae,
Tú eres ese cuerpo sin fragmentar… intacto.

Hija mía… soy libre
te amo con esperanza/ con ingenuidad.
Quédate cerca de la puesta del sol:
quien la fragmenta y disecciona
no puede hacer que el sol se ponga para ti.
Quien diseca la palabra
no puede hacerte vibrar con palabra alguna.
Eso te doy… las puestas de sol que fueron
las sobre mí
las que te inquietarán y aquietarán
y esta palabra sin contaminar
para que la bebas con fruición
como la leche de las altas horas
la acunes, aprendas y mastiques
y te haga luz… en la hora violeta
cuando el sol se ponga sobre mí.

 

JOSÉ MANUEL POVEDA

 

  

Palabras en la noche

 

 

Los caminantes van cruzando el suelo
tenebroso. No se les ve pasar.
Los impulsa no sabemos qué anhelo;
no sabemos si hacia el monte o el mar.
Y dialogan dulcemente en el duelo
de la marcha. ¿Dicen a dónde van?
No sabemos, porque oímos un vuelo
de palabras, pero no qué dirán.
Transeúntes que conmina el acaso,
no escuchamos lo que dicen al paso,
pero ellos no enmudecen jamás.
Caminantes en la ruta intangible,
se dijera que el lenguaje terrible
es un ruido de pisadas no más.

 

ATILIO SUPPARO

 

 

 

Cabecita negra

 

 

Inútil canción ¿para quién cantas?,
si ya la pebeta no escucha tu voz,
ni pone en tu boca la dulce ración
pa’ que con tu pico la puedas besar…
¡Callate!, no sigas tu triste gorjeo,
¿no ves que tu canto, me agranda este mal?…

Callate unos días, muy pocos tal vez,
ya verás que alegría te aguarda después…
Si quiere el destino traerme a la ingrata,
seguí con tu trino, con tal que alegrés,
si en cambio resuelve odiarme nomás
y se queda y no vuelve, entonces verás:
yo te abro la jaula, búscala en tu vuelo,
decile a esa maula, ¿por quién le cantas?…

Inútil canción ¿para quién cantas?,
si ya la pebeta no escucha tu voz,
ni pone en tu boca la dulce ración
pa’ que con tu pico la puedas besar…
¡Callate!, no sigas tu triste gorjeo,
¿no ves que tu canto, me agranda este mal?…

Serás como un hijo que busca la unión
y que lleva un recuerdo atado a un perdón
y vuelve trayendo, como un triunfador,
un beso en el pico y un lazo de amor…
¡Callate, no cantés, que siento en tu voz
como un eco distante, diciéndome adiós!…
La jaula está abierta, tendé tu volido
y al lao de su oído, cantá por los dos…
Yo te busco en mis recuerdos, nena,
Y te busco pa’morir con vos;
Se me achica el corazón de pena,
Pero aguarda a que le des un adiós.
Y te juro que no sé como eras,
Que mi mente no te encuentra ya;
Que me paso las horas enteras,
Preguntando: ¿por dónde andará?

Y cruzan, a la vez,
Siluetas en montón
Y nunca descubro cuál es.

Yo me acuerdo, solamente,
De una caricia, de un beso sano,
De una mano muy ardiente
Que entre sus dedos tuvo mi mano;
Del amor de una pareja,
De una ventana, chica y sin reja,
Donde estaban bien juntitos ella y él…
¡No sé si yo soy aquél!

Es por eso que te busco, nena,
y te busco pa’morir con vos.
¿Qué te cuesta ser, un rato, buena?
Si no pido nada más que un adiós.
No, no vengas, que bajó del cielo
La mujer que más quería yo:
Es mi madre que trae un consuelo
La que nunca mi mente olvidó.

 

 

DOMINGO ALFONSO

 

  

Alguien enciende un Hi Fi

 

 

He retirado poco a poco mis dedos
de la selva amarilla que preside tu frente.
Así, tendida de espaldas,
se acodan en el pasado tus ojos
y vuelves a pertenecer a los hombres que me precedieron.
Prefiero entonces contemplar a la noche;
interpretar de la gran página abierta en su negrura,
los muchos enigmas que olvidé con el tiempo,
verdades ocultas que no pude aprender.
Ahora alguien, como siempre a esta hora,
enciende un hi-fi y coloca el mismo concierto
–precisamente el mismo concierto–
con sus dos manos que deben parecerse a las mías.
Tal vez luego beba un vaso de vino,
se asome a una ventana, mire la noche despacio
mientras tiene a sus espaldas una mujer que sueña con otro.