viernes, 9 de marzo de 2012


ALEYDA QUEVEDO ROJAS




Pasión


Que empiece a llover
para saber
de todo aquello
que me enciende

JOSÉ MARTÍ




X - El alma trémula y sola



El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española

Han hecho bien en quitar
El banderín de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.

Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.

Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!

Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.

Preludian, bajan la luz
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.

Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.

Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.

Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.

Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.

Han hecho bien en quitar
El banderín de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.

Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.

Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!

Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.

Preludian, bajan la luz
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.

Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.

Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.

Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.

Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.

El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es una rosa la boca:
Lentamente taconea.

Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro…

Baila muy bien la española;
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca, a su rincón
El alma trémula y sola!


MARCO FONZ DE TANYA




El pensamiento feroz de algo pequeño



Cuando éramos bellos e inmortales y las moscas y gusanos
estaban lejos de nuestra nítida visión de niños sobre la tierra.
Cuando ella era un vestido en donde colgar los sueños.
Cuando era ese grano sorprendido en la tortuga que
                                                                  viaja por galaxias.

Cuando nuestras manos eran ciegas y descarnadas
buscando miel y llanto
nuestros pies eran sombras lunares
mandadas a lavar con diosas y termitas
nuestros cuerpos eran el hueso
donde se regocijaban el perro o la rata.

Éramos todo eso y la tierra era joven y lejana.

Cuando teníamos la inocencia estúpida bajo las axilas
y un monstruo de dos cabezas dormía en la misma almohada.

Éramos tú y yo terribles insectos devoradores de ideas, de silencios.

Cuando como brillo de un pensamiento o relámpagos de sabia luz
existíamos incómodos buscando preguntas dentro del sombrero,
dentro del conejo, dentro del mago.

Cuando éramos bellos e inmortales fuimos engañados,
entonces yo, era un imbécil confiado, y tú, gentil y en silencio,
nos dimos de amantes contra el suelo.


ÁNGELA MONTERO




Arena desértica


Caigo desamparada
en la arena desértica
la tarde golpea
ráfagas de vidriosas
partículas.
Los ojos llenos de lágrimas
y arena,
aún de rodillas
guardo el grito,
las ansias
la pena.

Todo se sumió
en silencio,
sólo el látigo de viento
en las orejas,
golpea
golpea
tantas veces
como el miedo.

Sí, porque en el silencio
de la noche
la espera es eterna,
se consume la agresividad
se acerca la muerte,
esa muerte,
esa muerte
que nunca llega a tiempo,
tendida pariendo el dolor
rasguñando la esperanza
quieren llevárselo todo.

El cuerpo aún tibio
espera el próximo silencio
escucho a los otros
no estoy sola en este reducto.
Aprieto los puños
para mostrar el grito
y dejar caer la caricia
de ese extraño momento de paz.

Luego vuelve la mano invisible
triturando con ánimo, con éxito
para dejar mi cuerpo tendido
en un sordo gemido.


MÓNICA LANERI



Divagarnos

Divagarnos
Desaforadamente
porque la red
es amplia
pero igual
no escapo,


que nos cruzamos
con las vidas
que tenemos
y las vidas
que anhelamos,


tanta incertidumbre
de saber
que no sabemos
y que para colmo
ni importa,


divagarnos
para olvidar
un rato
como quien
se droga,


dejar caer
nuestras noches
para simplemente...
¿abrazarnos?,


que al final
del día
el teclado me diga
que estuviste
que estás
que te tengo...


en algún lado.