"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 29 de agosto de 2019
RABINDRANATH TAGORE
El Último trato
Una
mañana iba yo por la pedregosa carretera,
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
"¡Me vendo!", grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
"Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
"Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
"Puedo comprarte con nada." Desde que hice este trato jugando, soy libre.
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
"¡Me vendo!", grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
"Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
"Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
"Puedo comprarte con nada." Desde que hice este trato jugando, soy libre.
RAMIRO FONTE
El enemigo
Cuando estés un poco malogrado
O te importune ese personaje
Que la derrota, muy sutil urdiera,
Puede hacer asomar en tu rostro,
No arrojes tu sueño como un anillo al río,
Sobre aquello que amas no puedas renunciar.
Cuando estés un poco malherido,
Quizás también oscuro, puede que un tanto harto
Y, al procurar verso, no encuentres
La música apropiada, lo que te exige el canto,
Recuerda que algún día fuiste dueño,
Que guardar silencio puede ser causa grande.
Cuando llenes de vaho los espejos con la tristeza
De ese ser que los procura, y anda errante en la casa
Como un barco impaciente que abandonó el mar,
Nunca pierdas el rastro de las estrellas
Fugitivas, y nunca te abandones
Al gesto vano, a lo falso o a la mentira.
Cuando quieras vivir
Por un país que esté más al norte,
Más cerca de la vida; al abrigo de otros puertos
A los que desciende el cielo con toda la claridad,
Y lejos de estos hombres que no quieren
Saber lo que tú mucho querrías,
Piensa en la casa sola que, desnuda, se dirige
Valiente y traicionada hacia el mar;
Y que debes salvarla, dándole otros caminos.
Es así que en esta hora te sucede
Que estás un poco triste, malherido,
Un tanto malogrado y sabes letras
De esas torpes canciones del desencanto,
Mi viejo capitán de las bajas horas,
Olvídate de mí, pero no olvides
Los pactos misteriosos a los que entre los dos llegamos,
Deja que suene la música. Y que pase otra vez.
Cuando estés un poco malogrado
O te importune ese personaje
Que la derrota, muy sutil urdiera,
Puede hacer asomar en tu rostro,
No arrojes tu sueño como un anillo al río,
Sobre aquello que amas no puedas renunciar.
Cuando estés un poco malherido,
Quizás también oscuro, puede que un tanto harto
Y, al procurar verso, no encuentres
La música apropiada, lo que te exige el canto,
Recuerda que algún día fuiste dueño,
Que guardar silencio puede ser causa grande.
Cuando llenes de vaho los espejos con la tristeza
De ese ser que los procura, y anda errante en la casa
Como un barco impaciente que abandonó el mar,
Nunca pierdas el rastro de las estrellas
Fugitivas, y nunca te abandones
Al gesto vano, a lo falso o a la mentira.
Cuando quieras vivir
Por un país que esté más al norte,
Más cerca de la vida; al abrigo de otros puertos
A los que desciende el cielo con toda la claridad,
Y lejos de estos hombres que no quieren
Saber lo que tú mucho querrías,
Piensa en la casa sola que, desnuda, se dirige
Valiente y traicionada hacia el mar;
Y que debes salvarla, dándole otros caminos.
Es así que en esta hora te sucede
Que estás un poco triste, malherido,
Un tanto malogrado y sabes letras
De esas torpes canciones del desencanto,
Mi viejo capitán de las bajas horas,
Olvídate de mí, pero no olvides
Los pactos misteriosos a los que entre los dos llegamos,
Deja que suene la música. Y que pase otra vez.
De: “Adeus Norte”
SERGIO BADILLA CASTILLO
Discurso de iniciado
Mis
pupilas atrapan con dificultad la profanía del tiempo
la
fugacidad de un destello que revela la exactitud de la vida
la
palabrería inmediata del vocablo inacabado
Una
sombra más ocupa la extensión desconocida de este viejo laberinto
Hay
cercanía cerebral con los objetos
una
impresión tactable tangible con
desnudez de dedos prontos
un
sentimiento de universalidad dactilar lleno de ditirambos y goces
una
genética caducidad en una ciudad perversa
al
borde de un barranco que deslinda con la más pronta muerte
Pierdo
la voz ante la náusea repentina
accedo
como cofrade al ara que me será prohibida en los años
La
hermosura nupcial ya fue consumada hasta la sangre misma, en ella
que
más se pudo colegir en tanto exceso
en
su insistencia de procrear a la luz remitente de unos pocos candelabros
en
lumbre mezquina contra lumbre encendida de belleza
Las
palabras me espasman indecisas el aliento
me
perlan la intimidad de humores en la certitud del cuerpo
Mis
pupilas se revelan ante la escasa lumbrería
la
fúgida apariencia de un resplandor equívoco
amengua
aún más la sensación de vida
Los
recuerdos se aglutinan
amontonan la torpeza vivida
como
una vieja lumia callejera que no tiene lugar donde yacer
La
historia se repite con escasez de lágrimas
La
quietud de los parientes es ritual
agónico
hace
que se sienta como sopla el viento afuera en la escollera
Los
maeses no vendrán por el camino de arcilla, contendrán sus
rogativas
sectarias en las inmediaciones del templo
súplica
tras súplica hasta sellar de secreto los decires
El
mandil tendrá colores y emblemas de albañiles
el
Oriente se abrirá diáfano entre las altas cumbres
Las
duelas de las cubas dejarán goterar el vino dulce
tal
vez un último ágape seguirá insomne la fiesta
un
postrero escanciar de copas fraternales
ni
escápula quebrada al iniciado abrazo
ni
adustez de sueño largo ni rigidez de condenado
Se
ha cumplido el plazo de esta austera residencia
JOSÉ ELGARRESTA
El hotel
Vacío
de
nave espacial
prolongado
en
el interior del cráneo.
Abismos
de
palabras
en
cada frase.
Teléfonos
individuales
para
comunicar directamente
con
la depresión colectiva.
¡Y
sin embargo es el hotel más caro!
SILVIA EUGENIA CASTILLERO
Letanía
Dintel
o tallo,
pétalo: la memoria.
Palabra inútil
entre labios ávidos,
sin despedida
voló, tasajeó,
hubo alianzas,
sonidos acodados.
¿Música?
Rogaba en rimas,
mejor: rezaba.
Empeño balbuciente
—la memoria—
atiza la mañana.
Como letanía al alba
se vuelve necedad.
Al atardecer
memoria violenta,
y toca una a una
sus astillas,
letra sin letras,
rijosa, cruel.
pétalo: la memoria.
Palabra inútil
entre labios ávidos,
sin despedida
voló, tasajeó,
hubo alianzas,
sonidos acodados.
¿Música?
Rogaba en rimas,
mejor: rezaba.
Empeño balbuciente
—la memoria—
atiza la mañana.
Como letanía al alba
se vuelve necedad.
Al atardecer
memoria violenta,
y toca una a una
sus astillas,
letra sin letras,
rijosa, cruel.
JOSÉ REGIO
Repartición
Para
darles a mis hermanos
La
parte que les cabía,
Metí
las manos
En
el arca vacía.
Sentí
polvo en los dedos. Fría
Retiré
la mano sin nada.
Si
la vida ya fue dada,
¿Qué
más, para dar, había?
En
mis dedos
El
polvo aún relucía.
Cenizas
de antiguos secretos,
Muerte
que aún viviría.
Tesoros
míos de algún día,
¡Lleváoslos,
vientos ligeros!
Mis
hermanos verdaderos
Van
a llenar el arca vacía.
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