miércoles, 24 de agosto de 2016


PAUL CELAN


   

Cualquier piedra que levantes...



Cualquier piedra que levantes-
desnudas
a los que piden la salvaguardia de las piedras:
desnudos
renuevan el entramado desde hoy.

Cualquier árbol que abatas-
armas
el lecho en donde
las almas nuevamente se acumulan,
como si no temblase
a su vez este
eón.

Cualquier palabra que pronuncies-
das las gracias
a la corrupción.


De: "Umbral en umbral"


Versión de José Ángel Valente



JUANA CASTRO




La cuna



Estoy encinta, y vivo. Me preñó
igual que a las ovejas.
Ahora hace la cama
con madera de olivo,
y canta, y por primera vez
me llama por mi nombre.

Porque va a ser un niño
como su abuelo, dice,
“un hombre de verdad
que trabaje conmigo”.

Pero de noche, carga
sobre mí su balumba
y se olvida del hijo.

Será para cantar, me digo, mientras abro
las piernas y me escoro
hacia un lado eludiendo
su peso porque duele.

¿Qué será lo que siente?
 



SOPHIA DE MELLO BREYNER




Luz de luna



Tómame oh noche en tus jardines suspendidos
En tus patios de luna y de silencio
En tus atrios de viento y de vacío.

¡Noche
Bagdad de bruces en tu río
País de brillos y de olvido
Con tu rumor de cedros y tu lento
Círculo azul del tiempo.


Versión de Diana Bellessi


PORFIRIO BARBA JACOB



  
Mi vecina Carmen



Esta noche tengo miedo de estar solo... Entre
                                                         la sombra,
un fantasma de ultramundo sigue mi paso,
                                                              veloz...
Me parece que se acerca, que me palpa, que
                                                     me nombra...
Esta noche tengo miedo de estar solo... Entre
                                                             la sombra
leves rumores semejan un suspiro y una voz...

Todos en el barrio saben la historia de mi vecina:
¡Ingenua, fragante historia de ardorosa juventud!
Por sus cabellos profusos y por su carne
                                                           ambarina...
Todos en el barrio saben la historia de mi vecina,
que, nevada y sonriente, reposa en el ataúd...

Esta noche tengo miedo de estar solo. Me acongoja
el recuerdo aún no lejano de un drama del corazón...
Eran sus manos tan ávidas, era su lengua tan roja...
Esta noche tengo miedo de estar solo. Me acongoja
el ritmo precipitado de mi propio corazón...

Caía en sombras la tarde cuando murió mi vecina...
En la sala de su casa destella un foco de luz...
Están rezando el rosario... y una comadre ladina,
la que pasaba las horas riñendo con mi vecina,
reza más alto que todas, puestos los brazos en cruz...

¡Carmen, diabólica y santa! Sus grandes ojos extraños,
atrevidos y falaces, humillaron mi candor;
el bálsamo de sus besos ungió mis veintidós años...
¡Era tan bella y tan rara! Y entre sus bucles castaños
dormí dos noches azules -¡dos noches no más!- de amor...

Y hoy que ha muerto, tengo angustia de estar solo:
                                                                 hay un rumor
de oraciones en el aura que llega quedo, muy quedo...

¡Que abran la puerta! ¿Hace luna? Tengo frío...
                                                                 tengo miedo...
Me parece que de pronto viene a turbarme su voz...



VICENTE NÚÑEZ





I

Más palabras no engendres en mí, torvas criaturas
que envilecen y editan su métrica satánica.
Yo te amaba y por eso te inventaba besándote.
La vida no era un verso. ¡Y la encontré contigo!


II

Te amaba con locura. De la vida. ¿qué tuve?
Sólo una inmensa pira que ardía inextinguible.
Pero ni la traspuse ni me abrasé con ella.
¿Más allá de nosotros? Fama de la ceniza.


III

Oh límpido y amado don de tus ojos de oro
que se atribuló mi vida de martirios dulcísimos.
De aquel trance, dos lágrimas hoy sangran resbalando
y doliendo, acosándonos de ternura y de dicha.


De "Ocaso en Poley"



JUAN ANTONIO MASOLIVER



  
De ti a mí hay treinta...



De ti a mí hay treinta
años y calles donde un niño
juega o se pierde o llama
a la puerta de mi casa
donde no estoy.
De ti a mí: el cuerpo
nos ciega y nos acerca.
Nos lamemos, borramos
las palabras. Nos seduce
el vello y el vacío.
Caminamos por calles sin recuerdos,
sus paredes de luz.
Vivimos un presente
que no existe. Amamos.
Nos saciamos y
dejamos de amar
para empezar a amar de otra manera.


De: "En las rejas del tiempo"