miércoles, 4 de marzo de 2020


KENNETH PATCHEN





Aceptemos la locura



Aceptemos la locura abiertamente, hombres
De mi generación. Sigamos
Los pasos de esta edad destrozada:
Mirémosla cruzar la tierra opaca del Tiempo
Hacia la casa cerrada de la eternidad
Con el ruido que la muerte tiene,
Con el rostro de las cosas muertas y que no se diga:

Que queríamos más; buscamos para encontrar
Una puerta abierta, una hazaña absoluta del amor
Que transformara la aciaga oscuridad del día;
pero
Encontramos infierno y niebla
Sobre la tierra, y en nosotros mismos
Un pantano descompuesto de tumbas descomunales.


ANDRÉ BRETON





En tu lugar desconfiaría del caballero de paja...



En tu lugar desconfiaría del caballero de paja
Esa especie de Roger libertando a Angélica
Leitmotiv aquí de las bocas del metropolitano
Dispuestas en fila en tus cabellos
Es una encantadora alucinación liliputiense
Pero el caballero de paja el caballero de paja
Te pone a la grupa y os precipitáis en la alta alameda de
álamos
Cuyas primeras hojas perdidas ponen mantequilla en las
rosas
trozos de pan del aire
Adoro esas hojas al igual
Que aquello que hay de supremamente independiente en ti
Su pálida balanza
Para contar violetas
Estrictamente lo necesario para que se transparente en los
más
tiernos pliegues de tu cuerpo
El mensaje indescifrable capital
De una botella que ha guardado mucho tiempo el mar
Y las adoro cuando se juntan como un gallo blanco
Furioso en la escalinata del castillo de la violencia
Bajo la luz vuelta desgarradora donde no se trata ya de vivir
En el soto encantado
Donde el cazador apunta con un fusil de culata de faisán
Esas hojas que son la moneda de Danae
Cuando me es posible acercarme a ti hasta no verte
Estrechar en ti ese lugar amarillo devastado
El más resplandeciente de tu ojo
Donde los árboles vuelan
Donde los edificios comienzan a ser sacudidos por una
alegría
de mala ley
Donde los juegos del circo se continúan con un lujo
desenfrenado
en la calle
Sobrevivir
De lo más lejano dos o tres siluetas se desprenden
Sobre el grupo estrecho flamea la bandera parlamentaria.


SANTIAGO KOVADLOFF





Dora detrás



Tías, mis tías, mis muchas tías.
Mis tías sencillas, mis tías caseras, mis tías sonrientes.
Mis tías blancas, de piel tan blanca, mis tías gritonas.
Mi Cata. Mi Fenche. Mi Clara. ¡Mi Dora! ¡Mi tía Dora!
Mi Dora envuelta en gas, ahogada en gas, mi tía asfixiada.

Dora desnuda en el baño bajo llave.
En la ducha bajo llave, dos vueltas de llave.
A solas con su cuerpo en el baño bajo llave.
Tía pequeña,
tía gorda,
tía fea.
Mi tía Dora a solas con su cuerpo.
A solas con su muerte azul, verdeazulada,
que la fue envolviendo,
que la fue abrazando,
que la fue cubriendo,
que la fue tomando,
que la fue meciendo,
que la fue doblando,
que la fue tumbando en el agua sonora, en la ducha sorda,
aplastando bajo llave, dos vueltas de llave,
abriendo sus dedos,
helando sus ojos,
penetrando como un sueño que crece en oleadas,
que extirpa la voz, que muele las imágenes,
que va parando el corazón,
parándolo de a poco,
deteniéndolo,
acallando el corazón,
matándolo en el agua,
de a poco,
bajo llave,
en la ducha, entre gotas,
poco a poco,
ahogándolo,
oprimiendo,
hasta matarla.

Tía que hoy reencuentro como una incógnita más de mi vida.
Como una cosa más que no sé.
Como una cosa más que no tengo.
Como tanta cosa natural súbitamente extraña.
Súbitamente mía y perdida en la distancia.
¿Qué nos unió?
¿Qué fuiste para mí que hoy te reencuentro?

Brotabas de repente: bajita, taconuda, blanca.
En aquella tarde eterna que recuerdo para verte.
Venías con tu abrigo verde.
Puntual, tierna, sin sexo. Traías chupetines, una voz opaca.
¿Qué hacías en el baño bajo llave?

Pienso en tus duchas. Quiero pensarlas sin pena.
Quiero mirarte desnuda y delirante bajo el agua.
¿Eras más en la ducha?
¿Eras más bajo llave?
¿Eras más hembra?
¿Eras más alta?
¿Eras más linda?
¿Eras más puta, eras más fuego, te rodeaban los hombres
                                                                       [en el agua?
¿Te cercaban, te abrazaban,
te besaban los hombres en la ducha?
¿Eras alta, Dora, eras intensa?
¿Estallaba tu soledad en el agua de la ducha,
se partía bajo llave, reventaba? ¿Florecía tu sexo,
eras feliz en el baño, bajo llave?
¿Eras feliz, Dora, fuiste feliz
mientras el gas verdeazulado te buscaba?

¿Cómo acercarme, cómo volver, cómo romper esta niebla?
Niebla de años, de miedo, niebla que levanta
tu espantosa quietud de mujer muerta.
Vida que esta noche pende de mi recuerdo.
Horas tuyas que envuelvo con mi voz para buscarte.
Días tuyos, sonidos, lugares, que exploro como un ciego,
como alguien que llegó y no estabas
y no se resigna y huele
y manotea
y va y viene
y rasga el aire
y trata de alcanzar lo inalcanzable
y sueña y se pronuncia.

Tarde adentro, tía, tarde adentro.
En el fondo sinuoso de tus tardes de empleada.
Entre columnas de cifras y cifras alzadas por tu letra
                                                               [minuciosa.
Después de las columnas, Dora; detrás de las columnas.
Debajo de tanto número diáfano.
Entre un número y otro.
Entre uno y otro trazo.
Al final de las cifras, indelebles, paralelos,
¿qué sueños?
¿qué imágenes, Dora?
¿qué rostros, qué formas, qué encuentros?

¿Hubo el amor? ¿Hubo encuentros?
¿Hubo el amor una vez, alguna vez?
¿Algo así como el amor, un nombre,
un hombre que dijera Dora iluminado?

¿La ilusión, el roce, la sensación al menos del amor, no
                                                                            [hubo?
¿Cuando salías, cuando acababan tus tardes de empleada, cuando quedaban atrás las columnas, el silencio, las
                                                       [palabras secas,
cuando el viento de la calle te arrojaba sus sonidos,
sus duras evidencias,
su mucha gente, la gente,
su apuro y su distancia,
no hubo, no hubo?

¿Y adónde ibas?
¿Y atrás de qué? ¿De un colectivo?
¿De cosas frías, de paredes, de vacíos, de una casa muda?
¿De los pasos de siempre, del pan, del queso?
¿Del diario al que te asomabas para ver el mundo desfilando
                                                                                   [lejos?
Mi Dora entre cifras, debajo de cifras,
cargando sus números, abriéndose paso entre selvas de
                                                                             [sietes,
de treces, de nueves, de puntos y comas,
borrando,
sumando,
huyendo entre números,
abriéndole paso entre cifras al sueño,
despojos de sueño,
pedazos de sueño.

Te veo, mi eficaz.
Mi grito sofocado.
Pulcritud sin tacha.
Perfección de sola.
Pulcritud en todo.
En el gesto, en el trato, en las cuentas.
¡Mi Dora abierta al remolino de las cifras!
¡A los números que giran y bailan y te van envolviendo
y atrapan y aferran tus manos, las cifras, la ronda ondulante
de números negros!
¡El remolino crece!
¡El círculo se agranda, te cerca, se estrecha!
¡Son miles de cifras que chupan tu carne!
¡Gusanos que lamen, hileras que trepan, te cubren y bailan
Y tu padre Cecilio y su violín, de espaldas.
Aquel hombre duro.
Aquel hombre mudo.
Dora y las columnas, danzando, que te abarcan y envuelven
                                                                                  [y giran
y cubren y aplastan y arrastran y ciegan
y devoran tus oídos
y te rompen la boca
y deshacen tu cara
y se tragan tu voz
y envenenan tus sueños.
Lo soñado que fue tanto y después poco.
Que fue claro y después nada.

Flor que se fue pudriendo.
Pared que se puso vieja.
Color que fue carcomido.
Mujer que se fue callando.
Que se fue cerrando sin ruido, sonriendo.
Ausente que saludaba.
Que pasó por aquí y no pudo.
Niña que nunca supo.
Muchacha de alguna vez que no se imaginaba.
Que cayó y dijo tal vez y fue adelante y cayó
y se levantó y cayó y dijo tal vez y ya era tarde.


De: “Canto abierto”


GOYA GUTIERREZ






Espuma espuma




Tragarse el mar respirar agua azul
limpiar con su sal los pulmones enfermos
de ese alquitrán del tedio que atrapa a algunos
seres que se escriben y pactan con la muerte
y has de estar en el mismo saliente
de piedra en la misma grieta
del cristal para comprenderlo

pero dejan su estela enrojecida
sólo para los otros
para muchas de ellas de ellos no hay tragedia
sólo hay ese deseo de cortar la última
hebra
salir de la jaula del mundo
sólo el pulso final el instante febril
de desenmascararla de mirarle a los ojos

sólo querer ser un mar silente
las olas
cercenando las púas de la angustia
entregando la raíz de la voz
a la gruta de las palabras
sólo ser píldora enrocada del reposo
disolver la conciencia
inundar la memoria ser nada

                           espuma espuma



De: "El cantar de las amantes"



HANS MAGNUS ENZENSBERGER





Instituto de investigaciones



Oh, profetas de espaldas al mar,
de espaldas al presente, oh, hechiceros
que observáis plácidamente el futuro,
oh, chamanes eternamente
recostados en la borda,
¡basta hojear un libro de bolsillo
para descubrir vuestros misterios!

Leyendo huesos, estrellas, ruinas, entrañas,
para beneficio público, todo lo que ha sido
y todo lo que será, ¡oh, ciencia!,
bendita seas tú y los rayos de luz que nos ofreces,
mitad alarde y mitad estadísticas: tasas
de mortalidad, límites de suministro de fondos,
la creciente entropía...

¡Adelante! Todas esas iluminaciones
del color del azufre son mejores que nada,
nos mantienen felices en las noches sofocantes
del verano: impresos sacados de la computadora,
muestreos, excavaciones, confidencias
basadas en el método de Delfos... ¡bravo!
¡Bendito sea lo provisional!
Por el momento queda bastante agua fresca,
la piel respira aún expectante,
se crispa tu piel, mi piel, incluso la vuestra,
nigromantes leñosos, respirad aún,
pese a la cuestión de la cátedra titular,
a las notas y las pirámides de empleo,
por ahora el final (una interminable catástrofe natural,
finamente repartida) no es aún definitiva,
¡vaya consuelo!

De ahí, mis queridos cómplices, que,
en tanto se pronostican icebergs frente a Terranova
y tormentas de verano en los cielos sulfúreos
de Europa Central, es mejor que abandonéis
vuestros institutos durante el fin de semana. Corred
a salvar la vida, o un pedazo de ella, algo interino,
sea cual fuere su significado, hasta el lunes;
incluso en el caso de que esta forma de actuar
no resulte conveniente
como base de vuestras predicciones.

Oh, amigos siempre sedientos de sabiduría,
qué lástima me dais, descansando en vuestras dachas,
en vuestras cabañas irlandesas, o en la isla de Korcula,
de espaldas al mar,
apagando plácidamente vuestros cerebros.
¡Adelante, y que vuestra antorcha nunca se apague
durante el juego de ping-pong! Os bendigo.
 

De: "Los elíxires de la ciencia" 2002
Versión de Heberto Padilla,  con la colaboración de Hans Magnus Enzensberger  y Michael Faber-Kaiser
 

SEAMUS HEANEY





Un artista



Me fascina imaginar su cólera.
Su obstinación ante la roca, su contención
de la sustancia de las manzanas verdes.

El modo en que supo ser perro ladrando
frente a su imagen ladrando.
Y su odio por la propia actitud
ante el único trabajo que merecía la pena,
la vulgaridad de esperar si acaso
gratitud o admiración, significado
al fin de un robo de sí mismo.

Y el modo en que su fortaleza se erguía,
segura de estar haciendo lo que sabía hacer.
Su frente como una boule arrojada,
surcando el incoloro espacio
tras la manzana y la montaña.