lunes, 18 de noviembre de 2013

JOSÉ MARTI




XLIII - Mucho, señora, daría...



Mucho, señora, daría
Por tender sobre tu espalda
Tu cabellera bravía,
Tu cabellera de gualda:
Despacio la tendería,
Callado la besaría.  

Por sobre la oreja fina
Baja lujoso el cabello,
Los mismo que una cortina
Que se levanta hacia el cuello.
La oreja es obra divina
De porcelana de China.  


Mucho, señora, te diera
Por desenredar el nudo
De tu roja cabellera
Sobre tu cuello desnudo:
Muy despacio la esparciera,
Hilo por hilo la abriera.  

SEVERO SARDUY




Tu cuerpo se recortaba...



Tu cuerpo se recortaba
contra la persiana oscura
trazando una línea pura
-la del torso- que ondulaba
con tus gestos. La chilaba
-una línea paralela-
en el espejo, una vela
y la curva de una fruta
eran la doble voluta
que estructuraba la tela.




NICOLÁS GUILLÉN




Siempre



Bien pueden su hojarasca y polvo y hielo
acumular los años sobre ti.
Mi corazón sacude el turbio velo,
y siempre te hallo, ¡oh dádiva del cielo!
fresca y radiante en mí.

Porque a mí te envió El, y yo he guardado
tu mejor luz en ánfora inmortal,
porque a cosas de Dios morir no es dado
y eres tú claro espíritu encarnado
en diáfano cristal.

No hay flor cuyo matiz no degenere
al pasajero sol que la esmaltó.
Tan sólo propia luz firmeza espere:
la perla de la mar se opaca y muere;
las de los cielos no.

Nuestra querida estrella leve gasa
o negro temporal veló talvez;
mas ¿qué a ella el furor que el golfo arrasa?
Parece cada nubarrón que pasa
doblar su brillantez.

La copa del banquete postrimera
el gusto encantado. En tu vergel
era sonó de juventud postrera;
el ángel me hallará, cuando yo muera,
saboreando tu miel.
La tarde de la vida, árida y fosca,
pide un hogar con su genial calor;
si él falta, huraño el corazón se embosca,
y la memoria en torno a sí se enrosca
cual serpiente en sopor.

Así, vuelta la espalda a lo presente,
que, sin el ser por quien vivir sentí,
es noria vil, bullicio impertinente,
torno a buscar mi sol, mi cara fuente,
mi cielo, urna de ti.

Voy para atrás pisada por pisada,
recogiendo el rumor de nuestros pies,
repensando un silencio, una mirada,
un toque, un gesto. ..tanto que fue nada
y que un diamante hoy es.

Oculta, como en mágica alcancía,
guardé felicidad para los dos,
y cuanto una vez fue lo es todavía,
que el sol del alma no es el sol de un día,
ni es del tiempo, -es de Dios.

Cierta, como la dicha antes de su hora,
es ésta; y tierna cual pasado bien
que en escondida soledad se llora;
sacra como deidad que la fe adora
y ojos de éxtasis ven.

Hora, hora mismo, en alta noche oscura,
mi aurora boreal, surges aquí.
Hay resplandor, hay brisa de hermosura;
alzo a ver -y hallo tu mirada pura
vertiendo tu alma en mí.

Y ya no media esa impaciencia ingrata,
ese exceso de luz que impide ver
y que al gustar el bien, nos lo arrebata.
La sal de la amargura hoy aquilata,
el néctar del placer.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 

¡Ah! cuando osen a ti dardos y afrentas,
cuando te odies tú misma en tu dolor,
cuando apagada y lóbrega te sientas,
abre mi corazón: allí te ostentas
en todo tu esplendor.

¿Dónde está él?  -Donde tú estés. Bien sabes
que fue, por fiel a ti, conmigo infiel.
Ábrelo, que en tu voz están sus llaves;
pero, al mirarte en su cristal, no laves
lo que escribiste en él.


SERAFINA NÚÑEZ



  
Soneto diferente



Verano para qué, si ya las sienes
altiva sombra ciñe fatigada
y el alma su soñar entregó en bienes
por el gran pordiosero reclamada.

Verano para qué, si sólo vienes
con tu fragua de oros y alborada
al holocausto que en mi pecho tienes
de rosa y hombre, lumbres y algarada...

No quiero el manantial, sino huidiza
agua que corre ahondando sus caudales;
criatura de espejos y fanales,

su cielo en mi paloma se eterniza.
Crece en mis ojos, gasta mi ternura.
Mi vida su alimento le procura.

febrero 14 de 1986


VIRGILIO PIÑERA




Los desastres




Nadie medita la murena.
Un tema de la romanidad:
yo no sugiero los esclavos,
no digo la voracidad.

Entre la cabeza y la cola,
en ese espacio sin salida
la murena se desola.
No es un problema de comida.

Todo el mundo pontificaba
que la murena resolvía
un punto de gastronomía.
Quizá si el césar sabía...

El esclavo bajo las aguas
era un pretexto romano;
el pueblo chocaba las manos,
la murena se oscurecía.

La beatitud de la murena
no salía a la superficie.
¿Qué cabellera para asirla?
si la murena es la calvicie.

La salvación por un cabello,
la beatitud en el espacio;
la murena como un palacio
deshabitado no podría.

Nadie defina que es marino
el silencio de la murena;
es un silencio repentino
el silencio de la murena.

Escucha entre dos sonidos
su silencio como una almena.
Su silencio de murena
es la flor del escalofrío.

Muerde la memoria acuática
la fulguración de su lomo
y la tristeza como un plomo
muestra la murena enigmática.


I I

La ostra en su tiniebla asume
el quietismo, el modo linfático;
su duración se resume
en el estar matemático.

Entre nadas su ser inunda.
Chorros de nada para hacerla,
¿cómo puede ser que la perla
sea la enfermedad de una tumba?

La delectación en su costra
es el juego de la mortaja
¿no sabe separar la ostra
el abanico de la caja?

El abanico inconsolable
en el aire de la campana
sobre la ostra se amortaja
como un estilo memorable.

Ninguna mano pueda alzarte
en su concha Venus surgente;
bajo ese techo era su arte:
el de la ostra secamente.

Hila su palpitación verde
con simetría de sepulcro;
yo no sugiero llamar pulcro
al consonante que se pierde.

Pero su ataraxia anula
al motor del conocimiento:
no rima la ostra simula
el artificio del acento.

El artificio donde habita
la música que no se escucha:
la música como una trucha,
bajo su hielo se ejercita.

En el artificio se afina
la única testa que no piensa.
Y apoyada sobre su ruina
la ostra la música trenza.


I I I 

Esa manera de la hiena
Despide un olor especial;
no es un capítulo del mal
esa manera de la hiena.

Su pestilencia desconoce.
Ese tema de la literatura.
La cantidad de su fragancia
reconstruye esa boca pura.

Si la hiena se estimula
con la víscera nauseabunda
su instrumento no disimula:
sabed que un estilo funda.

El estilo de la carroña
O la indiferencia glacial.
¿Se vio sonreír a este animal?
Esto lo sabe la carroña.

En el amarillo vuelo del diente
la indiferencia se retrata;
el vuelo que resume la hiriente
sordera de la catarata.

Se desune los vendados pies
su hocico como un insulto
su hocico entre las tumbas es
la duda de una animal culto.

Ese cuerpo de más a menos
desorienta el juego del ojo.
¿Quién pudo mirar de lleno
al triángulo inscrito en su ojo?

Ese melancólico asalto
erige la insepulta memoria;
su respiración de contralto
se afina en el son de la escoria.

¡Oh tú, nocturna, fría, aniquila
la piedad, la piel inmunda;
allí tu perfume destila
fragante dama de las tumbas!



VÍCTOR FOWLER CALZADA


  

La cicatriz




Entre las puntadas, semejantes a picotazos
de aves que hubieran descendido a comer
de ti, se escucha el diálogo de la vida y
la muerte, el río de la escritura creciendo
sobre la piel. Los sonidos del cuerpo y el oído
los despierta cuando la cabeza reposa allí:
en la cicatriz. El dolor y los acontecimientos.
Al pasar un dedo sobre ella, igual que en
una página, los signos del sentido
combaten y armas líneas de brillo en la
noche que nos cubre. Es tu historia,
la huella de esas aves en el vientre
como sus patas en arena o nieve, lo que
hayan sido tus alegrías o sufrimiento,
la soledad o la plenitud que esperas.
Las palabras, como pequeños soles,
ardiendo dentro del libro de tu cuerpo
y entonces no hay más oscuridad.