miércoles, 21 de julio de 2021


 

ROBERTO VALLARINO

 


 

 

Nocturno de Oaxaca

 



Ahora me busco al fin mi otro rostro
entre los adoquines y las húmedas ruinas.

 

Ha transcurrido un tiempo de reflejos adustos
que sólo se saciaban en el estéril núcleo de la palabra Yo.

 

Y sin embargo ahora, mirándote dormida tan desnuda,
encuentro mi otra máscara del sal.

 

Desde hace ya muchas sombras espero el regreso del sol
cuyo fantasma brilla, amarillento, en todos los espejos.

 

Ha pasado la parvada de cuervos con su luz temporal
y no me reconozco sino en el fondo de tu piel de sándalo.

 

Porque a mi cuerpo lo volvió inextricable
la vertical que asume, y lo contiene.

 

Afuera, la monótona repetición de la luna en las ventanas
revela su unidad rugosa y árida.

 

 

 

VALERIO MAGRELLI

 

 


 

G. Berkeley,
Tratado sobre los principios del conocimiento humano,
Primera parte, párrafos 30, 31, 32

 

La experiencia nos enseña que toda idea
es acompañada de un concepto
en el curso ordinario de las cosas
y, por lo tanto, la capacidad de prever
regula nuestras acciones
de acuerdo a las necesidades de la vida.
De otra manera sería la duda,
no sabríamos nada acerca de la manera
que damos o quitamos
dolor a los sentidos.
Y cada medio conduce
a su propio resultado
según las leyes establecidas por la naturaleza.
Y, sin eso, seríamos incertidumbre y confusión,
un adulto no podría vivir
mejor que un niño recién nacido.
Sin embargo este mecanismo uniforme
que indica la sabiduría del espíritu
no conduce hacia ella nuestra mente
que vaga en busca de otras razones.

 

 

ABDUL HADI SADOUN

 


 

 

21

 



El que está arriba
sin nombre determinado;

 

El que está abajo
sin nombre visible.

 

Cuadrículas de luz
no más.
Un estómago
para revelar
el deseo
dilatado
hasta
el umbral.

 

  

De: Sencillo equilibrio

 

ANNA ŚWIRSZCZYŃSKA

 

  

 

 

Intestino grueso

 

 

Mira al espejo. Deja que ambos miremos.
Aquí mi cuerpo desnudo.
Aparentemente te gusta,
Yo no tengo razones para hacerlo.
¿Quién nos unió, a mi y a mi cuerpo?
¿Por qué debo morir
junto con él?
Tengo derecho a saber dónde se traza
la frontera entre nosotros.
Dónde estoy yo, yo, yo misma.

 

¿En el vientre, estoy en el vientre?¿En los intestinos?
¿En el hueco del sexo?¿En un dedo del pie?
Aparentemente en el cerebro. No consigo verlo.
Saca mi cerebro de mi cráneo. Tengo derecho
a verme a mí misma. No te rías.
Eso es macabro, dices.

 

No he sido yo quien ha hecho
mi cuerpo.
Visto los trapos usados de mi familia,
un cerebro ajeno, fruto del azar, el cabello
de mi abuela, la nariz
pegada de retazos de otras narices muertas.
¿Qué tengo yo en común con todo eso?
¿Qué tengo en común contigo, a ti que gustas
de mi rodilla, qué es mi rodilla para mí?

 

Claro
Habría escogido un modelo diferente.

 

Los voy a dejar a ambos aquí,
a mi rodilla y a ti.
No me tuerzas la boca, voy a dejarte todo mi cuerpo
para que juegues con él.
Y voy a irme.
Aquí no hay sitio para mí,
en esta ciega oscuridad que aguarda
la corrupción.
Voy a despojarme, a correr lejos
de mí misma.
Voy a buscarme
corriendo
como loca
hasta mi último aliento.

 

Uno debe darse prisa
antes de que llegue la muerte. Pues para entonces
como un perro halado por su cadena
tendré que regresar
a este cuerpo que estridentemente sufre.
Pasar por la última
y más estridente ceremonia del cuerpo.

 

Derrotada por el cuerpo,
lentamente aniquilada a causa del cuerpo

 

me volveré falla renal
o la gangrena en el intestino grueso.
Y expiraré en vergüenza.

 

Y el universo expirará conmigo,
reducido como está
a una falla renal
y a la gangrena del intestino grueso.

 

 

MANUEL BECERRA

 

 


Ornitomancia, mensajes por adivinación

 



Mi esposa trajo a casa una paloma.
Le dimos agua, arroz. Su casa ahora es una
antigua caja de leche. Fuimos
ingenuos al pensar que se trataba
de un ejemplar adulto
herido a voluntad de un felino salvaje.
Fuimos de igual manera impertinentes
en subirla a la silla e incitarla a volar.
—La sueño desollada en una pesadilla—
Es ciega entre lo oscuro y crece a deshoras, crece
mientras dormimos,
desarrollando un llamado en su pecho profundo
dirigido al varón, ojos de saurio,
o la hembra escondida entre los álamos.
Aprendimos con ella, por lo tanto,
paso a paso el hábito de crecer.
No podemos tocarla, sin embargo.
El pájaro se ofende si cruzamos su espacio.
Una soberbia antigua, que desconoce pero la precede,
marca con claridad la división
entre los seres de tierra y de aire.
No renuncia a su reino por el nuestro.
No trajo ningún mensaje consigo.
Ese no traer nada bajo el ala es el mensaje.
Nada es lo mismo o nada debiera ser lo mismo.
Algo, mediante el vuelo, se desplaza
de lo alto del armario a la silla natal.
Es otra la mujer que doblaba la esquina
con la paloma a manos llenas
y yo, por consecuencia, es otro.
Su diálogo y el nuestro, animal bifurcado,
en sueños insinúan con encontrarse.
Crece dentro del cuerpo un nuevo idioma.
Nos toma por asalto el sonido que es diálogo,
el diálogo que aspira
sin ataduras al zureo de las palomas.

 

 

FELIPE FLORES

 

 


 

Pasa la lluvia,
pasan las nubes,
¡todo pasa, menos yo!