viernes, 10 de julio de 2020


CECÍLIA MEIRELES




Canción



En el desequilibrio de los mares,
las proas giran solitarias…
En una de las naves que se hundieron
es que ciertamente vos venías.
Yo te esperé todos los siglos
sin desesperación y sin disgusto,
y morí de infinitas muertes
guardando siempre el mismo rostro.
Cuando las olas te llevaron
mis ojos, entre aguas y arenas,
cegaron como los de las estatuas
a todo lo que les es ajenas.
Mis manos se detuvieron en el aire,
se endurecieron, con el viento,
perdieron el color que tenían,
y el recuerdo del movimiento.
Y la sonrisa que yo te llevaba,
se desprendió y cayó de mí:
solo tal vez ella aún viva
dentro de estas aguas sin fin.


EMILY DICKINSON




Coloquio



Había muerto yo por la Belleza;
me cercaban silencio y soledad,
cuando dejaron cerca de mi huesa
a alguno que murió por la Verdad.
En el suave coloquio que entablamos,
vecinos en la lúgubre heredad,
me dijo y comprendí: Somos hermanos
una son la Belleza y la Verdad.
Y así, bajo la noche, tras la piedra,
dialogó nuestra diáfana hermandad
hasta que el rostro nos cubrió la hiedra
y los nombres borró la eternidad.




SOFÍA CASANOVA




Varsovia



I

Es para mí una gracia inesperada
que tu optimismo no pusiera veto
al pesimismo audaz de mi soneto,
chispa en el aire de mi pluma espada.

Es tu optimismo tradición forjada
con libertades y al honor respeto
mas tú y yo conocemos el secreto
de decir: «por aquí no pasó nada».

De una guerra infernal las ondas rojas
de una revolución, que huyas o acojas
nos arrastran, nos llevan al abismo.

Hay que saber perder, solo quien sabe
mirando al cielo conducir su nave,
la salvará quizás, del cataclismo.


II

Hay que saber perder y hemos perdido
una generación de tal grandeza
que es un milagro porque en ella empieza
del profeta el milagro prometido.

Sin armas, pan ni luz han combatido,
fue hospital cada hogar y fortaleza
y nación en fuego y sangre la proeza
que el pasado jamás ha conocido.

La palabra no puede definirla,
hay que sangrar con ella, hay que sentirla
vivir, luchar, morir, vencer en vano

y ver que en cada tumba cada aurora
la Madre que con tantas madres llora
pone una cruz, de luz, su triste mano.


III

Gloria al hecho inmortal de esas legiones
que a Polonia en Varsovia defendieron,
que las cadenas bárbaras rompieron
cantando al pelear sus oraciones.

Nuestras son sus divinas ilusiones,
nuestro cuanto ganaron y perdieron,
mártires, que al partir nos ofrecieron
su corazón a nuestros corazones.

Hoy el triunfo de al ayer es diferente.
Hay que virilizar y unir el frente
y desarmar la pérfida anarquía,

forjar con nuevos hombres nuestra historia
y en paz o por la fuerza, la victoria
la inviolable, ancestral Soberanía.



WANG WEI




De mañana



La flor del melocotón es roja
y todavía se mantiene la lluvia nocturna.
Los sauces reverdecieron
con la neblina de primavera.
Los pétalos caídos no han sido
barridos aún por los criados.
Se escucha el canto de las oropéndolas. El invitado
duerme aún.


WALLADA BINT AL-MUSTAKFI




Ave veloz



Ciertamente que Ibn Zaydūn, a pesar de su prestigio
Estaba sonado por los barrotes de los pantalones;
Si un pene viera, sobre alguna palmera,
Él sería de las aves más veloces.




JOSÉ BATRES MONTÚFAR




Romance



Es un joven desgraciado
como una rosa marchita,
frescura y color le quita
el sol que la ha marchitado.

Apenas la sombra queda
de la forma que perdió:
Ya el olor se disipó,
no hay quién volvérselo pueda.

Huye de todo consuelo,
que el infeliz no le tiene:
Ni esperanza le mantiene,
éste grato don del cielo.

En su profundo estupor
y desesperada calma,
ya no lisonjea su alma
ni la gloria ni el honor.

Cómo un volcán abrazado
su adolescencia pasará,
¡cuán violento palpitará
su corazón arrojado!

Hoy para él todo está muerto
que el corazón arrogante
cayó frío en un instante
y de tristeza cubierto.

Otro hombre jamás ha habido
que algún bien no haya gozado;
más él siempre desgraciado
y nunca dichoso ha sido.

La esperanza ni una vez
vino a alimentarle un rato;
no tendrá un recuerdo grato
con qué aliviar su vejez.

Es un joven desgraciado
como una rosa marchita,
frescura y color le quita
el sol que la ha marchitado.

Apenas la sombra queda
de la forma que perdió:
Ya el olor se disipó,
no hay quién volvérselo pueda.

Huye de todo consuelo,
que el infeliz no le tiene:
Ni esperanza le mantiene,
éste grato don del cielo.

En su profundo estupor
y desesperada calma,
ya no lisonjea su alma
ni la gloria ni el honor.

Cómo un volcán abrazado
su adolescencia pasará,
¡cuán violento palpitará
su corazón arrojado!

Hoy para él todo está muerto
que el corazón arrogante
cayó frío en un instante
y de tristeza cubierto.

Otro hombre jamás ha habido
que algún bien no haya gozado;
más él siempre desgraciado
y nunca dichoso ha sido.

La esperanza ni una vez
vino a alimentarle un rato;
no tendrá un recuerdo grato
con qué aliviar su vejez.

Mírale, tierna doncella,
mira aquella alma postrada;
que enciende una tu mirada
la vida que aún resta en ella.

Para la piedad naciste,
tu misión es la ternura;
no seas con él tan dura;
velo: casi ya no existe.

Más ¿rehúsas doncella hermosa,
dar fin a tan cruel tormento?
¿No te mueve ni un momento
su desdicha lastimosa?

Ya su mal está calmado
¡Oh muerte! ¡Oh nada desierta!
abre, eternidad, tu puerta
para que entre un desgraciado.