"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 25 de octubre de 2018
JULIA PRILUTZKY
Este
amor que se va, que se me pierde,
esta oscura certeza de vacío:
mi corazón, mi corazón ya es mío
sin nada que le implore ni recuerde.
De pronto, vuelve a ser un fruto verde
sin madurez, ni aroma en el rocío:
ay del que quiere apresurar su estío,
ay de aquél que lo besa o que lo muerde.
Yo sé que algo persiste, todavía.
Pero no existen ya ni la alegría
ni la embriaguez radiante ni la lumbre
ardiendo en la mirada y en los labios.
Ni exaltación ni búsqueda ni agravios:
apenas una cálida costumbre.
esta oscura certeza de vacío:
mi corazón, mi corazón ya es mío
sin nada que le implore ni recuerde.
De pronto, vuelve a ser un fruto verde
sin madurez, ni aroma en el rocío:
ay del que quiere apresurar su estío,
ay de aquél que lo besa o que lo muerde.
Yo sé que algo persiste, todavía.
Pero no existen ya ni la alegría
ni la embriaguez radiante ni la lumbre
ardiendo en la mirada y en los labios.
Ni exaltación ni búsqueda ni agravios:
apenas una cálida costumbre.
IBN HAZM
¡Cuántas
vueltas di en torno del amor,
hasta caer en él, como la mariposa en la luz!
hasta caer en él, como la mariposa en la luz!
De: "Sobre la unión amorosa"
FABIÁN RIVERA
BREVE ACOTACIÓN EN
VERSO,
donde se indican, entre otros milagros,
algunas desvirtudes del poeta
donde se indican, entre otros milagros,
algunas desvirtudes del poeta
Escribo
con un afán de médico frustrado e impaciente,
acecinado por el sueldo,
cirujano que soñó alcoholes y cuchillas,
que tiene bruta la pericia enredado en dos manuelas -o manuales-,
y un perro absuelto por las llantas, rigurosamente ilustrativo;
acecinado por el sueldo,
cirujano que soñó alcoholes y cuchillas,
que tiene bruta la pericia enredado en dos manuelas -o manuales-,
y un perro absuelto por las llantas, rigurosamente ilustrativo;
escribo
esto aficionado por los puentes, por la voz que me hace falta,
torcido del tobillo izquierdo, del derecho,
caído en un septiembre, en este golpe de hemisferio;
torcido del tobillo izquierdo, del derecho,
caído en un septiembre, en este golpe de hemisferio;
escribo
esto al escuchar a una mujer lejana, de piel atolondrada,
paralelo a las veredas de los hombres perdidos en un burdel de grasa,
hombres de voz negra que giran en sí mismos,
con rubor de espejo, con perruno dolo,
paralelo a las veredas de los hombres perdidos en un burdel de grasa,
hombres de voz negra que giran en sí mismos,
con rubor de espejo, con perruno dolo,
escucho
en su carnet de musa a una mujer lejana:
___________________________hablamos ciertos metros y distancia;
hablamos del cuarto creciente de la luna,
su sindicato de admiradores y clientes
de mi boca menguante al tener sitiado el teclado y la pantalla;
___________________________hablamos ciertos metros y distancia;
hablamos del cuarto creciente de la luna,
su sindicato de admiradores y clientes
de mi boca menguante al tener sitiado el teclado y la pantalla;
la musa
y yo hablamos ciertos metros y distancia
y ella me cortó el camino alegando aguijones en la panza:
y ella me cortó el camino alegando aguijones en la panza:
antes
que la tarde sea tarde,
antes que me olvide de ser este que soy y que te escribe
termino la breve plática que sostenía con el cristal lleno de pájaros y humo
y pienso convencido que te pienso:
______________________qué harás mientras yo escribo
qué harás si desde el techo soy el mismo,
si de nada sirve estar aquí, sin saber a qué saben tus labios
y la única respuesta de la tarde sea, que estoy en el octavo piso
esperando a que me sirvan la comida,
y el viento alborote mis cabellos
-esos cabellos que me sobran-
y visto desde abajo sea
un tonto más haciéndose el romántico
mientras el sol se estaciona en mi calvicie:
antes que me olvide de ser este que soy y que te escribe
termino la breve plática que sostenía con el cristal lleno de pájaros y humo
y pienso convencido que te pienso:
______________________qué harás mientras yo escribo
qué harás si desde el techo soy el mismo,
si de nada sirve estar aquí, sin saber a qué saben tus labios
y la única respuesta de la tarde sea, que estoy en el octavo piso
esperando a que me sirvan la comida,
y el viento alborote mis cabellos
-esos cabellos que me sobran-
y visto desde abajo sea
un tonto más haciéndose el romántico
mientras el sol se estaciona en mi calvicie:
ANTONIO PLAZA
I
Arcanidad terrible de la vida,
destino lleno de rigor sin nombre,
infancia entre las sombras escondida,
aprieta sin piedad, que das en hombre.
No esperes con tu golpe furibundo
avasallar mi soberano aliento:
es grande mi tormento como el mundo;
pero el alma es mayor que mi tormento.
Y siempre aquí, con arrogante calma
de tus rencores la sin par fiereza
afronto audaz, que la grandeza de alma,
aunque pequeño soy, es mi grandeza.
Nunca al poder ni al oro me arrodillo,
y aunque me agobie padecer tirano
me muero de hambre; pero no me humillo...
seré cadáver, pero no gusano.
Bien, alma, ¡bien! porque jamás te humillas...
eres inmensa en tu sufrir constante...
¡No mendigues la gloria de rodillas,
conquístala de pie, mártir gigante!
* * * *
* * * * * * * * * * * * * * * * *
Nací
juguete de la vil fortuna,
y me acompañan en fatal camino,
la negra sombra que bañó mi cuna,
la negra mano que marcó mi sino.
A la luz de brillantes ilusiones
de la horrible verdad vi los arcanos,
y fue mi alma festín de las pasiones
como el cuerpo es festín de los gusanos.
Lloré por la esperanza asesinada,
pero tanto creció mi desventura,
que traduje en sonora carcajada
la suprema expresión de la amargura.
Al fin, cansado de mortal quebranto
adopté el estoicismo por divisa:
tanto lloré, que se agotó mi llanto,
tanto reí que se acabó mi risa.
Sin fe, sin juventud, la despreciada
vida infeliz indiferente rueda...
con mi última ilusión evaporada
¿qué me queda en el mundo?... ¿qué me queda?
Ya no tengo sonrisa ni gemido;
ni amo, ni aborrezco, ni ambiciono,
que en indolencia criminal sumido
hasta mi propio espíritu abandono.
Hora tras hora solitario pierdo
envuelto en bruma de oriental pereza;
es mi goce sufrir con el recuerdo,
entregado al placer de la tristeza.
Pláceme abrir heridas mal cerradas,
contemplando a la espalda de los años,
ilusiones de fuego, sepultadas
en la nieve de horribles desengaños.
y me acompañan en fatal camino,
la negra sombra que bañó mi cuna,
la negra mano que marcó mi sino.
A la luz de brillantes ilusiones
de la horrible verdad vi los arcanos,
y fue mi alma festín de las pasiones
como el cuerpo es festín de los gusanos.
Lloré por la esperanza asesinada,
pero tanto creció mi desventura,
que traduje en sonora carcajada
la suprema expresión de la amargura.
Al fin, cansado de mortal quebranto
adopté el estoicismo por divisa:
tanto lloré, que se agotó mi llanto,
tanto reí que se acabó mi risa.
Sin fe, sin juventud, la despreciada
vida infeliz indiferente rueda...
con mi última ilusión evaporada
¿qué me queda en el mundo?... ¿qué me queda?
Ya no tengo sonrisa ni gemido;
ni amo, ni aborrezco, ni ambiciono,
que en indolencia criminal sumido
hasta mi propio espíritu abandono.
Hora tras hora solitario pierdo
envuelto en bruma de oriental pereza;
es mi goce sufrir con el recuerdo,
entregado al placer de la tristeza.
Pláceme abrir heridas mal cerradas,
contemplando a la espalda de los años,
ilusiones de fuego, sepultadas
en la nieve de horribles desengaños.
II
También un tiempo ¡ay de mí!
tras de fantasmas risueños
desatinado corrí;
porque la razón perdí
entre marañas de sueños.
Lindo germen de ilusión,
de mi espíritu gastado
engendró loca pasión...
soñó con la redención
mi frente de condenado.
En mi desencanto amé
creyendo que no creía,
y más desencanto hallé...
¡imbécil! ¿por qué soñé,
cuando soñar no debía?
Amé a una mujer, como ama
quien amar no cree... su llanto
alzó en mi ser una llama,
como alza fosfórea flama
la lluvia en el camposanto.
Pero ¡ay! de aquellas historias
sólo guarda el corazón
recuerdos de muertas glorias,
memorias, sólo memorias son.
Porque mis sueños huyeron,
y mis amores volaron,
mis esperanzas murieron,
y los placeres que fueron
luto en el alma dejaron.
Hoy en negra decepción
los desprecios y el cariño,
mis esperanzas murieron,
para mí lo mismo son...
en lugar de corazón
llevo el cadáver de un niño.
III
De luz imposible mi cráneo era foco
de luz imposible mis sueños vestí;
pero ¡ay! que mis sueños febriles de loco
en mares de sombra perdiéronse al fin.
El alma, la vida apenas soporta,
la paz de las tumbas, del alma es la paz;
yo soy un pasado que a nadie le importa;
yo soy en la tierra cadáver social.
¡Guay del que vegeta con sueños despierto!...
dormirse soñando es muerto vivir...
yo vivo y no sueño, cadáver despierto,
del ser y la nada parodia infeliz.
Al cielo pregunto con ansia indecible:
¿los mártires suben de Dios al dosel?
el cielo se calla, y un eco terrible
me dice: ¡No sueñes... mentira es la fe!
Quien deja la vida de luto y hastío
se vuelve a la nada que de ella salió,
tras esas estrellas no hay más que vacío;
me dice: ¡No sueñes... mentira es la fe!
El hombre, ese imbécil gusano pequeño,
de orgullo inflamado, se juzga inmortal;
pero es la existencia la sombra del sueño
del sueño que forja la nada quizá.
* * * *
* * * * * * * * * * * * * * * *
Señor, de la duda me asfixia el abismo,
te ruego que mandes a mi alma infeliz
la fe sacrosanta o el negro ateísmo...
negar es creer... dudar es sufrir.
Señor, de la duda me asfixia el abismo,
te ruego que mandes a mi alma infeliz
la fe sacrosanta o el negro ateísmo...
negar es creer... dudar es sufrir.
ALEKSANDR PUSHKIN
¿Echasteis
la voz nocturna junto al soto
del cantor del amor, del cantor de su pena?
en la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena,
¿no la habéis escuchado?
¿Hallasteis en la yerma oscuridad boscosa
al cantor del amor, al cantor de su pena?
¿Notasteis su sonrisa, la huella de su llanto,
su apacible mirada, de melancolía llena?
¿No lo habéis encontrado?
¿Suspirasteis atentos a la voz apacible
del cantor del amor, del cantor de su pena?
Cuando visteis al joven en medio de los bosques,
al cruzar su mirada sin brillo con la vuestra,
¿no habéis suspirado?
del cantor del amor, del cantor de su pena?
en la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena,
¿no la habéis escuchado?
¿Hallasteis en la yerma oscuridad boscosa
al cantor del amor, al cantor de su pena?
¿Notasteis su sonrisa, la huella de su llanto,
su apacible mirada, de melancolía llena?
¿No lo habéis encontrado?
¿Suspirasteis atentos a la voz apacible
del cantor del amor, del cantor de su pena?
Cuando visteis al joven en medio de los bosques,
al cruzar su mirada sin brillo con la vuestra,
¿no habéis suspirado?
Versión de Eduardo Alonso Duengo
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