lunes, 30 de marzo de 2020


YANKO GONZÁLEZ




  
pessoa



la belleza es griega. pero la conciencia de que sea griega es chilena.
nada es, todo se otrea.


JACK KEROUAC





Escuchando a los pájaros usando
diferentes voces, perdiendo
mi perspectiva de la Historia


De: “American Haiku”


GIACOMO LEOPARDI






CANTO IX. Último canto a Safo



Plácida noche, y verecundo rayo
de la poniente luna; y tú que apuntas
en la tácita selva sobre el risco,
nuncio del día; oh deleitosas, caras
—Mientras las Furias ignoré y el hado—,
apariencias al alma; no sonríe
dulce visión al desolado afecto.
Sólo se aviva nuestro gozo insólito
cuando en el éter líquido se vuelven
y por campo trepidantes, las ondas
polvorientas del Austro, y cuando el carro,
grave carro de Jove, a nos en lo alto
tronando, el tenebroso aire divide.
Nos por barrancos y profundos valles
nada place entre nimbos, y la vasta
fuga de grey turbada, y de hondo
río y dudosa orilla
el son de la onda y la ira victoriosa.
Bello tu manto, ¡oh divo cielo!, y bella
eres tú, perlada tierra. Ay, de aquesta
infinita beldad parte ninguna
a la mísera Safo concedieron
el numen e impía suerte. En tus soberbios
reinos, vil, ¡oh natura!, y grave huésped
y despreciada amante, a tus graciosas
formas en vano el alma y las pupilas
suplicante vuelvo. No me ríe
la abierta margen, ni de etérea puerta
el matutino albor: ni a mí ya el canto
de coloreados pájaros, ni de hayas;
el murmullo saluda: y do a la sombra
de los sauces inclinados despliega
lúbrico pie las flexüosas linfas
desdeñado sustrae,
y oprime en fuga las olientes playas.

Mas, ¿qué falta, qué tan nefando exceso
manchó mi nacimiento, que tan torvo
me fuera el cielo y de fortuna el rostro?
¿En qué pequé de niña, cuando ignara
de crimen es la vida, que menguado
de juventud, marchito, en el huso
de la indómita Parca se torciera
herrumbrado mi estambre? Incautas voces
tu labio expande: el destinado evento
mueve arcano consejo. Arcano es todo,
salvo nuestro dolor. Prole olvidada
nacimos para el llanto, y en el regazo
del Dios yace el motivo. ¡Ay anhelos
de la más tierna edad! A la apariencia,
a la amena apariencia eterno reino
aquí dio el Padre; y por magnas empresas,
por docta lira o canto,
virtud no luce en un desnudo manto.

Moriremos. Dejado el velo indigno,
desnuda el ánima huirá hacia el Hades,¹
y el crudo fallo enmendará del ciego
dispensador del sino. Y tú a quien largo
amor en vano, y larga fe, e inútil
furor me ató de un fuego inaplacado,
vive feliz, si pudo en este mundo
feliz vivir mortal. Ya no escanció
de su ánfora avara el licor suave
Jove, cuando murieron los engaños
y sueños de mi infancia. Los más gayos
días de nuestra edad vuelan primero.
Siguen los males, la vejez, la sombra
de la gélica muerte. Así de tantos
gratos errores y esperadas palmas,
el Tártaro² me resta; el bravo ingenio
va a la tenaria Diva,³
la oscura noche y la silente riba.



1 Plutón, el dios infernal.
2 Según Hesíodo, la parte más profunda y oscura del infierno, cárcel perpetua para el alma de los criminales.
3 Hécate, la diosa infernal, llamada así por el río Ténaro, cerca de cuya desembocadura se imaginaba la entrada a los infiernos.


JULIO HERRERA Y REISSIG





La ausencia meditativa

                                                  Je me souviens
                                                   des jours anciens
                                                   et je pleure.
                                                           Verlaine



Tu piano es un enlutado misterioso y pensativo...
hay un sueño de Beethoven desmayado en el atril;
su viudez es muy antigua y en su luto intelectivo
tiene lágrimas muy negras su nostalgia de marfil.

En la abstracción somnolienta del espejo, está cautivo
el histérico abandono de tu tarde juvenil,
su metafísica extraña cuenta un cuento extenuativo
a la alfombra, a la cortina y al dolor de tu pensil.

Tus glorietas me abandonan. Hoy los pálidos violines
me anunciaron la agonía de tus últimos jazmines...
Fue mi llanto a la ribera. Mientras el hada Neblina

abdicó frívolamente su corona de algodón...
¡En el clorótico espanto de la vela sibilina,
tus ausencias meditaban en mi gran desolación!


ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ





La sopera



Madre tenía una sopera de aluminio brillante, sin ninguna abolladura, que lucía sólo con las visitas distinguidas, y eso para una naranjada o un bole de naranjas, de ésas que daba nuestra tierra. Mentira que fuéramos terratenientes latifundistas, como dijo uno por allí, sino que teníamos un miniminifundio bien cultivado de qué comer, allá, antes de la Alianza para el Progreso de los Somozas. Bueno, pues la sopera relumbraba en el aparador como un artefacto de Benvenuto. Pero los niños somos (o fuimos) aristotélicos y nos intrigaba, no podíamos concebir, que una sopera no sirviera para la sopa diaria. Por eso, cuando llegó Mama Rosa, una Argüello grande y rosada, señorita del siglo XIX que fumaba puros chilcagre y todo el día estaba rosario en mano con una baraja española llena de reyes, de bastos y de oros, y vimos la sopera humeante en la mesa, también hubo desconcierto, y alguien dijo, y estoy seguro que fui yo: Mama Rosa, es la primera vez que esta sopera sirve para sopa, será porque hay visitas. Mama Rosa sonrió como rosa en su otoño y Madre nos lanzó una mirada conmovedora, que tenía del rencor y el disimulo de la clase media cogida infraganti, descubierta en no sé qué esencial falta de elegancia, en pecado mortal contra la distinción que no permite bajar peldaño, ni morirse de risa.


De: “Poemas familiares”


ENRIC SÓRIA





Un cuerpo



Un cuerpo preciso
como un teorema.

Cuerpo de piernas rectas, delineadas,
con la tensa armonía de un compás.
Cuerpo de líneas claras, luz y límite.
Tan angustioso y bello como los teoremas.

Delante de mí, ahora,
bajo cualquier excusa.