"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 31 de octubre de 2017
JUAN JOSÉ MACÍAS
41
desiertos
que se anticiparon a la sed de los dioses
dioses
que precedieron la voz de los desiertos
y,
sobre cuantiosos mares,
nubes
cargadas de agua como camellos
buscador
de distancias
derechohabiente
del rabión de arena
¿qué
dicen los poetas
para
que jehová dios pierda el juicio?
en
realidad, nada que decir.
la
enseñanza de la poesía:
desestimarlo
todo y comenzar de nuevo.
buscador
de silencios, ante la nada
aprovechar
la nada: la oquedad del caracol
habla
maravillas del mar
De: “Deo volente”
MIGUEL FLORIANO
Lope revive, escribe unos versos y se vuelve a su
sepulcro
En la
extraña verdad en que habitamos
apenas sé quién sois ni quién soy yo
(ambos amparamos discretos simulacros).
Así, pareciera que me nombro y solo soy
ausencia de vos, patrimonio del vacío.
Así, pareciera que os nombro y solo sois
el ligero provecho de tantísima quimera
vuestra: caricia
que ríe confundiendo
lo que tienta y toca. De limpio
amado yo, pues, súbitamente, de limpia
amada tú, a idioma
de costumbres yo, a quebrantada
amante tú; y esto en tan solo
un segundo, mujer.
apenas sé quién sois ni quién soy yo
(ambos amparamos discretos simulacros).
Así, pareciera que me nombro y solo soy
ausencia de vos, patrimonio del vacío.
Así, pareciera que os nombro y solo sois
el ligero provecho de tantísima quimera
vuestra: caricia
que ríe confundiendo
lo que tienta y toca. De limpio
amado yo, pues, súbitamente, de limpia
amada tú, a idioma
de costumbres yo, a quebrantada
amante tú; y esto en tan solo
un segundo, mujer.
En la
extraña verdad en que habitamos
ya no sé quién sois vos ni quién soy yo.
Con tal grandiosa duda voy bordando
un incomparable, un bello enigma.
ya no sé quién sois vos ni quién soy yo.
Con tal grandiosa duda voy bordando
un incomparable, un bello enigma.
ADOLFO BURRIEL
La
herida tiene
sangre de cobra,
caverna de pez ciego.
La herida
diezmó los árboles,
la sangre de los labios
desató la tormenta inesperada…
De "Colores desunidos"
sangre de cobra,
caverna de pez ciego.
La herida
diezmó los árboles,
la sangre de los labios
desató la tormenta inesperada…
De "Colores desunidos"
ANDRÉS TRAPIELLO
Adonde tú por aire
claro vas...
Adonde tú por aire claro vas,
en sombra yo, o en hojarasca breve,
te he seguido. Yo mismo sombra soy
de ti. Y no puedes tú notar que yo
te siga, yo, callado tras de ti,
lumbre contigo o nieve de tu mano.
Y veo tu mirar, mas siempre esquivo,
oscuro y amoroso, en huertos altos
que tú para tu amor los cercas. Fuentes,
aves, la reja de la casa sueño
ser yo, la claridad, su vuelo limpio,
el aire entre los hierros. Pero tú,
a mi través, cuando me miras, creo
que estás mirando a otro, de no verme.
Y ya la fuente, el ave, las espadas
de la verja no son nada. La tarde
su rosa le retira al vaso. Pétalos
sólo, los continentes que parecen
sobre la mesa, a ti te los ofrezco,
te envío su gobierno y yo, la sombra.
Adonde tú por aire claro vas,
en sombra yo, o en hojarasca breve,
te he seguido. Yo mismo sombra soy
de ti. Y no puedes tú notar que yo
te siga, yo, callado tras de ti,
lumbre contigo o nieve de tu mano.
Y veo tu mirar, mas siempre esquivo,
oscuro y amoroso, en huertos altos
que tú para tu amor los cercas. Fuentes,
aves, la reja de la casa sueño
ser yo, la claridad, su vuelo limpio,
el aire entre los hierros. Pero tú,
a mi través, cuando me miras, creo
que estás mirando a otro, de no verme.
Y ya la fuente, el ave, las espadas
de la verja no son nada. La tarde
su rosa le retira al vaso. Pétalos
sólo, los continentes que parecen
sobre la mesa, a ti te los ofrezco,
te envío su gobierno y yo, la sombra.
De: "Las tradiciones"
ARIEL MONTOYA
Señal del velo
Como el
vértigo de la espada
despuntando silencios,
tu ausencia
fragua insistente
revistiendo
calados entornos
ensangrentando
espirales sobre días y noches
cubiertas
por lamentables transparencias.
Veo tus ojos
-tempestad de luces-
desbandando sombras,
invadiendo
veranos y esperas,
volviendo con los míos
en las tejidas
gaviotas del atardecer,
en la copiosa
tanda de estrellas
contempladas en tu frente.
Tu pelo es la lluvia
Sobre tu espalda
chorrea
un voluptuoso calendario
de hebras y medusas
donde feliz
se pierde y enreda
la masculina
vela de mi entrega.
Tu ausencia
viene con la lluvia,
su velo
es un témpano abrazador
cayéndome
en las letras de tu nombre: Verónica.
De: “Perfil de la Hoguera”
despuntando silencios,
tu ausencia
fragua insistente
revistiendo
calados entornos
ensangrentando
espirales sobre días y noches
cubiertas
por lamentables transparencias.
Veo tus ojos
-tempestad de luces-
desbandando sombras,
invadiendo
veranos y esperas,
volviendo con los míos
en las tejidas
gaviotas del atardecer,
en la copiosa
tanda de estrellas
contempladas en tu frente.
Tu pelo es la lluvia
Sobre tu espalda
chorrea
un voluptuoso calendario
de hebras y medusas
donde feliz
se pierde y enreda
la masculina
vela de mi entrega.
Tu ausencia
viene con la lluvia,
su velo
es un témpano abrazador
cayéndome
en las letras de tu nombre: Verónica.
De: “Perfil de la Hoguera”
VANESA PÉREZ-SAUQUILLO
Dentro
todo es leyenda
pero bajo la arena
hay un cuarto escondido
con sus cuatro paredes.
Un cuarto en el que cuesta respirar
porque el aire en él vive
y a él, ancla de cuatro brazos,
se aferra cada vida amenazada,
chispas de luz pujando por entrar
a una farola oscura.
pero bajo la arena
hay un cuarto escondido
con sus cuatro paredes.
Un cuarto en el que cuesta respirar
porque el aire en él vive
y a él, ancla de cuatro brazos,
se aferra cada vida amenazada,
chispas de luz pujando por entrar
a una farola oscura.
A
ciertas horas de la madrugada
cuando parece que la casa cae,
como un jabalí muerto
en la húmeda carretera de la noche
-como lo hicieron los colchones
ventana abajo, los muebles
pared abajo, zapato de charol
peldaño abajo,
tantos suelos abajo,
como lo hizo ya la propia casa
en un doce de agosto, mediodía
de derribo-,
a ciertas horas de la madrugada
en que lo doloroso se repite,
el cuarto la recoge, la mece
y, cuando está dormida,
le envuelve suavamente sus retales
para volver a desplegarlos luego,
cuando lo oscuro esté memoria adentro
y los fantasmas vuelvan a ser manchas
y el gato cierre un ojo
y haga frío.
cuando parece que la casa cae,
como un jabalí muerto
en la húmeda carretera de la noche
-como lo hicieron los colchones
ventana abajo, los muebles
pared abajo, zapato de charol
peldaño abajo,
tantos suelos abajo,
como lo hizo ya la propia casa
en un doce de agosto, mediodía
de derribo-,
a ciertas horas de la madrugada
en que lo doloroso se repite,
el cuarto la recoge, la mece
y, cuando está dormida,
le envuelve suavamente sus retales
para volver a desplegarlos luego,
cuando lo oscuro esté memoria adentro
y los fantasmas vuelvan a ser manchas
y el gato cierre un ojo
y haga frío.
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