martes, 31 de octubre de 2017

VANESA PÉREZ-SAUQUILLO





Dentro todo es leyenda
pero bajo la arena
hay un cuarto escondido
con sus cuatro paredes.
Un cuarto en el que cuesta respirar
porque el aire en él vive
y a él, ancla de cuatro brazos,
se aferra cada vida amenazada,
chispas de luz pujando por entrar
a una farola oscura.

A ciertas horas de la madrugada
cuando parece que la casa cae,
como un jabalí muerto
en la húmeda carretera de la noche
-como lo hicieron los colchones
ventana abajo, los muebles
pared abajo, zapato de charol
peldaño abajo,
tantos suelos abajo,
como lo hizo ya la propia casa
en un doce de agosto, mediodía
de derribo-,
a ciertas horas de la madrugada
en que lo doloroso se repite,
el cuarto la recoge, la mece
y, cuando está dormida,
le envuelve suavamente sus retales
para volver a desplegarlos luego,
cuando lo oscuro esté memoria adentro
y los fantasmas vuelvan a ser manchas
y el gato cierre un ojo
y haga frío.


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