lunes, 26 de septiembre de 2016


CARLOS PENELAS




Traían en sus ojos

                        a Marta y Fernando,  mis hermanos



Traían en sus ojos el pan de las viriles tierras.
Regiones húmedas, tumbas de príncipes,
hornos, vinos, cucharas.
Y la costumbre de cantarle a sus hijos
en lenguas primitivas.
Todo crece en el recuerdo indolente
de tanto mar o tanta voz.
La austeridad, la serena medida;
hórreos que llegan con el viento.
(¡Para que no olvide, para que no olvide!)
Justifican lo vulnerable de la vida.
Siento que la utopía me conmueve
con presencias inmóviles
en la contradicción del amor y la sabiduría.
El misterio es una fábula impersonal.


De: Queimada


LUIS DE CAMÖENS




Cuanto quiso Fortuna que tuviera...

                                      "Enquanto quis Fortuna..."



Cuanto quiso Fortuna que tuviera
la esperanza de algún contentamiento
el regusto de un suave pensamiento
hízome que sus frutos describiera.

Mas, recelando amor que descubriera
secretos que causaran detrimento,
la mente oscureciome con tormento
para que sus engaños no dijera,

Vosotros los que Amor mantiene afectos
a su voltario giro, cuando en breve
libro viéredeis cosas tan extremas,

sabed que son verdades, no defectos;
y que tan solo si el Amor os mueve
habreis la comprensión de mis poemas.


Versión de Carlos López Narváez


VICTORIA LOVELL




Una línea de Kavafis en dos movimientos



Primer movimiento

Recuerda cuerpo el pulso exacto de la lira,
en el epitalamio yaces exhalando el aroma
que supo abrirse ante el roce de los labios.
Libando del gemido te adentras
en la pulpa del tiempo
que otrora fue de los amantes.

Segundo movimiento

Al cuarto círculo ascienden los obstinados.
Antesala de azulejos ¿suma de colores?
Dos puertas simétricas a la hora señalada
imaginería hospitalaria en gama de grises.
Tubos que se ramifican en tubos que
descienden en sondas y ese estertor
no me pertenece ni la piel ajada
que resta después de una convulsión atroz
que dispara al sentido;
reconozco mis pulsaciones
en esa otra mano tan frágil como la mía
sobre un Ford 37 el recuerdo se petrifica
abrazado por tu padre estabas.
Me sostengo en una línea de Kavafis
recuerda cuerpo no sólo cuánto
profano rezo el mío
recuerda cuerpo fuiste amado
no reconozco a ese cuerpo arrojado sobre las sábanas
ni a este otro.
No es Madame La Mort, demasiado espacio
ocupa la elegida, no es la muerte ni mors
es la A de ausencia
es el sutil devenir de la descomposición
la perversa lentitud con que el tiempo
nos apresa.



De: “Desde el hastío”

JORGE RIVELLI




V



como la sed o el hedor
                   
                                  danza eterna


en ningún fuego
en ningún cuerpo

                           en todos los sueños del viento.


ORLANDO VAN BREDAM



  
Ruta con liebres
  
                            “he sido, tal vez, una rama de árbol,
                                                una sombra de pájaro,
                                                   el reflejo de un río…”
                                                               Juan L. Ortiz



El auto es la nave en que avanzamos en medio de la noche
como si fuéramos los únicos habitantes del universo
que se deshace
detrás de la luz de nuestros faros
y se rearma una y otra vez
con la misma celeridad de las liebres.
Así vamos y venimos
por esta ruta llena de pozos y cráteres
y el tiempo inclina el silbido de las lechuzas
y a veces (como una ampolla en el asfalto)
hemos visto brotar el último oso hormiguero,
el recuerdo instantáneo de un tapir
que se empecina en ser. Vamos
como quien va a tientas con un bisturí
en una sala de operaciones
y sabe que la bala
puede deslizarse más allá de sus cálculos optimistas.

La vida cruje a nuestro alrededor
y siembra también anillos de silencio
que podemos escuchar
como una música escandalosa
en plena noche.


2

Ahora han salido las liebres,
primero dudan en el umbral de la ruta
y después se cruzan decididas,
embrujadas por esa luz extraterrestre,
por esos retazos de fosforescencia
que incendian el lugar
y desaparecen con la velocidad de los fantasmas
(que cuelgan sus rotosas vestiduras
en un puente blanco)


3

La luz inventa la ruta
y los caballos que pastan ahí cerca,
inventa los hormigueros gigantes
y desde luego,
también inventa este planeta, esta estepa sideral
(la ternura del rocío
que se desliza sobre el capot,
la música de una FM que pregunta
en medio de la noche
si dudamos sobre la existencia de Dios
y nos invita a dar un aleluya)


4

El auto sigue su marcha.
Ya no sabemos si vamos o venimos,
de dónde y hacia dónde,
ya no reconocemos origen ni destino,
sólo somos nuestro propio viaje,
condenados a una huida quieta
mientras el auto y las liebres se deslizan
por el agujero del tiempo.


Ruta 81, año 2002

De: “Lista de espera”



JENARO TALENS




Ángeles sobre Roma



I

Abra tu luz mi niebla a sus engaños,
pues no he nacido para compartir el odio,
sino el amor. He ahí las huellas de la nieve, el mar
donde todo concluye,
briznas de azul al pie de las colinas.
La ola en la que fui, mi duración, el muro
es una sombra informe que se aleja
camino de otras playas.
De un cuerpo a otro hay el tiempo de una vida,
de su soledad a mis ojos hay la distancia de la muerte.
Juntos en un paisaje aterido de sed
vemos el sol de julio que se descompone,
cómo cae gota a gota
desvistiéndote incluso
del color que oscurece mis palabras,
un viola emborronado por el muslo del día.
Vienes desde el sonido de una vieja ciudad
(agua oculta que llora entre arrayanes),
para darle otro nombre a la aventura:
un mar sin mar y al fondo los cipreses,
ese silencio que me hace diferente de ti.


II

Recorrerte sin pausa, como quien
se despereza al sol; ser el sendero
donde inscribir tus huellas. Heme aquí,
acurrucado junto al estallido
que amaga el roce de tu piel.
Cobijo mi pasión a la intemperie
bajo el árbol frondoso de tus sensaciones,
esa implosión de un cuerpo
en el que busco anclarme. Vieja luz
que alumbra, sin embargo, todavía.


III

Piensa si todo esto terminase.
La floración del día y de la noche,
de este día preciso, de esta noche precisa,
lo fortuito de un azar que surge
inevitablemente. Piensa si
fuese sólo el principio
de otro final que ya no espero, que
vuelve a decirme que si todo esto
terminase, por qué. Piensa. No, toca
la luz de nuevo, sin pensar, el borde
de una quietud donde se desmorona
cuanto nos hizo islas. Si acabase
todo, el fulgor, la sed, la opacidad
de un territorio que no es cuerpo, que
nos vuelve cuerpo, sin limitaciones,
piensa, tanto estupor
¿cabría en un poema?


IV

Daré tu nombre a cuanto vea,
me aferraré a la imagen de tu cuerpo
como la yedra al sol de mediodía.
Igual que el mirlo al recorrer las hojas
busca en la nervadura
los gusanos, iré
a trabajar los surcos,
a sembrar la memoria
si es cierto que para morir,
como dijo el anciano,
basta sólo un ruidillo:
el de otro corazón
(¿mío, tuyo?) al callarse.


V

Pero, a decir verdad, no sabemos morir.
En el fluir del día que no acaba
oigo un murmullo circular, el labio
que bebo sorbo a sorbo. Tócame.
He atravesado océanos de tiempo
para llegar a ti, la noche sin raíces.
La tierra fue el principio,
la tierra devastada que repite sus sueños.
Me hicieron renacer como quien siembra
entre los intersticios de una roca
y espera sin dudar hasta que crezca el fruto.
Luego vino la lluvia
desde un cielo cansado
de oscurecerse sin razón. ¿Comprendes
ahora? No fui yo.


VI

Lo que sucede, al cabo, son colores.
El rojo sangre de quien nada olvida,
el amarillo de la indecisión,
o el verdiazul que surge como un soplo
desde una noche que no fue derrota
sino confín. El blanco de reconocerte
entre las huellas menos personales
de un alba compartida: sólo tú,
las variaciones de la luz y el peso
de una certeza incomprensible.


VII

Suspende el año enti sus estaciones.
En esta antigua selva donde estoy
el tiempo se abre paso con dificultad.
Discurre a solas sin tu nombre
y no envejece ni se instaura, sólo
finge avanzar a tientas por un túnel
hecho de azar y de pasión, de todo
cuanto nos hace vagamente humanos.
La vasta tierra que recorro me
descubre en el trazado de tu piel,
y ese hueco dormido que llaman corazón
es un chorro de agua brotando en el desierto
del último verano que perdura.