domingo, 5 de noviembre de 2023


 

TERESA ABURTO URIBE

 


 

Basta mirar tus ojos

 

 

Basta mirar tus ojos
para saber que existes,
para saber que pisas
la tierra que yo piso,
para saber que amas
el mar que yo amo,
para saber que el sol
que nos alumbra
es el mismo.
Basta mirar tus ojos
para saber que estas vivo,
para saber que el cielo
está en ellos prendido,
para saber que el mar
con su silencio o su grito
los bañó de su color
y su misterio infinito.
Basta mirar tus ojos
para saber que existes,
para saber que vives
aquí donde yo vivo,
para saber que estas
aunque yo no esté contigo,
para saber que el cielo
que nos rodea es el mismo.
Basta mirar tus ojos,
solo eso... y yo los miro.

 

 

ELA CUAVAS

 

 

 

Arte poética

 


Noche a noche me interno en esta casa

de corredores oscuros

donde es preciso aguzar el ojo para no caer.

La lluvia, como música, se despeña sobre mí

y de tanto cantar lloro como una niña extraviada

en mitad del bosque.

En la alta noche crujen los postigos de mi casa,

es el espíritu del árbol que ha despertado

reclamando toda su savia.

 

OLGA ACEVEDO

  

 

Cantos a Berenice (I)

 

 

Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
alguna vez podremos interrogar con causa a esas escoltas de genealogías
que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilio
y cerraron de golpe las bocas del azar.
Cambiaremos panteras de diamante por abuelas de trébol,
dioses egipcios por profetas ciegos,
garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas secretas del ovillo que devanamos juntas
y fue nuestro pequeño sol de cada día.
Con errores o trampas,
por esta vez hemos ganado la partida.

 

LEGNA RODRIGUEZ

 

 


 

Albahaca

 


Laundry, 13 y 27.

Junio, Miami, Florida.

La lavadora, rompida.

Secadora, de juguete.

Una rama en el arete

para espantar los insectos.

Son extraños los insectos.

Tarde extraña, estoy jodida.

Dos idiomas, una vida,

Y diecinueve dialectos.

 

MARGARITA LASO

 

 


Puna

 


me detengo en el arenal

 

ha sido un viaje largo

y el camino un témpano

 

para qué el regreso

 

el viento notable no será capturado

                               ni la extensión de la montaña

solo el pedruzco y la aspereza

 

es inhóspito el escarpado del volcán

tan cerca del glaciar                amor mío

cómo he podido soportar esta escarcha en el oído

el tímpano

con sus tambores bramándome en el páramo

cómo he podido

ocultar con mi mano este desierto

y aún este lobo

 

el arenal es colosal y permanente

 

nuestras huellas

desaparecen a la primera ventisca

igual que las pisadas del hielero

 

vivo aquí este frío traslúcido

donde no cabe una pelusa

que cobije la memporia

en la puna hirsuta

un hilván de viculas rojizas y doradas

                              un hilo de hervíboros nerviosos

recuerda nuestros últimos relámpagos

 

grietas inaudibles se encubren en la altura

y así minúsculos tulipanes andinos

 

la puna es un cementerio

y también el fin de un viaje

 

cruje el glaciar

 

la tumba de mi amor

en tus ojos helados

 

 

JOSÉ INIESTA

 

 

 

La rosa de la tristeza

 


A veces la tristeza es una rosa
abierta en lo profundo de la carne.
A todos se nos da cuando florece
y se abre a su misterio
                                     o se deshoja
junto al muro caído de la dicha.
Y es entonces, allí, con qué certeza
de un alto mediodía contemplando
las nubes que se van y lo que somos,
que la tristeza hermana nos consuela
con el más dulce daño:

la conciencia de ser
                                 y estar viviendo
en los adioses,
el amor que sí somos en el mundo.