lunes, 19 de mayo de 2014

HELENA RAMOS


 

50

 

En azul Prusia
me contaban los cuentos
de mar y guerra.

  

De: Polychromos (haikus)

 

 

 

 

RUBÉN DARÍO


 
 

Triste, tristemente
 
 

Un día estaba yo triste, muy tristemente
Viendo cómo caía el agua de una fuente;

Era la noche dulce y argentina. Lloraba
La noche. Suspiraba la noche. Sollozaba

La noche. Y el crepúsculo en su suave amatista,
Diluía la lágrima de un misterioso artista.

Y ese artista era yo, misterioso y gimiente,
Que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.

 

 

ANA ILCE GÓMEZ


 
 

Ser o no ser  

 

Vivir.
Ser o no ser no es el problema
sino planchar la ropa
atizar el fogón
escribir unos tiernos y antiguos poemas
mirarse en el espejo el otro rostro del rostro
descubrirse lobo triste por las noches
por las mañanas mujer cuerda.


Ser ejemplar y sobria y verbigracia
Mantener todo en orden más te vale
Disponer todo a tiempo Dios te asista
Ser o no ser no es el problema
sino tener el alma lista
para amargos si acaso o si hubieras.


Y una vez más enfrentarse al mande usté
como usté guste
pulir el piso espejo
lavar la ropa nieve
secar la loza estirpe
disimulando mugres y maneras.


Pero a pesar de todo
amar la telaraña vida
la hambruna vida tuya y de los otros
insultarla si quieres
abrazarla si quieres o si puedes.


Ser o no ser no es el problema
sino ese perdón barato que te entregan.


Y al final de la tarde
has ensayado todo te reprimen
has cumplido el deber no eres tan buena
tu cabeza da vueltas tiovivo
resaca de la piel, costra de olvido.
Esgrime tus cuchillos argumento
empuña tus espadas yo no quiero
atrévete de una vez sueña tu sueño
entra en la escena mundo
como quien entra a la sala de partos
de la vida por primera y alegrísima vez.
Plántate y rebelándote, revélate.


Ser o no ser no es el problema.

 
 

De: Poemas de lo humano cotidiano

 

 

GIOCONDA BELLI





Esto es amor

 
"Esto es amor, quien lo probó, lo sabe"

Lope de Vega

 


La mente se resiste a olvidar las cosas hermosas,

se aferra a ellas y olvida todo lo doloroso,

mágicamente anonadada por la belleza.

No recuerdo discursos contra mis débiles brazos,

guardando la exacta dimensión de tu cintura;

recuerdo la suave, exacta, lúcida transparencia de tus manos,

tus palabras en un papel que encuentro por allí,

la sensación de dulzura en las mañanas.

Lo prosaico se vuelve bello

cuando el amor lo toca con sus alas de Fénix,

ceniza de mi cigarro que es el humo

después de hacer el amor,

o el humo compartido,

quitado suavemente de la boca sin decir nada,

íntimamente conociendo que lo del uno es del otro

cuando dos se pertenecen.

No te entiendo y quisiera odiarte

y quisiera no sentir como ahora

el calor de las lágrimas en mis ojos

por tanto rato ganado al vacío,

al hastío de los días intrascendentes,

vueltos inmortales en el eco de tu risa

y te amo monstruo apocalíptico de la Biblia de mis días

y te lloro con ganas de odiar

todo lo que alguna vez me hizo sentir

flor rara en un paraíso recobrado

donde toda felicidad era posible

y me dueles en el cuerpo sensible y seco de caricias,

abandonado ya meses al sonido de besos

y palabras susurradas o risas a la hora del baño.

Te añoro con furia de cacto en el desierto

y se que no vendrás

que nunca vendrás

y que si venís seré débil como no debería

y me resisto a crecerme en roca,

en Tarpeya,

en espartana mujer arrojando su amor lisiado para que no viva

y te escondo y te cuido en la oscuridad

y entre las letras negras de mis escritos

volcados como río de lava entre débiles rayas azules de cuaderno

que me recuerdan que la línea es recta

pero que el mundo es curvo

como la pendiente de mis caderas.

Te amo y te lo grito estés donde estés,

sordo como estás

a la única palabra que puede sacarte del infierno

que estás labrando como ciego destructor

de tu íntima y reprimida ternura que yo conozco

y de cuyo conocimiento

ya nunca podrás escapar.

Y sé que mi sed sólo se sacia con tu agua

y que nadie podrá darme de beber

ni amor, ni sexo, ni rama florida

sin que yo le odie por querer parecérsete

y no quiero saber nada de otras voces

aunque me duela querer ternura

y conversación larga y entendida entre dos

porque sólo vos tenés el cifrado secreto

de la clave de mis palabras

y sólo vos pareces tener

el sol, la luna, el universo de mis alegrías

y por eso quisiera odiarte como no lo logro,

como sé que no lo haré

porque me hechizaste con tu mochila de hierbas

y nostalgias y chispa encendida

y largos silencios

y me tenés presa de tus manos mercuriales

y yo me desato en Venus con tormentas de hojarasca

y ramas largas y mojadas como el agua de las cañadas

y el ozono de la tierra que siente venir la lluvia

y sabe que ya no hay nubes,

ni evaporización,

ni ríos,

que el mundo se secó

y que no volverá jamás a llover,

ni habrá ya nieve o frío o paraíso

donde pájaro alguno pueda romper

el silencio del llanto.

 

ISOLDA HURTADO

 

 

Nocturno

 

 

                                   Sin ser de nadie y de todos
                                   el cielo
                                   aletargado
                                   sucumbe el terreno
                                   al eco del alarido
                                   en la sabana

 

                                   Angustiadas las palmas
                                   callan
                                   al rigor del trueno
                                   cuando el ave
                                   vuelve pálida
                                   al denso velo
                                   de la cima

       

                                   Es daga extraño sino
                                   como quien ronda
                                   un forajido sueño
                                   con las manos limpias

 

                                   Fiera escarba la noche
                                   el amor eterno
                                   espléndido tapiz
                                   sobre el arenal.

 

                                                               De: Silencio de alas

 

 

FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ


 
 

Una casa en llamas

 

 

¿Por qué se mete en los sueños

y me arrebata lo íntimo?

Como un océano brutal

que puede llevarte en un instante,

mi niñez,

como si estuviera acechándome por las ventanas,

es la única vida que me queda.

La belleza de esos años

es una casa en llamas en donde no puedes

salvar a nadie.

Acaba y comienza de nuevo.

Es un lugar en donde ya no siento miedo o tristeza.

Es un árbol que siempre tiene los brazos abiertos

para las aves.

Pero desde mi niñez para hoy

mi corazón se ha convertido

en una extraña planta en harapos,

y solo canciones antiguas y rimas íntimas

hacen que mi corazón viva como mi niñez:

con el fuego carmesí de la existencia espiritual,

como una llama de fuego en la masa obscura

de la noche,

como los caracoles

repitiendo el infinito del mar.

 

Granada, 3 de marzo 2001