jueves, 22 de noviembre de 2018


RICARDO CASTILLO





El gran simpático



La realidad es una broma que ya me está poniendo
            nervioso.
Un armario con un payaso encerrado.
No hay tiempo para hacernos guiños con los ojos,
el asunto es grave, pesado:
Todo hombre come un plato diario de confusión,
las manos se desesperan en los cabellos,
el alma se vuelve espalda.
Huele a nocaut, a cuerpo amarrado al quirófano
y el dolor, cara de serio, es un charlatán.
La realidad es un teléfono timbrando,
un telegrama de certezas muy cortas.
¡Ojo picudo!
la risa nos puede traicionar.


ANA ROSETTI





Nueve



No juegas ya conmigo, tan orgulloso estás
que más allá de ti no necesitas nada.
Tú observas incesante, sin embargo
te olvidas de que yo te soy tan parecida
que te describiría con la fidelidad
de un espejo: tan semejante a ti
que hasta podrías amarme sin temor a excederte.

Pero, si en desdeñarme persistes obstinado,
no importa, esperaré.
Mientras enhebro cintas de dulce terciopelo
en el blanco entredós de una tira bordada
o anchas randas de encaje infatigable labro,
atisbando estaré el menor de tus gestos.
Tan preciso lo retendré en mi rostro,
tan exacto, que pasado algún tiempo,
cuando la edad viril, arrasándote
tras derruir la seda delicada
exija tus mejillas para sus arrayanes,
tu pecho como un muro para enredar su hiedra,
no tendrás más remedio que mirarme.
Y te verás en mí, adolescente, inmóvil
durante muchos años todavía.


De: "Dióscuros"


PERE GIMFERRER





Noche de abril



La mente en blanco, con claridad celeste
de alto zodíaco encendido: cúpula vacía,
azul y compacta, forma transparente
al abrigo de una forma. Así vuelvo a encontrarme
buscando esta calle. Ni está, ni estaba:
ahora existe, en levitación,
porque la mente la inventa. Asedio adusto,
pleito de lo visible y la invisible: llama
y consumación. Contornos, inmóvil
piedra que cristaliza. Esta noche,
tormento de los ojos, tormento que una palabra designa,
sin decirlo del todo, como el reflejo
de una perla en tinieblas. Ahora los dedos
arden con la claridad de una palabra. ¿El sol?
El nocturno cuerpo solar, hecho pedazos, rueda
cielo abajo, piel abajo. Ni el tacto sabe
detener la caída. Incendiado
y poderoso. Riegan, de madrugada,
las calles, y un silencio nulo de cláxons,
en los pasajes húmedos, abre un imperio
donde a la piel responde la piel, y el nudo
se hace y deshace. Las teas de Orión
ven los cuerpos enlazados. Astral
escenario de profundos cortinajes
sobre el resplandor sonoro. Dices
sólo una palabra, la palabra del tacto, el sol
que ahora tomo en mis manos, el sol hecho palabra,
tacto de la palabra. Y las estrellas, táctiles,
inviolados, carro que al deslizarse-
al fondo de un vidrio vago se refleja
en tu lujo, claridad de espalda y nalgas,
el globo detenido, ígneo: el reverso
oculta el trueno oscuro del monte de Venus. Brillan
dos tinieblas cuando el firmamento
mueve galeras y remos, y ahora escucho
el oleaje, el chapoteo de los pechos y el vientre,
copiados por la noche. La estancia cósmica
es la estancia del cuerpo, y la blancura
no confunde nubes altas y verde de espuma:
todo lo delega, la reenvía todo. Tiemblan,
esperando recibir un nombre, las criaturas
de la oscuridad, el dibujo de las tenazas
de los dos cuerpos, tapiz del cielo, horóscopo
giratorio. ¿Un sentido? Todo, ahora, es doble: '
las palabras y los seres y la oscuridad.
Pero, escucha: muy lejos, desde esquinas
y faroles nocturnos, vacíos de murmullos,
negativo ignorado de magnesio,
vengo, mi rostro viene, y ahora este rostro
vuelve a ser el rostro mío, como si con un molde
me rehicieran los ojos, los labios, todo,
en el arduo encuentro de este otro, un trazo
dibujado al carbón, que no conozco, que toma
posesión del hielo, que me funde y me biela.
Es éste el enemigo, el que yo siento,
irrisorio y soberbio, ojo o escorpión,
el nombre del animal, el antiguo dominio.
¿Lo reclama el amor? Cuando dientes y uñas
bordean el azulado coto de la piel,
cuando los miembros se aferran, la certeza
¿viene de un fondo más remoto? Curvados, se despeñan
los amantes, como las formas minerales,
rechazados por la noche que calcina el mundo.



SULLY PRUDHOME





El búcaro roto



El vaso donde muere esta verbena
un golpe de abanico lo rompió
el golpe lo debió rozar apenas,
pues ni un leve ruido se advirtió.
Mas no obstante, la leve rozadura
fue rajando el cristal muy lentamente
y con avance invisible y muy seguro
completamente roto lo dejó.

El agua ha huido, gota tras gota
y el jugo de las flores se ha secado ya
nadie nota la leve rajadura
mas no lo toquéis, está quebrado.

Así también la mano más amada
rozando el corazón hace una herida;
y el corazón, después, por sí se rompe
y la flor de un amor pierde la vida.

A los ojos del amor sigue intacto
pero siente crecer, tan resignado
la herida cruel que lleva allá en su fondo
Mas no lo toquéis: ¡el búcaro roto está!


Versión de Max Grillo

 

JUAN DOMINGO AGUILAR





Poética II

                                               A Ramón Repiso

A pesar de sus ojos he salido a la calle,
a pesar de sus ojos me ha tocado vivir.
JAVIER EGEA



A pesar de tus ojos escribir
salir a la calle
decir algo que valga la pena
verte a lo lejos
sonriendo en un bar
escuchar tu voz
volver a casa sentarme
delante de un papel en blanco
escribir sentir el dolor
poco a poco las palabras
se colocan una detrás de otra
acaban pareciendo un poema
una herida abierta que sangra
esto debe ser la poesía me digo
esto es la poesía:
escribir en defensa propia


De: “Nosotros, tierra de nadie”


SERGIO ÁNGELES





Cerezo



Fue en el preciso instante del ascenso
-cinco segundos viajeros-
que contemplaste la lujuria
sobre nuestras cabezas

Fue preciso el instante
en que la muerte se llevó tus ojos
para dejarte sumido
en la fiebre de la locura

Candente arpegio
acompasando la caída
un corazón enraizado
mira el infinito bajar
y elevarse de nuevo en fractal secuencia
-imagen hecha verbo-

Viaja el universo entre dos espejos
como un pétalo a punto de llegar al suelo
instante precisamente hecho
para quedarte suspendido a cinco centímetros por segundo.