domingo, 6 de diciembre de 2020

SANDRA SANTANA

 


 

 

Girando en círculos
con los ojos vendados:

 

pero lo que buscáis
no está nunca allí,
lo que buscáis
está en esas canciones
que entran
por una pequeña oreja
salen
por una pequeña boca
entran
por otra oreja y
salen por otra boca
haciendo moverse
a un ritmo único
los millones de brazos,
los millones de combas,
los millones de palmas
y de corros.
 

Esas son ¡ay, ay!,
lairón, lairón,
las palabritas
que os vienen
de los muertos.

 
Ellas no
son la forma
del amor,
no, son la forma
de su reconocimiento.

 

De: “La parte blanda”

 

 

JOSEP M. RODRÍGUEZ

 

 



Ramas

 



A contraluz,
tu pulmón al desnudo.

Y en su interior
(aunque no puedas verlas)
ramas como de almendro o de avellano

y una especie de florecillas blancas
brotando en sus extremos:
 
Una radiografía.
La dejas otra vez sobre la mesa
que aún conserva intacta
su memoria de ramas, tronco y árbol.

(La memoria no muere,
se transforma).
 
Ramas en tus pulmones
y en la mesa

y en el papel de un libro.

Todo es parte de todo,
un mismo árbol.

 

De: “Frío”

 

JULIETA BERRIEL

 

 

 

 

5.




A Josefina la conocí cuando éramos bien pibas.
La conocí dentro de la casita donde
ella era arquitecta y yo chef
Con Josefina nos pintábamos los labios
y jugábamos al fútbol
Nos tomábamos la mano en la merienda
y yo me ponía nerviosa al verla llegar
con el pelo vainilla en trencitas
esas que yo no me sabía hacer.
Me sentía bien con Josefina.

 

Pero el kinder se pasó rápido
y me mandaron a otros colegios
donde Ellas me molestaban por jugar al fútbol
y Ellos no me dejaban jugar por vestir rosa.
Como Ellos ocupaban la cancha
me sentaba con ellas,
                    mis amigas,
     y mis piernas perdieron fuerza.
En el poco espacio que nos dejaban
mis amigas me hacían trencitas
y yo les pintaba los labios.
Recuerdo que nos enorgullecíamos
porque era nuestro propio lugar
como si fuera algún tipo de victoria
tener 5 m2 de cemento.

 

Descubrí mis injusticias, las nuestras
empecé a marchar por ellas
y descubrí que nos dejaban el mismo espacio de cemento,
que Ellos tenían los micrófonos
y las banderas
          porque tenían fuerza,
habían podido jugar en los recreos.
Descubrí que nos robaban las palabras
las voces
y que teníamos que estar agradecidas
porque era algún tipo de victoria.

 

Hace un tiempo, unos chongos
me empujaron en una marcha
y una piba de pelo como el sol
                                                me agarró.
El pañuelo verde le recogía el pelo trenzado
y tenía los labios violeta.
Me tomó la mano como en el kinder,
porque de la mano se toman los patios,
y me ofreció brillo
Con el valor que me dio
me hice un enredo.

 

Esos besos con purpurina
eran la única victoria que me valía la pena.
Sentí nuestras luchas y nuestras palmas
                                                                trenzadas
Josefina todavía sabía al sudor del fútbol
y a labial de juguete
ahora también sabe a mujer,
a rebeldía,
a furia y justicia.
De la mano como en la merienda tomaremos toda la cancha.
Ahora que estamos juntas.
Ahora que sí nos ven.

 

 

DIANA MONCADA

 

 


 

 

La pobreza enaltece el vértice
      sus estados más perversos
      pensaron en una línea
      desenredando la trayectoria
austera

 
despierto
mentira sobre las hojas

 
La geometría es dura en la intuición
y soy pobre como ayer o
como nunca quise serlo sonar
La duración se abre
como un hielo y parpadea
verde sobre las cosas

 
no éramos
señor el resplandor del hambre

 
sonar la fidelidad del giro
hasta abajo
donde nadie escucha el lugar
acostarse bajo los metales
                                        como antes
sin otra mano que la duerma
y sin embargo
durar sobre las piedras.

 

CHRISTINA THATCHER

 

 


Cosas malas

inspirado en Ellen Bass

 


 

Vas a mentirle a las mujeres que amás:
una con un bolso de lazo y un conejo de orejas caídas,
otra con cicatrices en el estómago y tatuajes en las muñecas,
ambas con padres muertos, como el nuestro.

 

Vas a aprender a beber, lentamente,
hasta que el vodka ya no queme, hasta que
después de seis tragos todavía podás conducir a través
de las calles llenas de venados de Durham.

 

Te vas a desmayar
en la máquina asfaltadora, la metadona
amamantará tus huesos hasta que estés demasiado débil
como para fraguar cemento. Dejarán de llamarte por trabajos.

 

Vas a perder tu teléfono,
terapeuta, casa, mujeres, y todo el tiempo
me escribirás para decir: “Estoy bien,
estoy bien”
, decirme que todavía tenés algún lugar

 

cálido para quedarte, pero sabré que estás conduciendo
hacia la ciudad en un carro que se quedará sin gasolina
y entonces (como a los adictos a quienes les pasan
todas las cosas malas) vas a desaparecer.

 

 

JÚLIA DE CARVALHO HANSEN

 

 


 

Echar raíces es lo mismo que hacer órbitas.
Dibujar el resto del agua
que queda hecha hielo en los polos
o la cobertura de musgo
que vive en la sombra
y con el viento no se arranca
aunque se mueva
sutilmente
cuando llueve.

 

Ofrecer el propio cuerpo a ser
arbusto y agua corriente
viento ya no sé
lo que engloba
lo que me ve.