"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 8 de julio de 2018
IVÁN TUBAU
Cuatro Rubaiyyat de Cambridge
A Merce
Nos teñiremos pelos, almas y corazones.
Juraremos amor eterno si es preciso
para ser algo más felices un instante.
Ni la mejor mentira, amor, es la verdad.
De: "Vendrán meses con erre"
GABRIELA MARI
Sandeces
Dulces
mensajes de almas puras
dicho así, trivialmente
poesía mal hecha, de antaño y peor
pero nombrarte, cómo
sin tenues y burdas palabras de ayer
indefenso temblor de la carne
mascullando sandeces
palpando lo amable
cómo nombrarte sin esos motes
letras huecas
banales sudores y más
artilugios de mago errante
fe de erratas al final
y volver a empezar
confusión de conjunción de cuerpos
continuos ahogos en agua sin sal
bebederos de deseo
cómo nombrar tan roja la rosa
si no es así:
tan roja la rosa
tan rojo el rosal
madriguera de antaño
versos de otros
hablar tonterías
hablar por hablar
calor en los cuerpos
adentro, afuera
cerca, muy cerca
subir por la piel
agua para dos
apagar el incendio
apagar la locura
más banal
cordura insensata
dos almas y el mar
morder la boca
más trivial
calor, olor, deseo,
dos bocas de mar
dos cuerpos de fuego,
sudor en el alma
de a dos, banal, real
pasiones secretas
los versos de antaño
van por más.
dicho así, trivialmente
poesía mal hecha, de antaño y peor
pero nombrarte, cómo
sin tenues y burdas palabras de ayer
indefenso temblor de la carne
mascullando sandeces
palpando lo amable
cómo nombrarte sin esos motes
letras huecas
banales sudores y más
artilugios de mago errante
fe de erratas al final
y volver a empezar
confusión de conjunción de cuerpos
continuos ahogos en agua sin sal
bebederos de deseo
cómo nombrar tan roja la rosa
si no es así:
tan roja la rosa
tan rojo el rosal
madriguera de antaño
versos de otros
hablar tonterías
hablar por hablar
calor en los cuerpos
adentro, afuera
cerca, muy cerca
subir por la piel
agua para dos
apagar el incendio
apagar la locura
más banal
cordura insensata
dos almas y el mar
morder la boca
más trivial
calor, olor, deseo,
dos bocas de mar
dos cuerpos de fuego,
sudor en el alma
de a dos, banal, real
pasiones secretas
los versos de antaño
van por más.
ADRIANA TAFOYA
Barro tibio
XII
Cuánta
belleza carga Susana
es
difícil decidir de sus reflejos el más bello
Un
hueco, la cavidad de la voz
el arco del pie
la luna
del dedo
Su piel
es espuma de nata
su
vello, una sombra al carboncillo
Regreso para besarla
Camina
con la canasta seca de las frutas
que
sostiene el teclado de sus dedos
y un teñido vestido
con la
fresca tinta de las frambuesas
vaporoso
la envuelve
Bella
es Susana
le
lagrimean los cabellos
Pero se
traga el viento las hojas
y caen
muy delgadas las aguas
El
fruto es la unidad de lo finito
y los
pájaros de tan maduros revientan
Se
guarda Susana
y tiene
miedo
presiente
rostros oscuros y añejados
como aceitunas negras
se abriga de soledad
en el
recipiente de su casa
escucha
resuellos, murmuraciones
el
sonido es el golpe de la violencia de las cosas
Grita,
insulta
pero la
palabra sólo rasguña
Siente
que un mar sucio, espeso
la rodea, la aprieta
lame
las lunas de sus uñas
le pasa el dedo por la planta del pie
la
manosea
con
numerosas manos la unta
con la
tintura de un sexo
que se
vuelve una bestia
de ojos
cuajados
Un
racimo de testículos
la
aporrea, le rellena la boca
Ella,
se calla (enmudece)
(No hay
nada más frío que las claras yemas de una novia)
Susana
es un arroyuelo de cabello
Los ancianos le miran
y son verrugas
hinchadas de malicia
Para
besarla ya no regreso
Susana
se deshace
y
desaparece
MIGUEL RASH ISLA
La donna se ben fa come la luna
e sempre quella sia bruna sia bianca.
D' Annunzio
e sempre quella sia bruna sia bianca.
D' Annunzio
Así
dijo en la noche, desolado, el viajero:
vengo de las diversas comarcas del amor;
crucé por muchas almas y en todas fui extranjero;
de todas salí siempre con fatiga y dolor.
Vi en los ojos más claros un mirar traicionero,
y en las bocas más frescas hallé el mismo sabor;
no hubo brazos capaces de hacerme prisionero,
ni carnes que temblaran con un nuevo temblor.
De una mujer en otra fui pasando y en cada
una dejé una parte de mi vida inmolada...
Ya no tengo que darles ni espero que me den.
vengo de las diversas comarcas del amor;
crucé por muchas almas y en todas fui extranjero;
de todas salí siempre con fatiga y dolor.
Vi en los ojos más claros un mirar traicionero,
y en las bocas más frescas hallé el mismo sabor;
no hubo brazos capaces de hacerme prisionero,
ni carnes que temblaran con un nuevo temblor.
De una mujer en otra fui pasando y en cada
una dejé una parte de mi vida inmolada...
Ya no tengo que darles ni espero que me den.
Sólo
con los amores que he soñado me quedo,
y con el tuyo ¡oh muerte! aunque me causa miedo
que tus labios destilen sólo tedio también.
y con el tuyo ¡oh muerte! aunque me causa miedo
que tus labios destilen sólo tedio también.
AMOS OZ
El pájaro del lecho
del mar
Un poco antes de morir
un pájaro sobre una rama me sedujo.
Narimi me rozó su pluma me rodeó por completo
con una placenta de mar.
Mi viudo por las noches disuelve su lecho, adónde se ha ido
el amor de su vida. Mi huérfano se ha marchado lejos
a descifrar enigmas.
Esposa niña, tú eres la mujer de los dos, tuyo es mi camisón
tuyo es su amor. Mi carne se ha consumido.
Ponedme como sello.
Un poco antes de morir
un pájaro sobre una rama me sedujo.
Narimi me rozó su pluma me rodeó por completo
con una placenta de mar.
Mi viudo por las noches disuelve su lecho, adónde se ha ido
el amor de su vida. Mi huérfano se ha marchado lejos
a descifrar enigmas.
Esposa niña, tú eres la mujer de los dos, tuyo es mi camisón
tuyo es su amor. Mi carne se ha consumido.
Ponedme como sello.
De: "El mismo mar"
Versión de Raquel García Lozano
IRENE SÁNCHEZ CARRÓN
De senectute
Cuando yo era muy niña
las viejas se peinaban como diosas.
Me gustaba acercarme y contemplar
el sencillo ritual de cada día:
las viejas, sentadas a la puerta,
esperaban tranquilas a sus hijas
que llegaban alegres, bulliciosas,
a deshacer el moño del día anterior.
Con la mirada absorta de la infancia,
observaba caer los escasos cabellos
sobre los hombros secos y la espalda abatida.
Las viejas elevaban hacia el cielo su rostro
con los ojos cerrados
y no podía yo quitar mis ojos
de la piel transparente de sus sienes,
de la azulada red de duras venas,
de los largos mechones apagados.
Así avanzaba otro día,
se tejían las trenzas con esmero,
se trataban asuntos de mujeres,
a veces susurrados,
a veces relatados con viveza,
mientras peinas y horquillas
flotaban en la blanca palangana.
Cuando yo era muy niña
las viejas iban siempre de negro
y vivían
cara al sol en silencio y con los ojos cerrados,
y se peinaban
como si fueran diosas.
Pero aquel elegante recogido que tanto me gustaba
acababa cubierto por un pañuelo negro,
un día más, oculto.
un día más, perfecto.
Cuando yo era muy niña
las viejas se peinaban como diosas.
Me gustaba acercarme y contemplar
el sencillo ritual de cada día:
las viejas, sentadas a la puerta,
esperaban tranquilas a sus hijas
que llegaban alegres, bulliciosas,
a deshacer el moño del día anterior.
Con la mirada absorta de la infancia,
observaba caer los escasos cabellos
sobre los hombros secos y la espalda abatida.
Las viejas elevaban hacia el cielo su rostro
con los ojos cerrados
y no podía yo quitar mis ojos
de la piel transparente de sus sienes,
de la azulada red de duras venas,
de los largos mechones apagados.
Así avanzaba otro día,
se tejían las trenzas con esmero,
se trataban asuntos de mujeres,
a veces susurrados,
a veces relatados con viveza,
mientras peinas y horquillas
flotaban en la blanca palangana.
Cuando yo era muy niña
las viejas iban siempre de negro
y vivían
cara al sol en silencio y con los ojos cerrados,
y se peinaban
como si fueran diosas.
Pero aquel elegante recogido que tanto me gustaba
acababa cubierto por un pañuelo negro,
un día más, oculto.
un día más, perfecto.
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