lunes, 11 de mayo de 2020


WANG WEI





El parque de los ciervos



En la montaña vacía no se ve un hombre,
Solo se oye el eco de voces humanas.
Vuelven las sombras, entran profundo en el bosque,
Otra vez brilla el sol, sobre los líquenes verdes.



GUIDO RIGGIO POU





9



Crece la hierba.
Los niños ya no juegan
en este jardín.


De: “El otro jardín”



DULCE MARIA LOYNAZ





Poema XXXVIII



Si dices una palabra más, me moriré de tu voz, que ya me está hincando el pecho,
que puede traspasarme el pecho como una aguda, larga, exquisita espada.
Si dices una palabra más con esa voz tuya, de acero, de filo y de muerte;
con esa voz que es como una cosa tangible que yo podría acariciar, estrujar, morder;
si dices una palabra más con esa voz que me pones de punta en el pecho,
yo caería atravesada, muerta por una espada invisible, dueña del camino más recto a mi corazón.
 

SANTIAGO KOVADLOFF





Observaciones desde el ventanal de enfrente



Algo resplandece entre las hojas del parque.
Algo quiebra allí, con su brillo inusual,
la monotonía de la tarde.

Qué hermoso es el parque
sepultando entre sus hojas
la costumbre de vivir;
y qué súbito el aliento
que nos llega de las cosas
arrancadas al cansancio.

El prodigio durará mientras no cruce hacia
    el parque.

Acercarse a los milagros suele ser fatal.


De: “Ciertos hechos”


JUAN CARLOS SUÑEN





27



Y ella pulsa,
pero al aire, su miedo:
se prueba en ese hombre
de mirada derecha.
Se desea apiadada entre las otras
imágenes, tenida,
solamente tenida, en esos ojos
que la inclinan, en esa
mano que acariciando el hule
la convoca.


De: "La prisa" 1994


CARL SANDBURG





Mag



Juro por Dios, Mag, que ojalá nunca te hubiera visto.
Ojalá nunca dejaras tu trabajo para venirte conmigo.
Ojalá jamás hubiéramos pagado el permiso, ni comprado
          un vestido blanco,
para que te casaras el mismo día en que fuimos corriendo
          a ver al cura
y le dijimos que nos amaríamos y cuidaríamos uno al otro
por siempre jamás, siempre que el sol y la lluvia perdurasen
          en algún rincón.
Sí, ahora es mi deseo que vivieras en otra parte, bien lejos
          de aquí,
y que yo fuera un vagamundo montado en un mercancías,
          a dos mil kilómetros, totalmente en la ruina.
          Y ojalá nunca hubiéramos tenido niños
          ni el alquiler, el carbón, la ropa por pagar,
          ni el recadero de la tienda que viene a cobrar lo suyo,
          a cobrar en metálico por alubias y ciruelas.
          Ojalá nunca te hubiera visto, Mag
          Ojalá nunca hubiéramos tenido niños.


Versión de Miguel Martínez-Lage
De "Poemas de Chicago"