"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 8 de agosto de 2017
CARLOS CÚCCARO
No estamos
solos.
Está
esa
insidiosa luz
que
se
cuela
entre
los
dedos.
No
estamos
ni
olvidados
ni
ocultos.
Está
el
ansia.
Esa
incertidumbre
que
acecha
como
una
araña
verde.
Y que
nos
hace imaginar
que
somos libres,
mientras
los
ojos
se
nos
secan.
De: “Blues”
LILIANA BELLONE
La casa
Pasen, verán que soy una ruina. Por acá
anduvieron delicados pasos de niña y después pasos de varón. Ahora no hay
nadie, mi vejez se mantiene entre las columnas donde habitan gatos y
murciélagos. Quedan de mi opulencia los frescos del vestíbulo que hizo pintar
mi primer dueño, un caballero italiano que añoraba su tierra, la torre que
construyó uno de sus hijos, un soñador que imaginaba castillos y partidas de caza
y que se refugió en fantasmas enfermizos para sobrevivir al mundo de zarzas y
espinas de este lugar del mundo, quedan también los senderos del parque que fue
poético, sí, poético y que guarda aún numerosos secretos. Ahora las lluvias
interminables del verano roen mi cuerpo mientras me derrumbo y me oxido. Pero
abran las puertas y verán el más bello baile de disfraces y a la más hermosa
pareja de enamorados de la tierra, mientras leen un libro extraño con letras
góticas que narra la historia de otros enamorados como ellos que leen también
la historia de otros enamorados (La Divina Comedia, Canto V, Francesca y
Paolo). Y verán también a una niñita que desliza sus dedos por el teclado del
piano, a una muchedumbre con ojos asombrados y vestimentas con plumas, una
sonrisa y unos ojos incitadores y escucharán rumores y el tintineo de lozas y
cristales, verán tal vez el fuego de la chimenea y los objetos preciosos del
hogar.
Abran mi puerta que chillará como los gatos,
entren, contemplen la devastación minuciosa del tiempo.
RAFAEL CANSINOS ASSENS
Tet
¡Mis labios se han cansado de contar y todavía sigue girando el huso! Aún no se
han acabado los días y ya se ha acabado mi deseo y antes que el sol, se ha puesto la
alegría en mi corazón.
Semejante al corcel que se fatiga antes de dar una vuelta completa en el estadio;
semejante al que se embriaga aun antes de vaciar su copa; como el uno y el otro,
así es mi corazón.
Yo amaba el sol y el alba, y entre todas las cosas, amaba mis dos ojos: yo amaba
la vida más que todo. ¡Oh, cómo ha sido esto! ¡Yo amo la noche y el sueño, y más que
todo, amo a la Muerte!
¡Mis labios se han cansado de contar y todavía sigue girando el huso! Aún no se
han acabado los días y ya se ha acabado mi deseo y antes que el sol, se ha puesto la
alegría en mi corazón.
Semejante al corcel que se fatiga antes de dar una vuelta completa en el estadio;
semejante al que se embriaga aun antes de vaciar su copa; como el uno y el otro,
así es mi corazón.
Yo amaba el sol y el alba, y entre todas las cosas, amaba mis dos ojos: yo amaba
la vida más que todo. ¡Oh, cómo ha sido esto! ¡Yo amo la noche y el sueño, y más que
todo, amo a la Muerte!
VERANO BRISAS
Ocho de las tantas cosas que mi amada tiene
La
tersura de la arena bañada por la ola.
La frescura de los vientos sobre los litorales.
La fragancia de los sándalos heridos.
La ternura de una caricia imprevista.
El embrujo de la noche en Katmandú.
El dorado movimiento de la hoguera.
El sabor de las ostras en la miel.
La posibilidad del regocijo perpetuo.
La frescura de los vientos sobre los litorales.
La fragancia de los sándalos heridos.
La ternura de una caricia imprevista.
El embrujo de la noche en Katmandú.
El dorado movimiento de la hoguera.
El sabor de las ostras en la miel.
La posibilidad del regocijo perpetuo.
ELEONORA FINKELSTEIN
La vida de los insectos
I (rezo
por vos)
Ese
domingo bajábamos por los cerros
(donde
la gente es rica y feliz)
en un
Volkswagen bajábamos
pero no
del todo,
patinábamos,
en verdad,
sueltos
y saltarines,
como si
el viejo Volks se hubiera
convertido
en trineo.
Íbamos
igual
que
aquellos niños de Eliot
pero
por montañas sin nieve
rojas y
azules.
II (el
primo Gus fumaba grass)
¿Cómo
bajar?
–Todos
en misa, como siempre –dijo.
Y era
cierto:
tantos
culpables reventando las iglesias.
Más de
diez en veinte
cuadras
a la redonda. Qué ciudad tan especial.
–Debería
rezar –susurró– mi madre, está muriendo.
–Todos
estamos muriendo
(“With
a little patience.”, pensé)
“con un
poco de paciencia”, recité.
–En
cuanto a rezar, tengo mis dudas:
un
poema es una oración.
–Guíame
–pidió–, nací en una ciudad ajena.
A mí, a
una recién llegada.
Le di
tales señas que terminamos
en la
cima del mundo. Bien.
–¡Guíame!
–rogó, ahora con los ojos en blanco.
(¿Estaba
rezando?)
Pero yo
miraba las luces allá abajo como almas
y la
luna allá arriba como a la hostia consagrada.
–Primo
–le dije– no puedo guiarte,
pero
debo confesar algo incómodo:
últimamente
rezo casi todo el tiempo.
Me
parece que creo en Dios.
ENRIQUE CASARAVILLA LEMOS
Los niños y Jesús
A Alfredo Cáceres
Es una
delicada y ya incorpórea
escena.
¡Un pájaro del Cielo
anda por allí cerca!
...Mientras el otro está con ganas de argumentos
torpe, a cierta distancia.
Él está con los niños
en plena poesía
del Reino...
escena.
¡Un pájaro del Cielo
anda por allí cerca!
...Mientras el otro está con ganas de argumentos
torpe, a cierta distancia.
Él está con los niños
en plena poesía
del Reino...
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