viernes, 23 de noviembre de 2018


JOSÉ CADALSO





Todo lo muda el tiempo, Filis mía



Todo lo muda el tiempo, Filis mía,
todo cede al rigor de sus guadañas;
ya transforma los valles en montañas,
y apone un campo donde un mar había.

Él muda en noche opaca el claro día,
en fábulas pueriles las hazañas,
alcázares soberbios las cabañas,
y el juvenil ardor en vejez fría.

Doma el tiempo al caballo desbocado,
detiene al mar y viento enfurecido,
postra al lén y rinde al bravo toro.

Solo una cosa al tiempo denodado
ni cederá, ni cede, ni ha cedido,
y es el constante amor con que te adoro.


TOMÁS HARRIS





Mar de la disolución



Pero la lluvia era salobre, Almirante,
y duró tantos años
que la ciudad se fue borrando,
los muros desmoronándose,
los braseros de las putas que ardían en Bulnes
poblando la noche como de lámparas vivas
se extinguieron,
y con ellos se extinguió el amor,
ya no había línea del horizonte, puntos cardinales,
nos fuimos quedando sin
deseos.


De: "El último viaje"



AHMAD YAMANI





A las cinco



Ni cuervo ni mosca ni pájaros se posan en la ventana. En la ventana sólo se posa una flor marchita que cayó del piso de arriba, y ahí se queda toda la tarde. Yo la observo bajo una luz que hace que los ojos sangren. En la pared hay un cuadro de Klimt en el que se apaga la vida de colores alegres ante el mensajero de la muerte que mira con aire de superioridad una montaña de cuerpos palpitantes, con sus cabezas inclinadas. En realidad, todos están muertos, incluso antes de que el ángel los apuñale con su lanza. Pongo la flor entre el esqueleto del ángel y las criaturas coloridas, pero la flor resulta molesta y falla como puente. ¿No se marchitó, también? La llevo al ojo vacío del ángel y allí se siente más cómoda. Pero la flor no se creó para llenar los ojos vacíos. La flor fue creada para llenar el balcón del piso de arriba, y ahora está muerta. La verdad es que se dirigió a mí porque estaba muerta; llegó a mi ventana, donde no se posan ni cuervo ni mosca ni pájaros.


PABLO ANTONIO CUADRA





Mujer reclinada en la playa



No ajena a la melancolía
Casandra me profetiza la gloria
y el dolor, mientras la luna
emana su orfandad.

Todo parece griego. El viejo Lago
y sus hexámetros. Las inéditas
islas y tu hermosa cabeza
de mármol-- mutilada por la noche.



NATÁLIA CORREIA





Autoretrato



Espaldas blancas palpitantes:
alas en el exilio de un cuerpo.
Los brazos carriles centellantes
para el convoy del alma.
Y los ojos emigrantes
en el navío del párpado
encallado en renuncia o cobardía.
A veces hembra. A veces monja.
Según la noche. Según el día.
Molusco. Esponja
embebida en un filtro de magia.
Araña de oro
presa en la tela de sus ardides. 
Y a sus pies un corazón de loza
roto en juegos infantiles. 


TRISTAN CORBIÈRE





Al eterno señora



Ideal maniquí, comodín del señuelo,
¡Eterno femenino!… plancha tus pañoletas:
Siéntate en mis rodillas cuando lo ordene y dime
Qué artimañas usáis, ángeles degradados.

Sé perversa y alégranos la hora desdichada,
Piafa con pie ligero los senderos abruptos.
¡Arde, ídolo puro! ¡y ríe! ¡y canta! ¡y llora,
Querida! ¡Y de amor muere!… en los ratos perdidos.

¡Ninfa de mármol! ¡vamos! sé soñadora ¡y frívola!
Amante, ¡carne mía! hazte virgen, lasciva…
Feroz y santa y torpe, buscando un corazón…

Sé la hembra del hombre, mujer, sirve de Musa
Cuando el poeta brama ¡en Alma, Espada y Llama!
Y después –cuando ronque– ¡besa a tu Vencedor!