viernes, 1 de agosto de 2014

MAURICIO BACARISSE


 
 

Lectura



 

Corazón mío, no te exaltes.

Fija los ojos en el libro;

mira las gráciles letras, en la celulosa,

como las momias en los siglos.

 

Olvida el canto y la medalla.

(El rizo olía a miel de otoño.)

Aún le han de crecer al libro muchas yemas cuando

estés perdido en el reposo.

 

Todo será para la cifra.

Han de cifrarse tus latidos,

y han de ser piedras, como las que descansan

en las meditaciones de los ríos.

 

De: El paraíso desdeñado

 

FERNANDO VILLALÓN

 

 

Situación.

 

 

Llanura sin confín, lagos de plata,

rizados por los vientos marineros;

horizonte soldado con luceros;

a la bruma de ocasos escarlata.

 

Soledad marismeña, serenata

de silencio dormido en los esteros;

una cuerda de cisnes viajeros,

al cielo con la tierra, en plumas ata.

 

Sólo con mi caballo en la llanura,

-punta de imán mi voz-, encuentro el cielo

a un andar con la tierra, la finura

 

del lubricán deshila la camisa

de los ángeles todos, y un revuelo

de nieve, el orto en alas blancas frisa.

 

De: La toriada.

 

PEDRO SALINAS



 

¿Las oyes cómo piden realidades...


 

¿Las oyes cómo piden realidades,
ellas, desmelenadas, fieras,
ellas, las sombras que los dos forjamos
en este inmenso lecho de distancias?
Cansadas ya de infinitud, de tiempo
sin medida, de anónimo, heridas
por una gran nostalgia de materia,
piden límites, días, nombres.
No pueden
vivir así ya más; están al borde
del morir de las sombras que es la nada.
Acude, ven conmigo.
Tiende tus manos, tiéndeles tu cuerpo.
Los dos les buscaremos
un color, una fecha, un pecho, un sol.
Que descansen en ti, se tú su carne.
¡Se calmará su enorme ansia errante,
mientras las estrechamos
ávidamente entre los cuerpos nuestros
donde encuentran su pasto y su reposo.
Adormirán al fin en nuestro sueño
abrazado, abrazadas. Y así luego,
al separarnos, al nutrirnos sólo
de sombras, entre lejos,
ellas
tendrán recuerdos ya, tendrán pasado
de carne y hueso,
el tiempo que vivieron en nosotros.
Y su afanoso sueño
de sombras, otra vez, será el retorno
a esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito.

 

 

JORGE GUILLÉN


  

Tréboles

 

Cada vez que me despierto
mi boca vuelve a tu nombre
como el marino a su puerto.

*

Este volver a empezar
cada jornada sin ti,
esta sensación de mar
que navego y ya perdí...

*

Como si mi voz te alcanzase,
murmura: Amour adoré,
¿No puedes oírme? No sé.

*

Vivos estamos en la frase.
¡Qué lejos ayer de hoy!
Hondo ayer: dos fuimos uno.
Hoy no estás y yo no soy.

*

Gentes que me son extrañas:
esas que me creen solo
sin ver que tú me acompañas.

*

Así voy sin ti: perdido
por entre gentes que anulan
nuestro amor bajo su olvido.

*

La Patria, lejos, en el lodo.
Soledades alrededor.
Navidad a pesar de todo:
hijos, su recuerdo, mi amor.

*

La memoria, malla a malla,
me cubre armando su mundo.
Interior, mi noche calla.
En tu recuerdo me hundo.

*

Ya te lo decía yo.
Era imposible el olvido.
Fuimos verdad. Y quedó.

*

Sobre esta misma almohada
me acompañó su cabeza.
Sé ya ahora cómo empieza
la blancura de la nada.

*

Despierto y como no estás,
no me suena el mundo a mundo:
nunca a solas no hay compás.

*

¡Estaba yo tan contento
de ser yo, yo para ti!
¡Qué alegría ser así
dos historias en un cuento!

*

Lo que un día me dijiste
de nuevo suena en mi oído.
La soledad no es tan triste.
Ser es también no haber sido.

 

 

 

JUAN LARREA


  

El umbral de las calumnias

 

 

El surtidor de alma donde tu esperanza se abate es sólo una hipótesis falsa aunque bonita

Todos los jardines empiezan por sanarte
                                                                                    Te mueves
y la luz se enturbia
crees que evitas las zarzas y entonces es cuando tus cabellos se tornan transparentes

Comprendido por la distancia hermano de tu hermano tierra de tu tierra
el jardín te relame con motivo del jardín de tus poros

Tu frente desmigaja las tardes desde la cúspide de tus alabanzas
Hay ya algunos barquitos en tu saliva

 

GERARDO DIEGO




Insomnio

 

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes.  No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura
- cauce fiel de abandono, línea pura -,
tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.