Lectura
Corazón
mío, no te exaltes.
Fija
los ojos en el libro;
mira
las gráciles letras, en la celulosa,
como
las momias en los siglos.
Olvida
el canto y la medalla.
(El
rizo olía a miel de otoño.)
Aún
le han de crecer al libro muchas yemas cuando
estés
perdido en el reposo.
Todo
será para la cifra.
Han
de cifrarse tus latidos,
y han
de ser piedras, como las que descansan
en
las meditaciones de los ríos.
De: El paraíso desdeñado
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