lunes, 30 de noviembre de 2015


HUGO GUTIÉRREZ VEGA




La emperatriz 



Un paisaje de minaretes,
pájaros,
aguas violáceas,
callejuelas torcidas
con gatos y palomas,
turbantes,
las palabras llamando,
la oración en la alfombra,
el pórtico que enmarca
la claridad rabiosa.
La emperatriz desnuda
se acuesta con la luna.
—El poeta oculto mira
la luna de sus nalgas—.
Deslumbrado agoniza
el buitre del profeta.
La emperatriz sonríe
y envejece de pronto;
cuelgan las tetas mustias
y en su cruel calavera,
como en la noche muerta,
la luna derrotada.



SILVINA OCAMPO



  
El perro Okinamaro
                                                                           A Sei Shonagon
                                                         (que vivió en el siglo XI A.C)



Él, que paseaba un día coronado
de flores de durazno y de cerezo,
el triste Okinamaro como un preso
a la isla de los perros fue expulsado.
Cuando volvió al palacio oscuro, herido,
lo llamaste, pero él no te miró,
y nadie, nadie lo reconoció,
mas era él mismo, él mismo destituido.
Y lo reconociste en el momento
en que lloró a tus pies y que lo viste
desfigurado, sucio, hinchado y triste,
y lloraste con él su sentimiento.




ALBERTO ÁNGEL MONTOYA

  


Ella



Ella está aquí, presente en la distancia
que separa su nombre de mi oído
y está aquí en el espacio estremecido
que hay entre mi recuerdo y su fragancia.

Ella se fue, y aún yerra por mi estancia
su nombre en su perfume diluido,
que por marcarle un límite al olvido
se hizo nombre y perfume la distancia.

Ella está aquí, presente en el abismo
de su ausencia en aroma. En el amargo
acento de su nombre en mi mutismo.

Que de tan corto amor, dolor tan largo,
sólo es nombre y perfume... Y sin embargo
yo pude acompañarla hasta mí mismo.



RAFAEL ALBERTI



  
Paraíso perdido



A través de los siglos,
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote.
Tras de mí, imperceptible,
sin rozarme los hombros,
mi ángel muerto, vigía.
"¿Adónde el Paraíso,
sombra, tú que has estado?"
Pregunta con silencio.
Ciudades sin respuesta,
ríos sin habla, cumbres
sin ecos, mares mudos.
Nadie lo sabe. Hombres
fijos, de pie, a la orilla
parada de las tumbas,
me ignoran. Aves tristes,
cantos petrificados,
en éxtasis el rumbo,
ciegas. No saben nada.
Sin sol, vientos antiguos,
inertes, en las leguas
por andar, levantándose
calcinados, cayéndose
de espaldas, poco dicen.
Diluidos, sin forma
la verdad que en sí ocultan,
huyen de mí los cielos.
Ya en el fin de la tierra,
sobre el último filo,
resbalando los ojos,
muerta en mí la esperanza,
ese pórtico verde
busco en las negras simas.
¡Oh boquete de sombras!
¡Hervidero del mundo!
¡Qué confusión de siglos!
¡Atrás, atrás! ¡Qué espanto
de tinieblas sin voces!
¡Qué perdida mi alma!
"Ángel muerto, despierta.
¿Dónde estás? Ilumina
con tu rayo el retorno."
Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.
¡Paraíso Perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre.


JOSÉ MARÍA HINOJOSA



  
Ya no me besas



Un viento inesperado hizo vibrar las puertas
y nuestros labios eran de cristal en la noche
empapados en sangre dejada por los besos
de las bocas perdidas en medio de los bosques.

El fuego calcinaba nuestros labios de piedra
y su ceniza roja cegaba nuestros ojos
llenos de indiferencia entre cuatro murallas
amasadas con cráneos y arena de los trópicos.

Aquella fue la última vez que nos encontramos,
llevabas la cabeza de pájaros florida
y de flores de almendro las sienes recubiertas
entre lenguas de fuego y voces doloridas.

El rumbo de los barcos era desconocido
y el de las caravanas que van por el desierto
dejando sólo un rastro sobre el agua y la arena
de mástiles heridos y de huesos sangrientos.

Aquella fue la última noche que nuestros labios
de cristal y de sangre unieron nuestro aliento,
mientras la libertad desplegaba sus alas
de nuestra nuca herida por el último beso.



CÉSAR VALLEJO




Y si después de tantas palabras...



¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!

¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!



domingo, 29 de noviembre de 2015


KOBAYASHI ISSA




También hoy, también hoy,
Viviendo en la niebla,
Una pequeña casa.


De voces


MARCELO DANIEL FERRER




Desencantos



La imagen se hizo vidriosa y se desplomó.
(Mudos despojos estallaron vanos).

Gira y se marcha
Pero se queda.
Se sienta, se para, se pasea.
Se dobla, se abraza...
Blande unas lágrimas consabidas
Y detiene la inercia para mirarse.

Hiel que aspera labios,
Desencanta, enajena
Somete...
Devora enzimas de integridad.

¡Brumos de espanto!
(En una conciencia imprecisa).

Así,
Sórdida en conjeturas
E inhábil de manos y de labios,
Se escruta adivinando
Para rendirse
Sin decirse nada,
Hablando.

Y como suave y dispuesta mejilla de santo,
Resigna sus encantos y se retrae...
Se apea de la vida en el andén de la muerte
Para ver pasar laxas todas las horas siguientes.


MARILINA RÉBORA







¿A qué apenarse tanto por las pequeñas cosas?
Guardemos el pesar para lo irreversible.
Si se olvidan los besos y marchitan las rosas,
Soportemos la vida, con ánimo apacible.

Vistámonos con alas de etéreas mariposas,
Soñemos en lo alto la cumbre inaccesible,
Que dejando detrás ideas enojosas
La vida cotidiana será más accesible.

Aceptemos un mundo que sea conciliable;
Un solo hecho cuenta carácter trascendente:
El hecho de no ser, un día, de repente,
Y de decir adiós a todo lo mutable,
Viviendo en armonía, tratando que no estorbe
Nada de lo minúsculo, ante el girar del orbe.




JULIO FLÓREZ ROA







Su pupila brilló como una brasa
En la tiniebla de su rostro.
Ella,
Como tras de una nube nívea estrella,
Parecía irradiar bajo la gasa
De su túnica grácil:
Era una
Melancólica anémona
Entre una malla de fulgor de luna:
Un lánguido asfodelo
Que empezaba a dormir era.. ¡Desdémona!
Frágil y blanca, ante la noche: ¡Otelo!
El Sultán de los cielos implacables,
El demonio divino
Del odio y del amor, sus formidables
Ojos negros pasea
Por el inmóvil cuerpo venusino
De su amada
¡Su faz relampaguea
Como un carbonizado torbellino,
Como una tempestad sorda y obscura!
¡Ah, yo soy como Dios, que siempre hiere
Donde más ama! con dolor murmura
Y acerca su puñal a la blancura
De aquella carne casta, y grita ¡Muere!
¡Y hunde, hasta la dorada empuñadura,
La fina hoja que a su mano adhiere!.
¡Ni un ay! La sangre corre. Otelo llora:
Y parece ante Otelo
Aquella muerta, un témpano de hielo
Que nada en los carmines de una aurora.
¿Mayor crimen concibes?
¡Oh, qué execrable hora!
Era inocente. ¿Y tú? Ya ves: ¡tú vives!


DAMSI FIGUEROA




Autorreconocimiento



Yo no soy la que se pierde
tan pronto como se la encuentra
El amor en mí no se toca
se escribe
Yo no soy piadosa con los hombres de poca fe
no intercambio los calzones con nadie
en cambio asumo la desvergüenza
de una desnudez colectiva
en una casa de playa
o en una playa a secas
Yo no escribo para nadie
aunque intente escapar
y evite sacarte al baile
Tus malabares y piruetas
siempre exigen un aplauso cerrado
es decir, una palabra
Yo no me complico la vida
omitiendo adverbios y conjunciones
Patino por la hoja
y tapo los surcos amargos
con la sangre de mis amigos
Yo no hago el amor
lo desarmo
por el puro gusto de volverlo a armar
una y otra vez
hasta tener sexo
para olvidarme del amor
y de todos ustedes


FRANCISCO ÁLVAREZ




Él



Hay en tu rostro un gesto de embeleso
al ajustar tu mano mi corbata;
y me encuentro vestido con exceso
al ver tu desnudez bajo la bata.

De repente me asaltan intenciones
que sacuden la fibra del sentido,
y que encajan en las incitaciones
que el brillo de tus ojos me ha tendido.

Sin vacilar, toma hoy la iniciativa
y traduce en acciones la sonrisa,
que tu mano sensual y decisiva
me arranque la corbata y la camisa.

Deslízame los dedos sobre el pecho,
y extiéndete a la espalda suavemente;
mi instinto levantado está al acecho,
todo mi voluntad te lo consiente.

Hoy serás tú quien todo lo decida,
seré el juguete, y tú serás quien juegue,
tendrás autoridad indefinida
y no encontrarás nada que te niegue.

Ya el cinturón se siente relajado,
y tu contacto excita mi impaciencia,
siento el impulso desencadenado,
pero a él, no a ti, he de hacerle resistencia.

Es tu oportunidad, es tu momento,
será tu desnudez junto a la mía,
tus caricias tendrán el ritmo lento
de inevitable, espléndida agonía.

Y aunque te exija que me lo aceleres,
no escuches mi clamor ni mi quejido,
habré de recibir lo que me dieres,
cuando, como y en donde hayas querido.

Siento tus manos descendiendo lentas
y tú también te inclinas y desciendes,
y a mi virilidad la boca enfrentas,
y una violencia emocional enciendes.

Ese beso profundo y penetrante,
me acerca a ti de singular manera;
y aunque no puedo verlo en tu semblante,
percibo toda tu pasión entera.

Tus manos en mi piel clavan crispadas
las uñas, que de sangre se revisten;
flota tu pelo en nuevas oleadas,
los labios y la lengua no desisten.

Qué catarata de placer provocas
volcándose en caída resonante,
tal la furia del mar contra las rocas…
Qué maravilla poder ser tu amante.

Y al fin las aguas, blancas de la espuma,
tras la caída, avanzan en el río;
siento en la mente el sueño de la bruma,
y en el cuerpo el postrer escalofrío.

Levántate y abrázame, cariño,
yace conmigo en silenciosa calma,
manténme en tu regazo como a un niño,
y toma posesión de cuerpo y alma.



sábado, 28 de noviembre de 2015


EUNICE ODIO




Recepción a un amigo



Lo sigo,
lo precedo en la voz
porque tengo,
como el humo en despoblado,
vocación de acuarela.

Cuénteme
cómo son ahí las cosas de consumo:

libros,
rosas,
tintineos de golondrina.

Aparte de todo eso
le pregunto

por los mangos geológicos
bordeándolo de pulpa,

y por un río nuevo,
sin mirarlo,

con pueblos de sonido
y longitud de Arcángel.

Dígame algo también sobre el pequeño litoral
donde recientemente el día,
como un celeste animal bifronte,
acampó en dos acuarios
y se llenó de peces.

O si lo recibieron unánimes los árboles
como cuando eligieron a la primera alondra del año
y el día de florecer.

Resúmame ahora que tiemblo
benignamente
detrás de una golondrina,

ahora que me proponen públicamente
para desnudo de mariposa

y estoy como las rosas
desordenando el aire.



ALBERTO GIRRI



  
Lírica



Lo no previsto,
lo que con nombre de sarcasmo:
                         novísima luna de miel,
arrastras por dentro,
           y que afuera, juzgado y aislado
desde ciencias del comportamiento,
merecería rótulo más cierto,
                                        el de novísima
erotización del vínculo,
transparente caso, muy sabido
de acuerdo con estadísticas,
noticias sueltas, cuadros personales,
                                  y que tan por sorpresa
como se instaló se revertirá,
                    una tardía
exaltación que en la casi penumbra,
receptáculo de los desposados,
toca a pagar, te toca
corresponder con el recelo de que acaso
no transcurriera sino en ti,
                                        y ella intacta, lo femenino
examinándote, sobrepasándote
a fuerza de no conocer altibajos,
                        la femenina complacencia
de resistirse a transformaciones
de alta tensión y débil intensidad
en baja tensión y gran intensidad.


De "Obra poética IV"



HUGO GUTIÉRREZ VEGA

  

  
Diario de tu cuerpo (III)



De nuevo llegas a mi casa.
Conoces el camino
y sabes que mis cosas
se han amoldado a ti.

En el espejo
queda tu reflejo.

En la tarde de la ciudad,
bajo las máquinas;
en la tarde amarillenta,
sucia, habitada de sombras,
manchada por las prensas,
vociferante río de niebla
hacia la noche del tumulto;
en la tarde tus cabellos
serán un recuerdo presente.
Yo estaré junto
a tus dieciséis años
y junto a tu fracaso,
a tus cansados días
vividos bajo el humo de la ciudad.
Estaré junto a tu voz pasada
escuchando tu voz presente.
Leeremos nuestra historia
en el libro cerrado
de tu vientre.




FINA GARCÍA MARRUZ



  
¿Quién no conoce ese sendero en sombras...
       
                 Since I haye walk'd with you through shady lanes...
                                                                                          Keats



¿Quién no conoce ese sendero en sombras,
ese continuo hablar, interrumpiéndose
el uno al otro amigo, en el gozoso
diálogo hasta la puerta de la casa,
servida ya la cena? ¿Quién no escucha
las nocturnas pisadas en la acera
tornarse más opacas al cruzar por la yerba
que nos trae al amigo, al bien llegado?
¿A quién, ya tarde, no le cuesta mucho
despedirse y murmura generosos deseos,
inexplicables dichas, bajo los fríos astros?




CARMELINA SOTO




Soneto romántico



Esta rosa que pongo entre tu mano
es una breve rosa sin espina.
Y esta canción de oscura golondrina,
como la flor, es un presente vano.

Porque un día, este día de verano
con su sol y su tarde diamantina,
se tornará frontera de neblina
y yo estaré lejana y tú lejano.

Apenas de la rosa por su huella
de perfume, dirás: cómo era ella
que así me duele de invisible espina?

Y yo al fin en el verso recordando,
sin comprenderlo bien, iré olvidando
entre rosa, perfume y golondrina.



CARLOS EDMUNDO DE ORY

  


Hipérbole del amoroso



Te amo tanto que duermo con los ojos abiertos.
Te amo tanto que hablo con los árboles.
Te amo tanto que como ruiseñores.
Te amo tanto que lloro joyas de oro.
Te amo tanto que mi alma tiene trenzas.
Te amo tanto que me olvido del mar.
Te amo tanto que las arañas me sonríen.
Te amo tanto que soy una jirafa.
Te amo tanto que a Dios telefoneo.
Te amo tanto que acabo de nacer.
 



viernes, 27 de noviembre de 2015


CARILDA OLIVER LABRA




En vez de lágrima



I

Hugo Ania Mercier: yo te quería.
A tu cuerpo de hombre agonizante
que irradiaba dolor como un diamante,
a tu paso que insiste todavía,

a tu lengua -clavel de la ironía-
que aún esconde callada sed punzante;
a tu mano, nerviosa, azul, de amante
cuya noche del tiempo siempre es mía;

a tu verso que llora aunque me cante,
a tu pila de huesos, insultante,
a tu alma cayéndose de fría

que compuso la muerte en un instante:
¿qué les puedo decir, cicatrizante
de esa augusta verdad que te envolvía?


II

Entre libros te guardo casi seco,
mi animal luminoso, mi demente,
y tu voz que está viva sigue ausente,
mi juguete sin cuerda, mi tareco.

En la paz misteriosa de unos nichos
sin querer ya zafarme de tu frente,
alelada de amor pero impotente,
te he dejado otra vez entre los bichos.

Ah, mi niño de trapo, lis siniestro,
no te puedo rezar ni el padrenuestro.
Ah, ternura que el diablo siempre arranca,

si tenías la luz que maravilla:
¿por qué huiste de nuevo a la semilla,
por qué mataste esa paloma blanca?


III

Nos veremos -dijiste- y tu recado
de poeta infeliz, tonto profundo,
me condena a buscar en otro mundo
ese sueño de ayer que no ha pasado.

¿Fue una cita final o fue un aroma
que me sigue cuidando las entrañas?
¿Fue este poco de fe con que me bañas;
fue, mi hermano de todo, alguna broma?

Ya no tienes la fístula terrible,
ya no tienes soriasis ni enfisema
ni neurosis ni polio ni agonía.

Ya eres lejos, memoria, no, imposible.
estás sano en la gloria del poema.
Hugo Ania Mercier: yo te quería.




ÁNGELA FIGUERA AYMERICH




Nadie sabe



Abre tus ojos anchos al asombro
cada mañana nueva y acompasa
en místico silencio tu latido
porque un día comienza su voluta
y nadie sabe nada de los días
que se nos dan y luego se deshacen
en polvo y sombra. Nadie sabe nada.

Pisa la tierra. Vierte la simiente.
Coge la flor y el fruto. Sin palabras.
Pues nadie sabe nada de la tierra
muda y fecunda que, en silencio, brota,
y nadie sabe nada de las flores
ni de los frutos ebrios de dulzura.

Mira la llamarada de los árboles
irguiéndose en lo azul. Contempla, toca
la piedra inmóvil de alma intraducible
y el agua sin contornos que camina
por sus trazados cauces ignorándolos.
Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo.
Pues nadie sabe nada de los árboles
ni de la piedra ni del agua en fuga.

Mira las aves, altas, desprendidas,
rayando el sol a golpe de sus alas.
Toma del aire el trino y el gorjeo,
pero no quieras traducir su ritmo,
pues nadie sabe nada de los pájaros.
Mira la estrella. Vuela hasta su altura.
Toma su luz y enciéndete la frente,
pero no inquieras su remoto arcano
pues nadie sabe nada de la estrella.

Besa los labios y los ojos. Goza
la carne del amante sazonada
secretamente para ti. Acomete
con decisión humilde la tarea
del imperioso instinto. Crece y ama.
Mas nada digas del tremendo rito
pues nadie sabe nada de los besos,
ni del amor ni del placer ni entiende
la ruda sacudida que nos pone
el hijo concluido entre los brazos.

Clama sin gritos. Llora sin estruendo.
Cierra las fauces del dolor oscuro,
pues nadie sabe nada de las lágrimas.

Vete a hurtadillas con discreto paso.
Traspasa quedamente la frontera,
pues nadie sabe nada de la muerte.



HOMERO ARIDJIS




Sé que piensas en mí...



Sé que piensas en mí
porque los ojos se te van para adentro
y tienes detenida en los labios
una sonrisa que sangra largamente
Pero estás lejos
y lo que piensas
no puede penetrarme
yo te grito Ven
abre mi soledad en dos
y mueve en ella el canto
haz girar este mundo detenido
Yo te digo Ven
déjame nacer sobre la tierra.



GASTON FERNANDO DELIGNE





1



Esbozo típico
(Medio a lo Quevedo)



Velando están a las doce
a quien velaba al de a prima,
y andan bebiendo en la muerte
de quien los vientos bebía.

Corre el velorio, rumboso:
marcha la fiesta, rompida;
de aquel para quien fue fiesta
cada sol que amanecía.

A la testa, la Altagracia;
el cirio sobre una silla;
sobre la cama, el jayán
y encima de él, cuatro heridas.

Por aquí salió, hecha sangre
y mosto, su brava vida;
no el alma, que no la tuvo
quien desalmado vivía.

Por excusar tal olvido,
y también porque no diga
la gente, presto un vecino
a más de zapato, almilla:

quién busca unos pantalones;
quién regala una camisa,
quién allega al burdo catre
sábana al fin, si no limpia.

Y de esta guisa vestido,
casi decente en tal guisa,
estáse en la cama el muerto,
y alrededor la pandilla:

¿Le lloran?... ¡claro que sí!
pero son las obras pías
llamadas casas de juego
por el vulgo y la justicia:

los malos bailes le llaman
a las pasadas vigilias;
le gritan los alambiques,
del palo por las palizas.

De él se duele el contrabando
por las cápsulas que cría,
que más de éstas le vendió
que otras venden las boticas.

Está de gala el silencio;
y el escándalo de grima
se calla, porque acabó
quien del brazo le traía.

-¡Pues se llenó el medio almud!
dice, en voz enternecida,
de aguardiente y del velorio
(ya de pestañas caídas).

-¡Pues se llenó el medio almud!
dice el Bobo (y es malicia
que así le llamen), ni Dios
puede volverle a la vida!

Soñaba con ser Ministro;
¡logrado tal vez lo habría!
|Y hasta más!... que de buen taco
fue entre los natas, natilla.

Pero no alcanzando a tal,
mas ni a cosa de hacer sisa,
¡véndase lo que tuviere,
para su entierro y su misa!

Y vienen al inventario
que al instante se improvisa,
amén de otros varios chismes
de menos prez y valía;

los dos revólveres, que son
dos trozos de Historia antigua;
páginas de cien combates,
testigos de mil heridas;

el machete, sempiterno
aprendiz de Geometría;
pero en trozos de tangentes,
de consumada pericia;

el cuchillo, que es de Collins
y de ello por ser, sería
que fue en vida del difunto
de puñaladas colina;

luego el garrote, de un dicho
parodia, más negativa;
pues se sacó sin razón
y se guardó con falsía;

y el estoque, que por arma
como aleve conocida,
hizo de aleve asador
de las hurtadas gallinas.

¡Válgame Dios! Lo que pudo
el uso en tales reliquias,
¡que al entierro de su dueño
no ayudan, mas ni a su misa!

Desechadas por no buenas,
y de los autos en vista,
y resumiendo el debate,
así habló el Bobo y se explica:

-Pues no se halla el hospital
a ningunas doce millas,
¡quien a tantos puso en cama
vaya señor en camilla!

Y mientras los unos roncan,
y los despiertos desfilan,
allá se acaba el velorio;
y el romance aquí termina!


HUMBERTO GARZA




Sin rumbo



Vamos sin paradero como todas las cosas,
tropezando en los cuerpos de minutos vacíos;
nos oprime el rumor más actual de las rosas
y el faraón vehemente que oprimió a los judíos.

Enloqueció la noche, al saberme contigo,
luego besó la estatua del ángel congelado;
el resto de la historia la sabe el enemigo
y el girasol que brilla en el verso extenuado.

Al norte de tus ojos brillan menos las lunas,
es más directa y simple la torpe humanidad;
una luz blanquecina brilla sobre las cunas
y nadie se adjudica la patria potestad.

De niño hice trabajos de madera labrada
y cubrí ciertas partes con azul terciopelo.
Hoy la navaja blanca de mi antigua mirada
esculpe tu figura en pedazos de cielo.

Se va poniendo el sur... de un brillante más claro;
pero una lluvia empapa las rosas de la mente.
Todo principio ha sido frígidamente raro,
tímidamente gris y heladamente hiriente.

Se quema la mañana de mi angustiada aurora
nadie puede salvarla, nos cubre la neblina.
el abdomen de nubes que me refugia ahora
con familiares rayos me busca y asesina.

  

ENRIQUE LIHN



  
Market Place



Cirios inmensos para siempre encendidos,
surtidores de piedra, torres de esta ciudad
en la que, para siempre, estoy de paso
como la muerte misma: poeta y extranjero;
maravilloso barco de piedra en que atalayan
los reyes y las gárgolas mi oscura existencia.
Los viejos tejedores de Europa todos juntos
beben, cantan y bailan sólo para sí mismos.
La noche únicamente, no cambia de lugar,
en el barco lo saben los vigías nocturnos
de rostros mutilados. Ni aun la piedra escapa
-igual en todas partes- al paso de la noche.

 


jueves, 26 de noviembre de 2015


HUGO GUTIÉRREZ VEGA




Suite doméstica


Margot está en la ventana...


I

Te digo que quiero quedarme
a vivir en la ducha.
No comprendes de inmediato,
pero después te ríes
y tus dientes son compasivos
e irónicos.
Tienen la complicidad
de los quince años juntos.
Te digo que no quiero salir de la ducha
y tú, sentada junto a la ventana,
cepillas tus cabellos pausadamente.
Desde la ducha te envío mi despedida,
y el torrente organiza
el trágico naufragio del jabón.


II

Una ofrenda de dos
que aunque pecaron
han vivido.


Mientras me dices
que ya estás cansada del café,
de los huevos fritos
y de la pedagogía activa,
haces cuentas, las siempre
equivocadas cuentas optimistas,
y te ríes de lo que pasó anoche.

Me dices que convendría copular.
(Una luna de agencia de viajes
anda sobre los edificios.)

Esta semana se cayó un cuadro
y un amigo derrotó al viejo sillón.
La casa peligra... copulemos.


III

Todo fue brillante
menos el final.

Porque soy un señor domesticado
que escribe versos
y gesticula en los parques,
digo que nada pido.

La vida ha derramado su cornucopia
sobre mis zapatos.
Tengo un auto, dos trajes,
diez pañuelos, y me puedo comprar
nuevas corbatas.

Me inquietan las jornadas submarinas.
Sé volar y lo hago raras veces.
Aquí paré mi tienda. Sólo espero
esa fiesta nocturna. Me moriré
cuando el placer termine.


                  La vita non è sogno


IV. Declaración final

Irascor tibi sic meos amores?
paulum quid lubet allocutionis,
maestius lacrimis Simonideis.

Exploro el domicilio. Me gusta
este desorden vivo.
Cuando la casa siente
que se pega a la tierra
empieza a protestar,
decide irse,
y los libros se llenan de humedad.

Dos veces vimos ya la misma arena.
Nunca somos los mismos.
Es tiempo, amada gente, de largarnos.



BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO




Mudable como el tiempo es tu mejilla...



Mudable como el tiempo es tu mejilla,
o arde como una tarde del estío
o hiela, o poco menos, si hace frío;
pero ardiente o helada es maravilla.

Deja que acerque mi cansada arcilla
al pétalo de amor que llamo mío,
mientras corre mi brazo como un río
por tu cuello, delgada torrecilla.

Calor o frío, llamarada o nieve,
no me importa un instante su mudanza,
que a ocultos nervios nada más se debe.

Tu corazón es nido de templanza
y grave su latido al par que leve.
Y si no, que lo diga mi esperanza.




ALBERTO ÁNGEL MONTOYA




Viento en la alcoba



La misma alcoba de ese amor, es ésta.
Una flor seca y una copa rota.
Soledad del orgullo y voz ignota
del viento intruso, es todo lo que resta.

¿Y dónde, oh viento, el nombre y la floresta
ceceantes al par en tu remota
complicidad? Y al pregunta flota
vanamente en el viento sin respuesta.

La ventana que abrí, cerrada ha tanto
tiempo al viento y al nombre, parecía
tener cuajado en su cristal el llanto.

Ella y su nombre. El viento y su porfía.
Y sobre el libro del amor y el canto,
el retrato inocente todavía.


II

Tiendo la mano hacia el misterio mudo
de las cosas, y al largo movimiento
palpo apenas el tránsito del viento
que no vistió de aroma y va desnudo.

Ya solo el viento. Y lo que fue y no pudo
sobrevivir al plácido momento.
Altivo trance del renunciamiento.
Y algo invádame, lóbrego y sañudo.

No es el dolor que añora en la lejana
tarde del bosque el nombre descendido,
al ábrego de octubre, hoja temprana.

Ni la hoja marchita, ni el sonido
que hizo tal vez la hoja en la ventana
Es el viento que en mí se ha detenido.
 


EFRAÍN HUERTA



  
Ser de ti



I

Ser de ti y en tu rostro
asir nuestros espacios;
limitar lo invisible
muy cerca de tus labios.

Prenderme con mi noche
y olvidarme en tus aguas;
deshojar nuestros campos
en el cristal del aire.

En medio de mis años
intimar tus corolas
y en el claro de tu alma
deslizar mis delirios.

Ser de ti con la música
que inventamos al mundo
y en el contorno nuestro
cristalizar paisajes.

II

Nubes cerca de ti
flotando en medio
de la voz que del agua
se acerca a tus oídos.

¿Hacia dónde la luz
y las manos del viento?
Rojo algodón de nube
lejos y entre los árboles
una voz que fue tuya
o del agua o del aire.

¿En qué sitio la luz
y tus manos al viento?

III

Luz de luna de bahía
luz que bebía tu boca
con las ansias de los aires
y la inquietud de las olas

luz que bebía tu boca
con la figura ligera
y la suavidad de cielo
en que mis peces nadaban

con las ansias de los aires
y el miedo verde a la muerte
con sus doradas aletas
y sus gracias marineras

y la inquietud de las olas
resbalando en tu figura
como luz de luna abierta
deshecha en tus ojos frescos.



FRANCISCO BRINES



  
Esplendor negro



Sólo una vez pudiste conocer aquel Esplendor negro
e intermitentemente recuerdas la experiencia con vaguedad,
aproximaciones difusas, inminencias,
y así, desde tu juventud, arrastras frío,
un invisible manto de ceniza escarlata.
Y no fue necesario cegar los ojos,
pues de las luces claras de los astros
llegó el delirio aquel, la posibilidad más exacta y sencilla:
en vez de Dios o el mundo
aquel negro Esplendor,
que ni siquiera es punto, pues no hay en él espacio,
ni se puede nombrar, porque no se dilata.
Valen igual Serenidad y Vértigo,
pues las palabras están dichas desde la noche de la tierra,
y las palabras son tan sólo expresión de un engaño.
Volver al centro aquel es ir por las afueras de la vida,
sin conocer la vida, un inmundo imposible,
pues sólo el no nacer te pudiera acercar a esa experiencia.
Crear la inexistencia, y su totalidad,
no te hizo poderoso,
ni derramó tu llanto, y nada redimiste.
La misma incomprensión que contemplar el mundo
te produjo el terror de aquel Esplendor negro,
y aquel desvalimiento al cubrirte las sábanas.
Insistencias en Luzbel


FERNANDO PESSOA



  
Todas las cartas de amor son ridículas...*



Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).


**Heterónimo A. Campos
Versión de Miguel Ángel Flores 

miércoles, 25 de noviembre de 2015


HUGO GUTIÉRREZ VEGA




La fuerza



Aterido, sobre la acera húmeda
—en su cara la sombra del miedo acumulado—,
busca el hombre su fuente de alegría.
He conocido tres o cuatro hombres felices
que decían sus cálidas canciones
con sólo andar,
con estrechar las manos,
sonreír,
cumplir cada jornada
con naturalidad de girasoles.
Tenían la plenitud
en su jornal discreto,
las calles sucias,
la inaudita naranja
en medio del invierno,
una flor en el viento,
la sopa compartida.
Gozaban su pan, el lecho,
la compañía y la espera,
el sol, la lluvia,
la soledad en calma
y el principio de todos sus trabajos.
Tres o cuatro hombres simples,
fuertes y temerosos,
parados en la acera,
bajo el cielo de todas las ciudades,
cuando suenan las alas
del ángel sin memoria.



SILVINA OCAMPO

  


Única sabiduría



Lo único que sabemos
es lo que nos sorprende:
que todo pasa, como
si no hubiera pasado.



ALBERTO ÁNGEL MONTOYA



  
Esa mujer



La noche junto a mí. La compañera
del alcohol, los besos y el desvío.
La noche en el espacio y en el frío.
La noche en fin. Y una mujer cualquiera.

Una mujer cualquiera en el desvío
de la hora que ríe placentera.
Una cualquier mujer que no supiera
más que pasar la noche bajo el frío.

Pasar la noche y esperar la aurora.
Y al vino devolver su primitiva
forma de uva, la boca tentadora.

Esa mujer eterna y fugitiva.
Esa mujer de siempre y de una hora:
Mariela, Esther, Emperatriz, Oliva.


  

RAFAEL ALBERTI




Retornos del amor en las arenas



Esta mañana, amor, tenemos veinte años.
Van voluntariamente lentas, entrelazándose
nuestras sombras descalzas camino de los huertos
que enfrentan los azules de mar con sus verdores.
Tú todavía eres casi la aparecida,
la llegada una tarde sin luz entre dos luces,
cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,
pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.
Tú todavía eres aquella que a mi lado
vas buscando el declive secreto de las dunas,
la ladera recóndita de la arena, el oculto
cañaveral que pone
cortinas a los ojos marineros del viento.
Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando
la alta temperatura de las odas felices,
el corazón del mar ciegamente ascendido,
muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.
Todo nos mira alegre, después , por las orillas.
Los castillos caídos sus almenas levantan,
las algas nos ofrecen coronas y las velas,
tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

  

JOSÉ MARÍA HINOJOSA




Unidos por la luz



Bajo una misma luz
están nuestras cabezas.

Tu corazón y el mío
cantan sobre las piedras
cuando la noche oculta
los rugidos de fieras.

¿Tu corazón y el mío eran sólo de arena?

Por el desierto arrastran los camellos sus penas
y llevan en sus ojos oasis de palmeras.

¿Tú corazón y el mío
eran sólo de arena?

Por el desierto arrastran
los camellos sus penas
y llevan en sus ojos
oasis de palmeras.

¿Tu corazón y el mío
eran sólo de arena?

Nuestras sombras unidas
florecen en la tierra.


CÉSAR VALLEJO



  
Pienso en tu sexo...



Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la sombra,
aunque la muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, si, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.
¡Odumodneurtse!



martes, 24 de noviembre de 2015


KOBAYASHI ISSA




¡Flores de cerezo en la noche!
Cómo ángeles
Descendiendo del cielo.


De primavera


MARCELO DANIEL FERRER




Dejarse llevar



Si la tarde cae o se levanta,
¿No da igual?

Hay razones pensables
Para que esta bella soledad
Sature de encantos esta tarde
Y su pausado andar.

La espontaneidad arrasa
La consistencia del tacto,
Se masifica el espíritu
Con la tarde que apenas cae.

La penumbra nos borronea la vista,
En abstracto, se conectan las almas,
Tu vestido... mi camisa,
Comienza el dulce juego de caricias.

Si soltar pasiones es fusionar en éter corazones,
Piel, pollera y pantalones
Que dormiten fuera los rosales
O que el tilo mude sus amarillos invernales
Que anochezca
Que amanezca
Que se sature el aire del roce incansable de tocarse
¿Hace eso la diferencia al expresarse?

Fusionar y dejarse llevar...
Calentar el aire y flotar,
Buscar una huella en tu cuerpo
Y comenzarla a andar...
Amarnos en esta tarde de caída leve pero magistral
Hasta que el ángel de esta tan complaciente soledad
Nos diga que hemos a la tierra de regresar.