sábado, 16 de junio de 2018


YEHUDA HA-LEVI





58.



El día del Sinaí los montes temblaron por tu causa,
              pues los ángeles de dios se encontraron contigo,
grabaron la Torah en las tablas de tu corazón
             y te ciñeron con sus bellas coronas.
No tendrán fuerza los sabios para sostenerse
             si no imploraran de ti la sabiduría.


De: "Elegías"

Version de Xabier Kintana


WILLIAM BUTLER YEATS





Recuerda la olvidada belleza



Al ceñirte en mis brazos,
estrecho contra mi corazón esa belleza
que del mundo hace mucho se marchara:
coronas engastadas que reyes arrojaron
en charcas fantasmales, huyendo los ejércitos;
cuentos de amor tejidos con hebras de seda
por soñadoras damas en telas que nutrieron la polilla asesina:
rosas de tiempos idos
que las damas tejieron en sus pelos;
lirios fríos de rocío que las damas portaron
por tanto corredor sagrado,
adonde tales nubes de incienso se elevaban
que sólo Dios estaba con los ojos abiertos:
ya que el pálido pecho, la mano demorada,
nos llegan de otras tierras más pesadas de sueño,
y también de otra hora más pesada de sueño.
Y cuando tú suspiras entre besos
escucho la blanca Belleza también suspirando
por aquella hora cuando todo
deberá consumirse cual rocío.
Mas llama sobre llama y hondura sobre hondura,
y trono sobre trono y medio en sueños,
posadas sus espadas en sus férreas rodillas,
tristemente cavilan sobre grandes misterios solitarios.


Versión de Hernando Valencia Goelkel




JAVIER ACOSTA





Navegación lunar



Piensas que ahora mismo
lo pasarías mejor en una isla
del frío norte de México
oyendo tristes baladas de marinos
sobre pesqueros a vapor
sin detalles sobre la simetría de tus lunares
o el color de las flores el día de Todos los Santos
sólo pesqueros y totoabas
de tránsito por archipiélagos de parafina

Piensas que aún no es tarde
pero el tiempo nos pierde la paciencia
hurgando en nuestras calvas
en la cifra infantil de tus dientes perdidos
hurgando en nuestras cartas de navegación
buscando esa palabra que no pudimos inventar
—que no inventaremos—
Y debes ser lo suficientemente dura
para guardar silencio

Si fueras una diosa
te ofrecería muchachos embriagados
Si fallecieras bajo el agua
contrataría un cuarteto de alientos
Si llevaras reloj te citaría bajo la lluvia
Si tuvieras futuro te mandaría una carta astral
por entrega inmediata. Mandaría reventar
la antigua flota
de zepelines de la Goodyear

Pero el olvido se ha posado en las constelaciones
precipitado a tus viejas heridas
evaporado por el silbido de los puertos
por el silbido de los árboles
por el silbido del Zodíaco
por el silbido de las piscinas
por el silbido de la  materia inerte

Evaporado al roce de un insulto

Hipocondríaco
intimidado
por la precaria rotación del mundo
La noche es un dedal para mi madre
un océano portátil donde sólo el verano
se acostumbra a nosotros
La noche es un mantel para bordar mi nombre de casado
el nombre de mi viuda
el nombre de mis hijas —si tuviera hijas—
para bordar mi breve alias de muchacho ahogado

Pero es agosto y han salido mis diosas en secreto
a una playa
al litoral asimétrico de tus omóplatos

Tu cuerpo es un lugar del tiempo donde vagan lunares
donde bordan mis diosas improperios
a tu isla natal
al semen frío de tus peces
a tus omóplatos de nadadora acompañada
por vaquitas marinas: esos cetáceos
del frío norte de México.



CARLES RIBA





Don del poema



               ¿A quién sino a ti diré
la hora llorada en la soledad invisible,
amor, donde crece y calla el ansia imposible,
donde es incierto el astro, nocturno el verde es,
donde sed de más sed hace el ansia imposible?

               ¡Me llamas, real amor vero!
Puedo huir: todo lazo arde en tu llama púrpura;
puedo morir: ¡el fruto me es dado en tu dulzura!
Pero resto en tu vida, nazco a lo que más quiero
desde el centro secreto de tu propia dulzura.

               Vivo, y no por antiguos sueños,
amor, yo te traeré el inefable poema,
sino por la hora tuya, pura en su rama extrema,
o por pobres trabajos de mis manos empeño
por imitar la flor -¡oh inefable poema!


Versión de José Agustín Goytisolo


BLAS DE OTERO




  
En nombre de muchos



Para el hombre hambreante y sepultado
en sed salobre son de sombra fría,
en nombre de la fe que he conquistado:
alegría.
Para el mundo inundado
de sangre, engangrenado a sangre fría,
en nombre de la paz que he voceado:
alegría.
Para ti, patria, árbol arrastrado
sobre los ríos, ardua España mía,
en nombre de la luz que ha alboreado:
alegría.



RICARDO MOLINARI





Quisiera llegar por su boca, como por un pueblo desierto...



Quisiera llegar por su boca, como por un pueblo desierto,
al centro de su cuerpo;
quisiera despojarme del horizonte, de un escorpión
     azul alejado del día;
quisiera volver a ser otra mañana
junto a un caballo con cola de pescado.
Pero no; cuando se me queda el corazón
por la piel distraído,
igual que una tierra sorda, inmensa,
me siento desamparado
porque nunca le ha de llegar la muerte,
porque su pelo ya no se humedecerá dentro de mis ojos.

A veces quisiera apagar su río amarillo,
su vida pegada como una hoja en mi sed.
¡Nada! Quisera dormir con una mano
sobre su seno