sábado, 9 de enero de 2021


 

CARMEN MARTÍN GAITE

 

 

 

Callejón sin salida

 

 

Ya sé que no hay salida,
pero dejad que siga por aquí.
No me pidáis que vuelva.
Se han clavado mis ojos y mi
carne,
y no puedo volver.
Y no puedo volver.
Ya no me gritéis más que no hay
salida
creyendo que no oigo,
que no entiendo.
Vuestras voces tropiezan en mi
costra
y se caen como cáscaras
y las piso al andar.
Avanzo alegre y sola
en la exacta mañana
por el camino mío que he
encontrado
aunque no haya salida.

 

ZOÉ VALDÉS

 

 

El pecador

 

 

Escribí en papel de cartucho tu nombre y tus apellidos
lo enrollé y lo amarré con pelos de mi pubis
luego lo molí y lo mezclé con mieles y sudores
no olvidé el buche de café que dejaste en la taza
debí haber agregado un poco de tu semen
de esas gotas que aparecen al otro día
en mis nalgas o en mis encías.
Unté de toda esa crema a mis pezones y a mi clítoris
hice un pase de magia y recé toda la vida.
Pero tú no has vuelto
y menos
tú en mí no te has derramado.

 

 

SANDRA CISNEROS

 

 


Después de todo

 

 

Siempre es lo mismo.
sin alcohol en casa,
el último puro apagado en sus cenizas
y una gran dosis de poemas.

 

A las 2 a.m. sabes
eso no es bueno para ti.
Pero ahí vas,
arterias crujiendo como
artillería cuando marcas
el teléfono.

 

Este u oeste.
Central o Pacífico.
Chicago, San Antonio, Nueva York.

 

Y cuando atraviesas,
lanzando palabras tan grandes como piedras,
cortando el aire con la lengua,
detonando esposas y
sentando bebés llorando.

 

Y cuando tus amantes terminan
diciéndote: ¡estás loca,
jódete, deja de gritar
y habla inglés por favor!

 

Después de todo
lo rompible está roto,
el silencio salió caro,
el tono del teléfono aúlla
como tu corazón.

 

DOLORS ALBEROLA

 

 

 

Mar de nadas

 

 

Será difícil arrancar del ciego
enredado una flor: ni una flor sólo,
porque son siglos maraña y pánico.
Leopoldo de Luis

 

 

 

1

 

El mar. ¿Pero es que el mar existe?
Encima me diréis que en su zona abisal
almacena reveses de las cosas.
Puede tener un perro ahogado en la sombra,
un barco que fue árbol,
hombres a pensamientos, a pedazos de lodo
-coralinos-,
e incluso un ruiseñor que se asomó
a sus verdades íntimas.
¿Pero es que el mar existe?
¿Es que vagan sus olas la memoria
de Nemo o de Neptuno,
ese azul gris que le arrancó Picasso
o el refugio que nadie ha descubierto
del primer trasatlántico de niebla?
¡Cuánta lujuria blanca ha cometido el mar!
Condenado a no ser se desvanece.
Es una pompa sola.
Es un islote turbio de lágrimas salinas,
más salinas aún que las del hombre.
Pero el mar ya no existe, es otra tumba.
El mar se revolcaba
contra los galeotes ígneos.
Se dejaba arrastrar por las corrientes pérsicas.
Se teñía de azul. De grandes pájaros
alimentaba sombras
y se fue recogiendo hasta el principio.
Me diréis: Sólo el mar.
Y os tendré que decir
-igual que un eco sordo desfigura
las sombras de los barcos-:
Sólo el agua.
El manantial de Dios se va ahogando
y es una perla sola su existencia.

 

 

2

 

Yo recogí el mar.
Lo albergué en la cadencia de la nada.
Rescaté el cadáver de Alfonsina
y lo limpié de algas.
Ahora me pertenece.
Soy el dueño de algo que no existe.
Es justo este regalo, porque mi propia vida
es el sueño de alguien.
Yo pernocté observando
cómo el azul del mar se pincelaba,
se encendía con fuerza, casi bramaba -enhiesto-
en el centro del cofre en que lo guardo.
Era una bestia sola y me rugía fuerte.
Le miraba con saña,
tal si hubiese creado yo su furia.
Se mareaba torpe,
intentaba arrancar todos los goznes.

 

El mar es una vaca que, envuelta, va mugiendo
las olas, tercamente.
Yo pernocté a la sombra de ese perro.
De ese loco de amor, de esa lujuria.
Le vi desorbitar viejos cangrejos,
sirenas, arrecifes de almas casi pétreas,
caracolas. El mar.
¿Queréis que, astutamente, os muestre al prisionero?
¡Helo aquí,
en esta estrecha caja de cristal!
¡Mirad sus muertos ojos!
Aterrado me pide que le libre.
Le libraré de mí cuando algún dios
me arranque a mí del sueño de la muerte.
Como ya veis, aún es posible el cambio.
Tal vez algún marino pague, injusto,
ser esclavo indeleble.
No voy a consentir que un muerto
me arrebate la ira.
Después de todo, yo también fui condenado.

 

ALEJANDRO AURA

 

 

 

Triste

 

 

No se puede escribir si se está triste,

el oficio se atasca, predomina la línea pedregosa
por la que no puede fluir ni una palabra cierta,
el paisaje es escombro de nombres sin sentido
y los ojos erráticos no se pueden fijar en cosa alguna,
transcurre un coche despacio por el siglo pasado de la
ventana
y se lleva arrastrando la poca magia que la imaginación,
sirvienta remolona del deseo, estaba queriendo construir
y queda sólo un tiradero de añicos vidriosos y salados,
no hay nada tan triste como un poeta triste
tratando de escribir en su tristeza.

 

 

STAN RICE

 

 

 

El exceso es el alivio

 

 

Abandónate, abandónate. El exceso
es el único alivio
así que abandónate. El sol está en el árbol.
Pon tu boca sobre la mía. Abandónate al
rayo y al ardor, pues el miedo son escenas soñadas
de lo que sucede tras la muerte. Es ser rechazado por
lo que se inclina con dolor.
En la mente el codo se dobla, alza la copa.
Lo peor está todavía por soñarte,
así que doblega la intriga que
soñaste. Huye de la aguja de heno en el árbol
del cerebro.
El exceso atrae por oleadas. Las estrellas se consumen.
La oropéndola
se asoma y se lamenta. El miedo es el temor a ser
menos
para siempre. Así que abandónate. Inclínate y besa
cuanto veas.