Después
de todo
Siempre
es lo mismo.
sin alcohol en casa,
el último puro apagado en sus cenizas
y una gran dosis de poemas.
A
las 2 a.m. sabes
eso no es bueno para ti.
Pero ahí vas,
arterias crujiendo como
artillería cuando marcas
el teléfono.
Este
u oeste.
Central o Pacífico.
Chicago, San Antonio, Nueva York.
Y
cuando atraviesas,
lanzando palabras tan grandes como piedras,
cortando el aire con la lengua,
detonando esposas y
sentando bebés llorando.
Y
cuando tus amantes terminan
diciéndote: ¡estás loca,
jódete, deja de gritar
y habla inglés por favor!
Después
de todo
lo rompible está roto,
el silencio salió caro,
el tono del teléfono aúlla
como tu corazón.
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