martes, 26 de mayo de 2015

LEOPOLDO PANERO


 

Canción con tu humildad

 

¡Cómo apagas mi sed
con tu humildad! ¡Tu mano
estremece en mi pecho
la sombra del dolor, igual que un pájaro
entre las ramas verdes, junto al cielo!
¡Cómo traes a mis labios
con tu humildad la luz sobre tu frente
lo mismo que la nieve sobre el campo,
y me apagas la sed de haber llorado
de humildad, al tenerte,
dormida, como un niño, entre mis brazos!

 

JOSÉ LUIS VILLATORO


 

Exorcismo

 

En los ojos
llevas un pez muerto
-un pez nocturno-
y un pájaro disecado.
Ha de ser por miedo
-el miedo a la libertad de expresión
que padecen los analfabetos.

Pero ayer te exorcisaron
y te dieron permiso
para otros menesteres

-gracias señores
buhoneros de la verdad-

así que ahora llevas
con entera libertad tu pez
y tu pájaro entre los ojos

-ya eres salvo.

 

 

FINA GARCÍA MARRUZ


 

Como un romano

 

Quién sirve
como un romano
-ese monarca
natural- una cena?

A quién no merma
jamás su oficio
sino alegría?

Rey, Guerrero,
Oficiante,
y Padre siempre.

Quién
-como si mandase-
sirve una copa?

 

 

 

JOSÉ GOROSTIZA


  

Espejo no: marca luminosa...

 

Espejo no: marca luminosa,
marca blanca.

Conforme en todo al movimiento
con que respira el agua

¡cómo se inflama en su delgada prisa
marea alta

y alumbra -qué pureza de contornos,
qué piel de flor- la distancia,

desnuda ya de peso,
ya de eminente claridad helada!

Conforme en todo a la molicie
con que reposa el agua,

¡cómo se vuelve hondura, hondura,
marea baja,

y más cristal que luz, más ojo,
intenta una mirada

en la que -espectros de color- las formas,
las claras, bellas, mal heridas, sangran!

 

JOSÉ LEZAMA LIMA


 

Esperar la ausencia

 

Estar en la noche
esperando una visita,
o no esperando nada
y ver cómo el sillón lentamente
va avanzando hasta alejarse de la lámpara.

Sentirse más adherido a la madera
mientras el movimiento del sillón
va inquietando los huesos escondidos,
como si quisiéramos que no fueran vistos
por aquellos que van a llegar.

Los cigarros van reemplazando
los ojos de los que no van a llegar.

Colocamos el pañuelo
sobre el cenicero para que no se vea
el fondo de su cristal,
los dientes de sus bordes,
los colores que imitan sus dedos
sacudiendo la ausencia y la presencia
en las entrañas que van a ser sopladas.

La visita o la nada
cubiertas por el pañuelo,
como el llegar de la lluvia
para oídos lejanos,
saltan del cenicero,
preparando la eternidad
de sus pisadas o se organizan
inclinándose sobre un montón de hojas
que chisporrotean sobre el jarrón
de la abuela,
huyendo del cenicero.

 

FERNANDO PESSOA


 

Abdicación

 

Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.
 

Versión de F. Gutiérrez